Dedicado a Antonio García Berrio
En el año 1998 el joven profesor Damien Shaeffer publicó un librito de apenas cien páginas titulado Sistemas de implicatura performativa. Este libro, que nacía como resultado de un curso de doctorado dictado en la universidad de Oxford, fue traducido a los pocos meses a todos los idiomas europeos, incluyendo el español, en un magnífico trabajo de A. Ruiz Villanueva, profesor de la universidad de Valencia. Este pequeño libro conmocionó inmediatamente al mundo académico, ya que proponía una revisión completamente innovadora de la teoría de la ostensión constitutiva de F. Lubbock, aplicado a los campos de implicatura performativa. Parecía que poco más podía ofrecernos el siglo XX, pero a dos años del final de siglo una nueva visión anularía todo el aparato teórico anterior y propondría una infinidad de caminos que aún hoy en día apenas si han sido explorados, a pesar de que el último recuento bibliográfico sobre la implicatura performativa llegue ya a casi trescientos títulos.
Yo no me acerqué al mundo académico hasta dos años después, pero para entonces la cuestión continuaba en su máximo apogeo. Las críticas de C. Newels y de W. Pabst sobre los conceptos de heterogeneidad dialéctica y sistemas lógico-referenciales de A. Ronsard, discípulo aventajado de Shaeffer, aparecidas en breves artículos en la revista Epistémica no había servido para invalidar las teorías de su preceptor. Tampoco los intentos de F. Rodway por señalar la invalidez de la implicatura performativa, derivación natural de la ostensión constitutiva, ya que Rodway olvida los obstáculos más importantes que se oponen a la transferencia de la esquematización del examen categorial a la actividad objetiva de la génesis perfomativa, pese a la brillantez de sus análisis aislados. Rodway, que ha dedicado incansablemente sus tres últimos años a encontrar fallos en la teoría de Shaeffer, como queda reflejado en sus dos últimas obras, Fallos en la ostensión de sistemas y Nuevos aspectos performativos, el último de ellos de muy reciente aparición, no ha llegado a conclusiones determinantes que lleven a invalidar los presupuestos teóricos hasta ahora afirmados.
Más certeras son algunas de las observaciones que hace Francisco Rey Prieto en su obra Análisis sintagmático de las formas. Rey llega a afirmar la necesidad de romper el hábito polémico como prejuicio aceptado de progresión científica –efectivamente, son de sobra conocidas las discrepancias formales entre Rodway y Shaeffer– y señala la necesidad de revisar el sistema tradicional cerradamente dialéctico como diferencias básicas expresivo-representativas, que se encuentra mucho más satisfactoriamente ponderado y formulado, que el inventario, exigiblemente estable y exhaustivo, al que deberían tender las necesidades de la teoría de la ostensión constitutiva. Por supuesto, la respuesta de A. Ronsard y del círculo de Salzburgo no se hizo esperar. Según Ronsard, no se trata sólo de defender la utilidad ni la condición razonable de atender a las verificaciones performativo-pragmáticas de la propuesta tradicional, sino de canalizar conceptual y expresivamente la referencia de la teoría de la ostensión. El círculo de Salzburgo, agrupados en torno a la figura de F. Rollin, se desmarca de lo apuntado por Rey Prieto afirmando que son cuando menos engañosas las apariencias de incuestionabilidad, por evidentes, de las clases históricas sobre la condición no meramente intuible, pero no por ello puramente hipotética o “teórica”, del sistema referencial.
Bajo el prisma más estricto de la instancia pragmático-receptiva se ve incrementada, naturalmente, la entidad comunicativa de las reglas ostensivas. De ahí que quienes se han inclinado últimamente por el estudio de los sistemas performativos desde este perfil, vengan tratando de forzar una imagen de la teoría ostensiva que llega a ser: o bien radicalmente negativa por simple desautorización de la legitimidad de una instancia autorial que pretenden elidir; o bien difusamente “institucional” o convencional, sin que se haya logrado fijar claramente hasta ahora niveles y rasgos generales de concretización genérico receptiva, precisamente a causa de la heterogeneidad irreductible de las reacciones receptoras. Este es el problema que sin duda tiene pendiente una resolución por parte de los sistemas performativos, cuando se ha alcanzado ya una integridad consciente amplificada mediante la estabilización definitiva del vector receptivo en el esquema pragmático. En esta última línea, la más funcional, ha trabajado A. Baehr en su obra Configuración referencial de los sistemas ostensivos, llegando incluso a preguntarse sobre el grado de interés y de necesidad respectivos que pueden ostentar ambas actitudes complementarias a propósito de la alocución distribucional.
Ahora que el campo de estudio está abierto parece que estamos sometidos al intento de validez de cualquier aportación, como es el caso de los trabajos de H. Rosso, Q. Severin y Antonio Vicente. El valor principal que hay que atribuir a todas estas matizadas modulaciones conceptuales respecto al concepto tradicional tal vez demasiado inicial y englobante de las estructuras naturales, es su pertinencia para ahondar con la imprescindible precisión cualquier programa novedoso de estudio teórico, y sobre todo para aquellas aportaciones que combinan ambas perspectivas como la que aquí venimos preconizando. De los análisis de Schaeffer resulta nítido, por tanto, la legitimidad compatible de un campo teórico de observación globalizante sobre las estructuras performativas, “preexistentes” al proceso de “modulación” reconocible en la realización individualizante. Esto invalida las propuestas de los estudios anteriormente mencionados y replantea nuevas posibilidades y al mismo tiempo nuevas necesidades metodológicas.
De la interdependencia entre la implicatura performativa y la constitutiva nace el análisis de P. Peak, primeramente refutada por F. Micha, y posteriormente por C. Newels y D Morson, pero defendida al mismo tiempo por Ronsard y por Grice. Los campos ostensivos muestran importantes deficiencias dentro del marco generativo-funcional, como demuestra W. Bovet, pero también importantes avances en el sistema dialéctico, como queda reflejado en P. Seidler o en A. Serra. La necesidad alocutiva del sistema diagmental se refleja en el campo categorial de las máximas constitutivas de Lakoff. Pero en cambio, el dialogismo de C. Rojas queda desostensibilizado del subacto reactivo evaluativo de Shaeffer, sin olvidar el relanzamiento de Rollin, tan importante para las secuencias indirectas y transformativas de Rodway. Si bien es cierto que la cohesión sustitutiva de la transferencia performativa aboga por la implicatura de la homología trivial, según el modificador tópico de las formas realizantes.
En el sistema de implicatura performativa de Shaeffer se permurtabiliza la ostensión funcional del relanzamiento diferenciológico y diadiferenciosustancial de L. Lewalski. Por otra parte, la holística renormalizable cuasiintransicional se relatifica en la invaluación revializativa y se dialogiza en diagmentos interimplicacionales y realzativos. La consecuencia es clara: la implicatura performativa alocutocional desfragmentabiliza la desferencia onomasiológica de la postervención infórica y percitativa.
Esto hace que el libro de Shaeffer, titulado Sistemas de implicatura performativa, a pesar de no haber dado todavía frutos concretos, ha abierto un campo de investigación tan extenso que ni una bibliografía de cientos de libros es capaz de abarcar una mínima parte. Todavía queda mucho por decir, por supuesto. Mi intención no era más que recoger algunos de los puntos de vista más significativos, contrastando el diferente valor de cada una de las aportaciones. Este amplio campo de estudio encontrará cobijo teórico intenso en los próximos años; y tal vez algunos de estos estudios responda a las necesidades teóricas propias de este nuevo siglo que empieza. El libro de Shaeffer sin embargo marcará un hito en el mundo académico.
Bibliografía:
Baehr, A., Configuración referencial de los sistemas ostensivos, 2002, Madrid, Gredos.
Bovet, W., Diferenciología infórica, 2003, Madrid, Taurus, 2 vols.
Grice, A., Invaluaciones revializativas, 2002, Madrid, Ariel.
Lakoff, K., “Diagmentos ostensivos”, Epistémica, 2000, Madrid, Al-Borak, 60-120.
Lewalski, L., Estados formales en fragmentación, 2003, Buenos Aires, Nova.
Lubbock, F., Teoría de la ostensión constitutiva, 1996, Barcelona, Ariel.
Micha F., Fallos dialogizantes del relanzamiento, 2000, Barcelona, Crítica.
Morson, D., Techniques d´expresision, 1999, París, Colloque de Strasbourg.
Newels, C. y Pabst W., “Refutaciones de sistemas lógico-referenciales”,
Espistémica, 1999, Madrid, Al-Borak, 127-60.
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Rey Prieto F., Análisis sintagmático de las formas, 2001, Madrid, Alhambra, 2 vols.
Ronsard, A., Hacia una implicatura más concisa, 1998, Vigo, Galaxia.
Ronsard, A., La performación interaccional, 2000, Madrid, Taurus.
Rodway, F., , Fallos en la ostensión de sistemas, 2000, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.
Rodway, F., Nuevos aspectos performativos, 2001, París, Les Belles Lettres.
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Rollin, F., Estructura y forma, 2000, Madrid, Taurus.
Rollin, F., Le pacte autobiographique, 2000, París, Seuil.
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Seidler, P., Tipologías masivas, 2003, Barcelona, Cupsa.
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Severin, Q., “Estudio preliminar”, Revista de estudios ostensivos, 2001, Cáceres, U. De Cáceres, 120-200.
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Shaeffer, D., Otra vez de nuevo sobre ostensión implicativa, 2003, Madrid, Taurus.
Vicente, A., “Nuevos conceptos relacionantes”, Revista de estudios ostensivos, 2002, Cáceres, U. De Cáceres, 23-46.
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