Fragmento del adagietto de la 5ª sinfonía de Gustav Malher
Muerte en Venecia es una de las obras más grandes que jamás haya existido en la Humanidad, no sólo porque en ella se trate la que tal vez sea la mayor preocupación del ser humano desde el principio de los tiempos, sino porque al pensar en Muerte en Venecia hay que pensar en el sublime diálogo y en la comunión absoluta entre las artes. Porque Muerte en Venecia no es únicamente literatura, es además cine y música. No seré el primero ni el último en señalar esta peculiar unión que se produce en Muerte en Venecia, y como ejemplo conocido sólo hay que citar el magistral estudio de Federico Sopeña. Pero el valor de esta obra no reside en su carácter aglutinador, sino en la grandeza de los tres genios que se unen para articular uno de los mundos más sublimes ideados jamás por el hombre: Thomas Mann, Luchino Visconti y Gustav Malher. Estos tres artistas son los creadores de Muerte en Venecia, aunque el proyecto inicial fuera de Mann. Luchino consiguió lo que en principio parecía imposible: superar la novela de Mann; y además unió para siempre a Malher con Muerte en Venecia.
Lo que consiguió Visconti fue una hazaña titánica. En una primera lectura de Muerte en Venecia saltan a la vista las dificultades de una obra de tales características para ser llevada al cine. Esta obra se desarrolla siguiendo la técnica del monólogo interior, lo que hace que el lector sepa en todo momento lo que está pensando el personaje. Además, es evidente que la obra prácticamente carece de diálogos, salvo en contadas ocasiones. Sólo hay que pensar en la dificultad de llevar a la pantalla una novela con semejante estructura. Visconti era consciente de lo importante que se volvía la imagen, ya que el diálogo se ve considerablemente reducido con respecto a una película normal. Así fue como se enfrentó al inmenso problema de comunicar a través de las imágenes. Y consiguió salir victorioso, puesto que el resultado es inmejorable, incluso superior a la fuente original.
Visconti solventó estos problemas señalados a través de la utilización de dos técnicas. No era fácil expresar la psicología del personaje sin utilizar en ningún momento el monólogo interior, y por eso utilizó dos elementos propios del cine: el flashback y la música. El protagonista, el profesor Aschenbach, interpretado magistralmente por Dick Bogarde, no menciona su estado de ánimo, lo que hace que el personaje sea mucho más ambiguo –como quedará demostrado más adelante, la ambigüedad del filme es mayor que la de la novela, donde todo queda mucho más explícito–. Hay tres momentos claves donde las emociones de Aschenbach sobrecogen al espectador: en el comienzo, en la parte intermedia, y en el final. No son momentos elegidos al azar, sino que responden a una evidente intención estructuradora. Estos tres momentos quedan maravillosamente explicitados por la pluma de Thomas Mann, pero en Visconti se corresponden con tres sacudidas en imagen y sonido. Visconti ha sabido transmitir a través de la imagen de Venecia, pero sobre todo a través del adagietto de Malher. En estos tres intensos momentos el adagietto de Malher nos sobrecoge, nos fascina, nos hace sentir lo que Aschenbach está sintiendo, sentir su alegría al llegar a Venecia, su pena, su angustia, su liberación, nos hace temblar. De alguna forma Visconti intuyó que Malher había compuesto su adagietto para unirse inmortalmente a Muerte en Venecia. Ya no podemos imaginar el uno sin el otro, unidos para siempre, à tout jamais.
La otra técnica que utiliza Visconti es el flashback. Esto realmente se hacía necesario para transmitir la lucha interior del personaje, puesto que el monólogo interior ha quedado desechado. En estos tres flashbacks –que coinciden en número con la utilización del adagietto–, hay un desdoblamiento del personaje principal, del profesor Aschenbach, en un alter ego completamente opuesto, su amigo Alfred, que nos recuerda a la relación entre el pintor Hallward y lord Henry Wotton de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Habría que interpretar este personaje dentro de la línea freudiana, como la lucha eterna que se produce en todo ser humano entre el consciente y el subconsciente, en donde se manifiestan los deseos reprimidos. Así es como se debe entender el enfrentamiento entre estos dos personajes, como el enfrentamiento entre los lados apolíneo y báquico, entre el caballo blanco y el caballo negro platónico. Esta tensión está presente en toda la Humanidad, porque forma parte de la naturaleza humana. Este es uno de los grandes temas de Muerte en Venecia, y seguramente este tema universal hace que la obra sea también universal.
Visconti optó por desechar el primer capítulo del libro. En un principio había rodado esas primeras escenas, con el paseo de Aschenbach por Munich, e incluso las fotos del trabajo indican que Visconti había conseguido grandes resultados visuales. Pero Visconti juzgó que estas primeras secuencias tenían una escasa funcionalidad rítmica, como señala Lino Mucciché. En efecto, el primer capítulo de Muerte en Venecia hace que el ritmo de la novela sea más lento, y en ciertos momentos su lectura se vuelve incluso enojosa, ya que no se comprende dentro del marco temático de la obra. Visconti supo aprovechar la llegada de Aschenbach a Venecia para crear una magnífica obertura, todo un festín para los sentidos. Otro cambio más introducido por Visconti es hacer que el protagonista, Aschenbach, no sea un escritor, sino un compositor. Está claro que Thomas Mann había pensado en Aschenbach como un posible reflejo de sí mismo, una proyección sobre el papel, porque incluso se sabe que Muerte en Venecia está inspirada en una experiencia real de Thomas Mann, y que Tadzio existió realmente. Visconti decide cambiar al personaje y convertirlo en compositor para establecer entre Gustav Malher y Gustav Aschenbach, para conseguir mayor expresividad fílmica, y debido a otras razones –Thomas Mann siguió con interés los últimos momentos de Gustav Malher y no cabe duda de que parcialmente se inspiró en él cuando creó su personaje–.
Se ha relacionado y comparado mucho la Muerte en Venecia de Visconti con El Ángel Azul de Joseph von Sternberg, película que supuso la consagración oficial y universal de Marlene Dietrich. Existe un paralelismo evidente en la temática de las dos obras: sendos hombres de edad madura y reputación respetable sienten una profunda atracción amorosa en contra de los cánones de la sociedad, y ambos se entregan a ella irrefrenablemente. Y por supuesto, también comparten su trágica transformación física, a través del maquillaje, y su solitario final, que en el caso de Aschenbach está prefigurado a través de una ironía trágica en el anciano maquillado que se encuentra en su llegada a Venecia. Pero no se puede comparar la pasión que el profesor Inmanuel Rath siente hacia la cantante de cabaret Lola-Lola con el deseo amoroso que atrae al profesor Aschenbach hacia el joven Tadzio. En un primer acercamiento superficial las similitudes saltan a la vista, ya que la Muerte en Venecia de Visconti es más ambigua que la de Thomas Mann, pero si se tiene en cuenta el texto de Mann es fácil llegar a la conclusión de que su objetivo era llegar más lejos que una simple atracción física; y es precisamente en ese punto donde las dos películas divergen.
Aschenbach significa traducido literalmente “arroyo de cenizas”. La utilización que hace Mann de un nombre parlante sirve para situar desde el primer momento una atmósfera de decadentismo en la obra. La utilización de los flashbacks sirve para marcar la naturaleza doble del personaje, su conflicto interior, pero Aschenbach es en sí mismo un ser apolíneo. Hay un claro paralelismo entre el mito de Penteo y Aschenbach. Ambos decidieron renunciar por completo a los placeres de la vida, al mundo báquico de los sentidos. Esta renuncia lleva a los dos personajes a un descontrol de su lado báquico y a la completa destrucción. Penteo murió a manos de las bacantes, Aschenbach murió embargado por sus sentidos. La muerte los une. Pero a través de este personaje se plantea la cuestión eterna y universal del arte. Muerte en Venecia nos muestra la decadencia de un artista que ha ignorado completamente los sentidos, y que sigue únicamente el camino de la razón. Es un personaje insatisfecho consigo mismo, incompleto; y sus obras, a pesar de tener cierto reconocimiento –reconocimiento que Visconti no acepta–, no pueden ser consideradas como geniales. El planteamiento de Mann es el de un arte apolíneo, intelectual, como algo insatisfactorio.
Aschenbach, al igual que los elefantes, va a morir a un territorio mítico, que se presenta con la forma de Venecia. Es evidente que la ciudad no ha sido elegida al azar por Thomas Mann, sino que buscaba un lugar que fuese símbolo de la belleza para representar mejor esa búsqueda. Pero la belleza de Venecia aparece en la obra de Mann con una violenta decadencia, asediada por la peste. La novela logra crear un ambiente opresivo que Visconti no habría logrado recrear con tanta eficacia como Mann. Además, Visconti –según mi punto de vista– desaprovechó la oportunidad de utilizar la belleza de la ciudad como telón de fondo, que sólo aparece con más esplendor al comienzo del filme. Esta Venecia se convierte en una especie de Infierno bello, en donde Aschenbach, llevado por un gondolero maldito –una especie de Caronte–, queda encadenado, sin la posibilidad de huir, como si fuera un prisionero longjumeauiano, al más puro estilo de Leon Bloy –ya que cuando lo intenta el destino o el azar lo impiden–.
Entonces surge Tadzio, el pequeño efebo, el Bello, el Absoluto Tadzio, el hermoso Björn Andersen. No es necesario decir que Tadzio es el símbolo de la Belleza y de la Verdad platónicas. Quienes hablar de homosexualidad en Muerte en Venecia demuestran un desconocimiento completo de las intenciones iniciales y de las fuentes de Thomas Mann. Si bien es cierto que Visconti consigue mayor ambigüedad, debido a que no utiliza el monólogo interior, y a la falta de referencias que Mann sí hace. El carácter platónico de la obra es evidente, pero incluso dentro de esta evidencia, Mann creyó necesario incluir una referencia directa a Platón, a su diálogo Fedón, para que no hubiera lugar a dudas. Esta referencia la introduce intencionalmente al final de la novela, cuando el conflicto amoroso ha inquietado al lector, y sirve a modo de conclusión, en las últimas páginas. Cabe plantearse si la obra necesita o no este fragmento. Mann lo creyó oportuno, Visconti en cambio no. Es necesario volver al pasaje íntegro para comprender mejor sus implicaciones:
Porque la belleza, Fedón, nótalo bien, sólo la belleza es al mismo tiempo divina y perceptible. Por eso es el camino de lo sensible, el camino que lleva al artista hacia el espíritu. Pero ¿crees tú, amado mío, que podrá alcanzar alguna vez sabiduría y verdadera dignidad humana aquel para quien el camino que lleva al espíritu pasa por los sentidos? ¿O crees más bien (abandono la decisión a tu criterio) que éste es un camino peligroso, un camino de pecado y perdición, que necesariamente lleva al extravío? Porque has de saber que nosotros, los poetas, no podemos andar el camino de la belleza sin que Eros nos acompañe y nos sirva de guía; y que si podemos ser héroes y disciplinados guerreros a nuestro modo, nos parecemos, sin embargo, a las mujeres, pues nuestro ensalzamiento es la pasión, y nuestras ansias han de ser de amor. Tal es nuestra gloria y tal es nuestra vergüenza. ¿Comprendes ahora cómo nosotros, los poetas, no podemos ser ni sabios ni dignos? ¿Comprendes que necesariamente he-mos de extraviarnos, que hemos de ser necesariamente concupiscentes y aventureros de los sentidos? La maestría de nuestro estilo es falsa, fingida e insensata; nuestra gloria y estimación, pura farsa; altamente ridícula, la confianza que el pueblo nos otorga. Empresa desatinada y condenable es querer educar por el arte al pueblo y a la juventud. ¿Pues cómo habría de servir para educar a alguien aquel en quien alienta de un modo innato una tendencia natural e incorregible hacia el abismo? Cierto es que quisiéramos negarlo y adquirir una actitud de dignidad; pero, como quiera que procedamos, ese abismo nos atrae. Así, por ejemplo, renegamos del conocimiento libertador, pues el conocimiento, Fedón, carece de severidad y disciplina; es sabio, comprensivo, perdona, no tiene forma ni decoro posibles, simpatiza con el abis-mo; es ya el mismo abismo. Lo rechazamos, pues, con decisión, y en adelante nuestros esfuerzos se dirigen tan sólo a la belleza; es decir, a la sencillez, a la grandeza y a la nueva disciplina, a la nueva inocencia y a la forma; pero inocencia y forma, Fedón, conduce a la embriaguez y al deseo, dirigen quizás al espíritu noble hacia el espantoso delito del sentimiento que condena como infame su propia severidad estética; lo llevan al abismo, ellos también, lo llevan al abismo. Y nosotros, los poetas, caemos al abismo porque no podemos emprender el vuelo hacia arriba rectamente, sólo podemos extraviarnos. Ahora me voy, Fedón; quédate tú aquí, y sólo cuando ya hayas dejado de verme, vete también tú.
El Fedón es el diálogo que relata los últimos momentos antes de que Sócrates se suicidara tomándose la cicuta. Durante estos momentos, el apacible maestro, no desaprovecha la ocasión para instruir a sus alumnos, incluyendo a Fedón, que da nombre al diálogo, en la inmortalidad del alma. En este fragmento Sócrates habla de una de las cuestiones que más interesaban a Platón, la posibilidad de alcanzar la Belleza y la Inmortalidad a través de los sentidos. Sócrates afirma que no es posible, y que por ello el poeta está condenado al abismo, a la perdición, a la muerte. Es ahí donde se sitúa Aschenbach, con su búsqueda de la Belleza y su muerte. Y esta pregunta es lo que hace que Muerte en Venecia sea una obra maestra, porque es la pregunta que ha atormentado a los artistas desde el comienzo de los tiempos. El arte es un ámbito humano que se expresa a través de los sentidos; sin embargo, aunque su manifestación es sensorial, sus sensaciones y emociones se producen en el alma. La gran pregunta es: ¿es posible que el arte conduzca a la Belleza, que nos haga inmortales si nace de los sentidos, que es lo más puramente físico? Esta es la gran pregunta de Muerte en Venecia. Pero además de dar como respuesta un evidente sí, Muerte en Venecia va más allá, planteándose de qué forma se conectan estas dos facetas humanas, lo físico o sensorial –y por lo tanto perecedero–con lo espiritual o inmortal.
Es por eso que no se puede juzgar a la ligera Muerte en Venecia como una obra de carácter erótico. El amor de Aschenbach hacia Tadzio es platónico, no físico, al igual que el amor que Catulo siente hacia el pequeño Juvencio. Así, el poeta latino escribe alguno de los versos más encendidos de la poesía amorosa, como por ejemplo su poema XLVIII: mellitos oculos tuos, Iuuenti, / si quis me sinat usque basiare, / usque ad milia basiem trecenta / nec numquam uidear satur futurus, / non si densior aridis aristis / sit nostrae seges osculationis. Pero no nos podemos dejar confundir con la pasión de estos versos, porque el amor que Catulo siente por Juvencio es un amor del alma, no un amor físico, y así queda demostrado en la advertencia que hace a Aurelio en el poema XV: commendo tibi me ac meos amores, / Aureli, ueniam peto pudentem, / ut, si quicquam animo tuo cupisti, / quod castum expeteres et integellum, / conserues puerum mihi pudice (…) quod si te mala mens furorque uecors / in tantam impulerit, sceleste, culpam, / ut nostrum insidiis caput lacessas, / a tum te miserum malique fati! / quem attractis pedibus patente porta / percurrent raphanique mugilesque. No es prudente simplificar la homosexualidad de la antigüedad clásica, ya que no es equivalente a la de hoy en día, sino que es mucho más compleja. Pero sería muy extenso detenerse ahora en este tema –que queda señalado en El Banquete–, pero hay que decir que en Aschenbach la homosexualidad se plantea en el sentido actual, y en el sentido platónico, lo que lo aleja del concepto de homosexualidad que se tiene hoy en día. Teniendo en cuenta la raíz platónica de la obra y su alejamiento del amor físico, salta a la vista lo que separa a Muerte en Venecia de El Ángel Azul. Aunque esta consideración sólo se puede hacer teniendo en cuenta la obra de Mann, ya que Visconti eliminó cualquier referencia a Platón, haciendo que el fime fuera más ambiguo que el libro, y se pudiera prestar así a un mayor número de interpretaciones homoeróticas.
La interpretación simbólica es la más adecuada. Tadzio se convierte entonces en un símbolo de la Belleza y del Arte y el amor de Aschenbach es una búsqueda de esa Belleza del Arte y de la Inmortalidad. El personaje se había planteado esta búsqueda en un primer momento por el camino de la razón, pero parece que la búsqueda se vuelve infructuosa. Es a través de los sentidos que Aschenbach conoce a Tadzio, y se enamora del ideal de Belleza. No es necesario señalar la frivolidad de una expresión como amor a primera vista, que parece fruto de una mera atracción por las apariencias. Este es el problema capital de Muerte en Venecia. Lo que siente Aschenbach por Tadzio no es atracción física, sino que se enamora de su alma, pero a través de su cuerpo. Esta es precisamente la vía que reconocía Platón: al amor del alma se accede a través del amor al cuerpo. Se puede decir que el amor al cuerpo es un escalón previo para llegar al amor del alma, que es donde se consigue vislumbrar la Belleza. No deja de ser, de todos modos, una cuestión controvertida la de acceder al alma a través del cuerpo, y acceder a la inmortalidad a través de algo tan perecedero como los sentidos. Thomas Mann parecía convencido de esa posibilidad, pero esta será una cuestión que se planteará eternamente el arte, porque es el mayor de todos sus misterios –y en realidad está bien que así sea–.
Thomas Mann sí parece creer que a través de los sentidos se acceda a la Belleza, a pesar de esa cita tan aparentemente negativa de Platón. Hay que tener en cuenta la frase del poeta alemán Karl August von Platen: “quien ha contemplado con sus ojos la belleza está ya consagrado a la muerte”. Visconti conocía bien esta frase, y era consciente de sus implicaciones. Esta frase se inserta dentro de una larga tradición, que aparece ya en el Antiguo Testamento. Ahí se dice que contemplar el rostro de Dios conlleva la muerte. El tema de que la contemplación de la Belleza y la Verdad deriva inevitablemente en la muerte también es tratado por Borges en uno de sus mejores relatos, La máscara y el espejo, y en algunos relatos más. También es un tema que aparece en la Primera Elegía de Duino de Rainer María Rilke. Puesto que la contemplación de la Belleza conlleva a la muerte, si el personaje muere, se comprende que pudo vislumbrar finalmente lo que tanto había buscado. La búsqueda que hace el artista de la Belleza es lo que ha preocupado al arte de todas las épocas, y es lo que hace que sea un tema universal. Este problema ya se lo había planteado Horacio –que como siempre se lo había cuestionado todo–, y para él el artista nunca podría alcanzar la Belleza absoluta, de tal forma que Apolo, el artista, estaba eternamente condenado a besar la piedra de su Dafne, pero nunca a poseerla, sino sólo a contemplarla. Y así es precisamente como debe ser, porque si un artista alcanzara la Belleza absoluta, el arte ya dejaría de tener sentido, porque ya no podría ir más allá. El hecho de que sea algo inalcanzable es precisamente lo que posibilita que nunca se agote, que la búsqueda sea constante, en todos los tiempos, y que la preocupación del ser humano le lleve a crear siempre nuevas obras.
Aschenbach alcanza la Belleza, pero ésta es inefable, y jamás puede ser expresada, porque “quien ha contemplado con sus ojos la belleza está ya consagrado a la muerte”. Sin embargo, una paradoja nos sacude: la decadencia física y anímica del personaje frente a la inmortalidad de su encuentro con la Belleza. El momento final alcanza un patetismo hiperbólico, que hace que nos compadezcamos de Aschenbach, que muere solo, triste y agobiado, con una gota de tinte negro chorreándole por la sien. La duda que nos asediará eternamente es si Aschenbach murió feliz o no. La degradación física del personaje no tiene por qué corresponderse con una degradación moral, y aunque en apariencia el personaje se vuelve un tanto grotesco, en su interior tal vez está experimentando la experiencia más importante que pueda tener un ser humano. La imagen final que prefiere darnos Visconti no es exactamente la misma que la que escribe Thomas Mann: En un instante dado se levantó para encontrar la mirada, pero cayó de bruces, de modo que sus ojos tenían que mirar de abajo arriba, mientras su rostro tomaba la expresión cansada, dulcemente desfallecida, de un adormecimiento profundo. Sin embargo, le parecía que, desde lejos, el pálido y amable mancebo le sonreía y le saludaba. Aschenbach ha caído de bruces, pero ve cómo Tadzio le sonríe desde lejos. El mar es un elemento cargado de simbología en este momento, sobre todo al estar Tadzio en la orilla, señalándole el horizonte, ya que el mar se considera desde la Antigüedad como el origen de la vida y del amor, el lugar de nacimiento de la diosa Afrodita. Parece que Tadzio hace una invitación a Aschenbach a volver a los orígenes de la vida, donde seguramente se esconde la auténtica Verdad. Visconti logra recrear esa Belleza a través de las imágenes y de la música del adagietto de Malher, en el que tal vez sea el momento más sobrecogedor y sublime de la historia del cine.
¡¡Por fin he podido subirlo!! Podría decir mil cosas más sobre esta maravillosa película, pero he preferido moderarme para no hacer demasiado pesada su lectura.
Espero que leer esto os anime a verla si no lo habéis hecho, porque no os arrepentiréis.
Bueno, se nota que llevas tiempo trabajando en el artículo, la verdad es que se ve muy elaborado.
Para saber a qué se refiere Muerte en Venecia hay que leerla, la verdad. Y digo saber sólo a qué se refiere, supongo que para llegar a comprenderla más profundamente serían necesarias más relecturas (espero hacerlas en un futuro); me refiero a esto porque es de ese tipo de novelas que son imposibles de resumir en diez líneas. Por supuesto sí se puede explicar el argumento, pero este argumento da al rpincipio una idea totalmente equívoca del contenido real de las páginas. Me estoy remitiendo a mi propia experiencia, por supuesto. Un escritor en el ocaso de su vida se traslada a Venecia para huir, y allí se enamora de un adolescente polonés. ¿Homosexualidad? Desde luego, no. El amor de Aschenbach va, por supuesto, mucho más allá de sexo o incluso edad, ni siquiera se puede entender a Tadzio como un simple «adolescente polonés». Pero me estoy repitiendo en lo que tú ya has explicado muchísimo mejor 😛
Me queda por ver la película, en cuanto lo haga veré si puedo comentar algo más.
Besos
La verdad es que el libro me encanto. Lo termine de leer y bueno en principio no sabia como empezar el trabajo que tenía que hacer…pero cuando empece no veía tiempo de terminar.
Tengo muchisimas ganas de ver la película la verdad.
Muchos besos cielo.
Y lo prometido es deuda…
Ya vi la película. Es una película difícil. No por la forma, muy sencilla de seguir, de esas películas con las que te dan ganas de coger el libro y tenerlo delante; sino por el desarrollo tan sumamente lento. Por otra parte inevitable, y lamento contradecirme.
Creo que el comentario que expuse sobre el libro podría remitirse exactamente igual a la película (y pocas adaptaciones pueden jactarse de recibir igual crítica que su libro)
Me quedo con dos cosas:
La primera Tadzio. Extraordinario el Tadzio de la película. Tanto por su sorprendente armonía de rasgos como por su actitud, esa actitud algo burlona y a la vez tan distante. Impresionantes los ojos y las miradas del chico.
La segunda la escena de la muerte de Aschenbach. El falso color rejuvenecido de su cabello chorreándole por las sienes, el semblante crispado y los ademanes de impotencia… hasta morir con la preciosa escena de Tadzio frente al mar.
par mie el libro de muerte en venecia es simplemente una muestra de la magia de la literatura que nos transporta ademas de sentimientos variados un aplio acervo de cultura y de comprencion a los sentimientos de las demas personas. Dicha hobra nos hace darnos cuenta y nos da muestra de el sentimiento de el profesor nos da unreflejo de la la represion de sus sentimientos pero tambien de el profundo amor a la belleza de un adolecente de ahi se desprende la importancia de entender a los demas.
Buenas tardes, felicito tu calificacion a tales rasgos como el joven Tadzio sabia demostras,ingenuamente.Soy una estudiante de Profesorado de Lengua y Literatura,eh leido el libro y lo estamos trabajando,necesitaria pedirte un favor,tengo un trabajo que entregar ,necesitaria el fragmento de la 5º sinfonía no se puede abrir,si te pudieras poner en contacto conmigo via mail : romina120@hotmail.com.
En espera de pronta respuesta.Saluda atte:Rosario
He leído con interés y satisfacción el artículo original y los comentarios posteriores. No puedo aportar nada significativo acerca de la novela o de la película. Decir que es de las pocas veces que novela y película, tomadas por separado, y tomadas en conjunto, son excelentes por sí mismas, juntas y separadas. Curiosamente reconozco en Visconti otro gran acierto: El gatopardo. Excelente la novela de Lampedusa, excelente la película de Visconti. Otro tanto con El Inocente (D’Annnunzio/Visconti).
Si… definitivamente excepcional, involucra todo el conflicto del «ser» desde sus inicios hasta el final.
siempre vigente.
Me parece una excelente forma de ver la película, he leido varios de los libros de la república y el banquete de Platón, también he leido la novela y visto la película y me parece que refleja bien lo que quieres decir.
Aunque he de añadir que también se quiere negar el descubrimiento de la homosexualidad, que si bien él quiere al alma del joven, no hay que negar que es el joven el que posee ese alma. No se debe alarmar uno por esto, sino simplemente aceptarlo positivamente como consideración que la belleza no tiene sexo.
Acabo de ver ahora mismo esta película. Me hice con ella por otros motivos pero por una cita de mi profesora de filosofía a esta película me he terminado de decidir a verla…por su relación conel Fedón de Platón…y tras leer lo que has puesto me alegro mucho de haberla visto…
Hola, felicitaciones por el artículo, la película es ciertamente una de las más maravillosas de la historia, si no la más. Sumamente interesante las referencias tambien a Rilke, y a Platón. Me podrías decir qué traducción del Fedón usaste en el artículo? No sé si es la mejor pero tiene una potencia que no encuentro en otras traducciones al castellano. En fin, saludos y gracias, Indira
(jueves, 18 octubre 2012 22:01)
He visto la película. El libro aún no lo he leído. Soy homosexual de 21 años. Entiendo que los homosexuales todos podemos sentirnos perfectamente identificados con la historia y en reconocer este sentimiento que genera el amor hacia otra persona del mismo sexo. Aunque el autor defina más como amor platónico o virtual.
Creo que todos quienes vimos la película buscabamos el momento que cruzaran palabra, no por supuesto nada físico porque desarmaría la estética, pero sí el cruce que se debían las situaciones, tal la supuesta condescencia de Tadzio, y el sútil enamoramiento y voyeurismo del músico.
Como síntesis, me ha fascinado, he comprado la película hace 1 año ya. Y cada tanto vuelvo a verla.
Después que escribí este post, fui a internet, para buscar que seria la vida de Tadzio, y encontré este material increible sobre el actual tadzio,hoy un hombre de 50 años que siente apesadumbrado aquella experiencia que le ha dejado una marca imborrable en su vida.
Seria interesante ( ahora para el autor de este fantastico blog ) hacer un trabajo de investigación de aquellos actores que han experimentado un antes y un despues de haber interpretado un film.
http://www.elmundo.es/magazine/2004/228/1076078608.html
Esta genial el escrito no teneis mucho q he conocido el libro me podrias decir como consigo la pelicula y los datos de la misma a mi correo por favor harry_potter_evans15@hotmail.com gracias
La pelicula me parece genial y en contra de lo que lei en uno de los comentarios de después, no me parece lenta. También porque estoy acostumbrada a ver cine asiatico y dentro de sus producciones cinemtograficas como de su filosofia, el concepto tiempo-vacio es muy distinto. Por otra parte, veo en Tadzio, ademas de todo lo que se ha dicho anteriormente, una refeerencia homosexual. No me parece nada extraño ni me escandaliza ya que Visconti solia tratar temas que escandalizaban al entonces gobierno fascista.
También me parece de señalar la fotografia de la pelicula, de una picturalidad increible, en determinados fragmentos me parece estar viendo un cuadro de Sysley. Y en la magnifica escena del final, me parece fundamental el corte en la homogeneidad de la escena por un objeto cargado de sentido: una camara de fotos, que a su vez queda ambigua por el contraluz y nos recuerda a una camara de video, haciendo asi presente en este debate sobre el principio de las artes, la presencia del séptimo, el cine.
la peli es un puto mueeeeeeeeeerto, y kien diga lo contrario, miente.La sabinea esta aki partia de risa de vuestros comentarios pseudofilosoficos.mas gran hermano y menos tonterias!!anda a acostaros tos!!!! k os las dais de intelectuales y sois unos patatas.
Realmente me alegró mucho el haber encontrado este blog. El artículo es maravilloso y sustentaste muy bien las ideas mostradas en el libro. Hasta ahora no he visto la película, pero después de leer lo anterior me muero de ganas por hacerlo.
Yo leí «La Muerte en Venecia» en una época muy especial de mi vida, en la que todavía me encuentro. En primer lugar comencé a retomar la lectura que la había abandonado hace un par de años por otra pasión y creo que fue un libro perfecto para enamorarme de nuevo de ella, no solo por el gran tema que abarca sino por la hermosa descripción hipnotizante que maneja. Por otra parte se me atravezó un «Tadzio» en mi vida y eso hizo de la lectura una eterna comparación con mi situación.
Desde eso yo, que soy artista, me dí cuenta que mi búsqueda de la Belleza es impresionantemente obsesiva y que en este momento se basa principalmente en mi «Tadzio». Aunque en mi caso existe cierta atracción física, que para mi es imprescindible en esta búsqueda, sé que la atracción moral que veo a través de su cuerpo es indescriptible. Sin embargo como en la historia mi «Tadzio» no sabe de esto pero sospecha de ello.
Estoy realmente emocionado con este libro que merece ser reeleído por siempre.
Espero luego comentar acerca de la película.
holap!!! yo acabo de ver esta fenomenal pelicula y me ah parecido bellisima, un poco aburrida si,pero solo al principio x q luego va tomando forma; pero bueno creo q ver y leer la historia no es lo mismo verdad!! y para hacer una buena critica se necesita 1ro leer el libro y por supuesto haber visto la peli asi q mi comnt no cuenta muxo ya q aun no eh tenido la oportunidad de leer el libro.
pero creo q me fascinara si la peli pudo hacerlo no veo x q no lo haga el libro, muy buena toda tu perspectiva sobre MUERTE EN VENECIA!!
Ame encanto ver esta pelicula y la veria muchas veces , Tadzio es una belleza al mismo tiempo representa la pureza ,Bueno respecto al actor que lo interepreto no le fue bienluego de la pelicula , pero felizmente actualmente su vida esta cambiando
Tenía un halo muy lejano en la memoria relacionado a Fedón. Leí el libro hace mucho tiempo… luego de ver la peli. A los 20 años buscaba con avidez ver representadas mis intuiciones en algún lugar… y me sentí dicho con este texto. Este blog me conecta a esos tiempos. Gracias
[…] el Adagietto de la sinfonía número 5 en esa tratado suyo de vida, pulsiones y muerte, que es “Muerte en Venecia”(1971). Y ya nada fue igual en los repertorios musicales de la […]
[…] Extraido de un buen artículo de Alejandro Gamero en https://lapiedradesisifo.com/2005/02/23/muerte-en-venecia-muerte-en-belleza/ […]
Estimado amigo. En tu comentario hay un grave error que, dicho modestamente, tendrías que corregir, porque es importante. Thomas Mann hace referencia, al final de su «nouvelle», no al Fedón, sino al diálogo Fedro, que incluye dos discursos de Sócrates sobre el eros, tras el que Fedro le lee a su maestro, cuya autoría es de Lisias. El Fedón, pues, jamás es citado por Thomas Mann aquí. Gracias.