Bouvard y Pécuchet

Bouvard y Pécuchet

BOUVARD: ¡Joder, Pécuchet!, ¡cuánto tiempo sin verte!, pero dime, ¿qué es de tu vida?

PÉCUCHET: Pues estoy bastante jodido, para qué te voy a mentir.

BOUVARD: ¿Pero qué te pasa, hombre?

PÉCUCHET: Nada, que estaba haciendo un cursillo de monopangloto en fascículos por correspondencia y me he dado cuenta de que soy semi-inteligente.

BOUVARD: ¡Cuernoempanza!, lo siento mucho, Pécuchet, ¿se lo has dicho ya a tu familia?

PÉCUCHET: No me atrevo a hacerlo… ¡tengo miedo de que me echen de casa!, ¡ojalá fuera tan gilipollas como tú!

BOUVARD: Pero hombre, eso no es fácil. Son muchos años de estudiar patafísica y sus derivaciones intrínsecas.

PÉCUCHET: No sabes lo que te envidio, Bouvard. Me gustaría tener un cerebro unicelular y procariótico, como el tuyo. Pero no todos tenemos la suerte de ser tan imbéciles.

BOUVARD: A ver si puedo hacer algo por ti. ¿Has leído últimamente a Pauline Gagne? Es que me he hecho filoantropófago, como mi padre Ubú.

PÉCUCHET: La verdad es que me he pasado a Sacher Masoch. Me he dado cuenta de que la autocomplacencia sodomita en formato estándar me proporciona grandes ventajas en mis momentos de ocio.

BOUVARD: ¡Oh!, pero eso es perfecto. Dime, ¿alguna vez has pensado en donar tu hipotálamo a la filoantropofagia? Creo que podría hacer un gran bien a la Humanidad, y al mismo tiempo la operación te reportaría placenteros beneficios en el meato uretral.

PÉCUCHET: ¡Pues no lo había pensado!, pero creo que tienes razón… ¡trato hecho!, que os aproveche mi hipotálamo. A ver si así consigo ser un poco más idiota.

BOUVARD: Una cosa más, amigo Pécuchet.

PÉCUCHET: Dime, gran amigo.

BOUVARD: ¿Qué te parecería donar también tu órgano viril a la filoantropofagia? Es que como no hago nada en esta puta vida porque soy vago, mi familia pasa hambre.

PÉCUCHET: Ya veo, Bouvard, que no eras tan gilipollas como parecías. Más bien me parece que se te está empezando a ver el plumero.

BOUVARD: Me has pillado, Pécuchet. Es que tu semi-inteligencia es demasiado para mi absoluta estupidez de ameba.

PÉCUCHET: Bueno, no te preocupes. Búscate un buen látigo con pinchos del cinco y ya hablaremos.

BOUVARD: Muchas gracias, Pécuchet. Venga, cuando lo tenga iré a tu casa. Hasta luego.

PÉCUCHET: De nada, hombre, para eso estamos los amigos. Nos vemos luego, un abrazo.

Comentarios

comentarios