Después del artículo que he publicado sobre El Banquete de Platón creo que necesariamente había que tratar este maravilloso poema, que es sin lugar a dudas uno de los mejores poemas de Jaime Gil de Biedma. He aquí el texto.
PANDÉMICA Y CELESTE
quam magnus numerus Libyssae arenae
…………………………………
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores.
Catulo, VII
Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones…
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d’être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.
Jaime Gil de Biedma
Es uno de esos poemas a los que se vuelve constatemente a lo largo de toda la vida, que siempre se tienen muy presentes.
La confesión que hace Gil de Biedma en este poema pulsa la mayor parte de las fibras sensibles que pueda albergar un alma, desde la desolación, pasando por la angustia, por la ternura, la compresión, o incluso la felicidad. Pero el tema del poema es el único capaz de tocar tal gama de matices: el amor. Ya lo expresó Lope de Vega, seguramente mejor que nadie, en aquellos versos que decían desmayarse, atreverse, estar furioso, / aspero, tierno, liberal, esquivo, / alentado, mortal, difunto, vivo, / leal, traidor, cobarde y animoso…, y Quevedo a su manera más conceptista de es hielo abrasador, es fuego helado / es herida que duele y no se siente…
Pero Gil de Biedma consigue una combinación que nos sorprende por su sinceridad y su originalidad. Ya desde el primer momento declara que es una confesión, en los primeros versos que se hacen tan deliciosos al lector, que hacen que se sienta cómplice de todo el poema, y recuerdan a una de esas maravillosas noches conversando con un amigo agotando el tema de la vida. No podría haber un momento mejor para la confesión tan terrible, tan abrumadura y tan sublime del poeta.
Pandémica o Celeste (Urania). Son los dos tipos de amor que existen: el amor del cuerpo y el amor del alma. Platón evidentemente se inclina por la Venus Celeste, por el amor del alma. Pero tal y como lo explica Platón parece insinuar que son dos mundos que no se conectan, que nada tienen que ver, que están al margen el uno del otro. De algún modo, esta concepción del amor ha llegado hasta nuestros días, y aún hoy los que se consideran más «románticos» parecen tener una fe ilimitada en el amor del alma, y olvidarse casi por completo del amor del cuerpo. Pero todavía más tópica es la idea de que a través del amor del alma se puede llegar a alcanzar el amor del cuerpo, es decir, que sólo cuando se está enamorado o se siente amor hacia una persona, sólo entonces es razonable el contacto físico, o sólo entonces es razonable sentir los cuerpos.
Biedma ha invertido los términos: al amor del alma le precede el amor del cuerpo. Lo primero es adorar el cuerpo, sentirlo cerca y sentirlo uno; y después ascender a las regiones celestes y conseguir la inmortalidad como lo describía Apuleyo. Pero Biedma no es innovador ni mucho menos. Tal visión nos podría parecer bastante novedosa hoy en día, pero lo que hace en realidad es rescatar una vieja idea platónica. Efectivamente, fue Platón el que dijo que a través del cuerpo se llega a amar el alma. Pero la confesión que está contenida en el poema no es una teorización del amor a la manera platónica, es la necesidad de romper a llorar, de aceptar la necesidad de amar los cuerpos, con la seguridad de que es el verdadero camino para llegar a la inmortalidad que el amor tanto nos prometió.
Y ahora viene lo terrible de la confesión… ¿cuatrocientos cuerpos diferentes? ¿Es que acaso pretende decirnos que para encontrar el amor es necesario conocer cuatrocientos cuerpos diferentes? En realidad no hay un número límite, porque son tantos como haga falta. Porque en cada cuerpo que se ama se busca el amor del alma, detrás de cada Pandemo se busca una Celeste, y cada cuerpo aporta algo nuevo al anterior, cada cuerpo nos enseña y nos acerca más al cuerpo amado. ¿O acaso son excusas de un adicto al sexo? Si se observa atentamente el poema en cada uno de sus detalles (incluyendo el vocabulario que utiliza) salta a la vista que esta idea sería por completo equivocada.
Podría extenderme mucho más, pero no sería más que dar mi opinión, parafrasear algo que ya está contenido en el propio poema. Y prefiero no glosar unas palabras tan bellas. Prefiero quedarme con ese maravilloso final, que recuerda al impresionante nox est perpetua una dormienda de Catulo.
Un poema impresionante. Muy directo y sincero, lo cierto es que toca fondo.
Creo que buscaré algo más de este autor.
Se agradece también el comentario explicativo.
De nuevo y sinceramente, gracias por hacerme de maestro.
(Por cierto, como no nos vemos, que estoy haciendo una especie de blog, y que voy a incluir esta página en mi lista de enlaces. Si hay algun problema me lo dices, ¿de acuerdo?)
Vale, no hay ningún problema. Gracias.
Hola, no conocía tu blog pero he llegado a él por la grabación de Jaime Gil de Biedma.
Creo que «Pandémica y celeste» es una de las cumbres de la poesía amorosa de todos los tiempos, un poema de una madurez tanto formal como conceptual, inigualable.
Seguiremos hablando de Jaime Gil, un genio. Por cierto, viste la exposición que hubo sobre su obra en la Pedrera hace dos semanas?
Saludos
Estoy de acuerdo contigo. Podrás encontrar muchos y grandiosos poemas de amor, pero «Pandémica y Celeste» tiene algo que no tienen los demás. Este tipo de poemas se suele caracterizar por utilizar un tratamiento pasional. Biedma da una vuelta de tuerca consiguiendo un tono muy maduro, con un cierto sabor agridulce, como si estuviera de vuelta de todo.
Me encantará seguir hablando de Gil de Biedma. Iré subiendo otros textos suyos. (Por cierto, te aconsejo que le eches un vistazo a «Así me basta» de Ángel González, si no lo conoces, porque he subido un audio precioso al blog). Siempre que puedo subo recitados.
Tengo noticia de la exposición de la Pedrera, pero desgraciadamente no he podido ir, porque actualmente resido en Sevilla.
Saludos.
Muy acertado en gran parte de las cosas que dices sobre el poema salvo algunos matices. Sí es cierto que jaime Gil de Biedma buscaba la Venus Celeste tras cada Venus Pandemo, él mismo reconocía siempre que «no había sido jamás capaz de acostarse con alguien sin haber estado enamorado, aunque fuese durante una sola noche». No obstante, el poema, que no es sino una confesión a su amante del momento, habla de los «cuatrocientos cuerpos» como cifra algo alargada en relación a su voceada promiscuidad, lo cual hace que, aunque algo cínica, sea una confesión de amor aún más impresionante. Y por cierto, lo de «mujeriego» supongo que será un eufemismo, no sólo porque – a pesar de mantener alguna que otra relación con mujeres- fuese homosexual (ahí están sus diarios donde habla con total naturalidad del tema), sino que la estrofa en la que cuenta los múltiples encuentros no es demasiado difícil ver escenas de «cruising» homosexual. Un saludo
Kavafis, la verdad es que no usé la palabra mujeriego por eufemismo. No creo que la homosexualidad sea algo en lo que haya que usarlos. Más bien fue una limitación del lenguaje, que ha acuñado una palabra como mujeriego pero no tiene ninguna para lo contrario. He preferido cambiar esta palabra por si acaso para que no haya malentendidos.
Ese poema es muy malo. De hecho, no es ni poema. A cualquier cosa le llaman hoy poesía.
Uno de los mejores poemas de Gil de Biedma, que a su vez es uno de los mejores poetas españoles de todo el S. XX.
Creo que el hecho de ser homosexual da a su poesía un tono esencialista -que también se ve en Cernuda- que facilita la identificación por parte del receptor.
Saludos.