Giovanni Battista Piranesi, Autorretrato

Giovanni Battista Piranesi, Autorretrato

   Giovanni Battista Piranesi nació en Venecia en 1720 y murió en Roma en 1778. Piranesi ha pasado a la historia fundamentalmente por ser uno de los grandes grabadores de la Italia del siglo XVIII, aunque no hay que olvidar también su faceta de arquitecto, que determinará de forma crucial su producción pictórica. Es lógico que no se le suela recordar como arquitecto, ya que sólo acometió un trabajo: la remodelación de Santa María del Priorato –además del diseño de la Plaza de los Caballeros de Malta–. Más que como arquitecto el papel de Piranesi sería destacable como teórico de la arquitectura. En el momento que le toca vivir a Piranesi se produce una revitalización de la cultura y del arte grecolatino. El tópico de la época consistía en reconocer la superioridad artística y arquitectónica de Grecia por encima de Roma; ya que se suponía que el arte romano no era más que una mera prolongación del arte griego. Esto era lo que sostenían principalmente Winckelmann o Ramsay. Pero frente a los postulados de Winckelmann, Piranesi pretende demostrar exactamente lo contrario: la superioridad del arte y de la arquitectura romana. Para ello Piranesi enlaza la arquitectura romana no con la griega, sino con la etrusca y la egipcia, dotándola de una originalidad propia.

   Piranesi da forma a sus principios teóricos a través de sus grabados. Rechazar la tradición griega y afiliarse a la etrusca suponía importantes consecuencias arquitectónicas y pictóricas. Así por ejemplo, Piranesi utiliza con profusión sistemas arquitectónicos abovedados y de arquerías. Los elementos griegos quedan ensombrecidos, porque Piranesi elige aquellos rasgos que más le interesan teóricamente y los resalta, dejando a un lado todo aquello que no le interesa. De esta forma consigue ofrecer una imagen no fiel del pasado, sino que nos da su propia versión de la Antigüedad Romana. Esta visión afecta prácticamente a la totalidad de la obra de Piranesi.

   Una de sus obras imprescindibles es la serie Vetude di Roma, que son 135 estampas elaboradas mediante la técnica del aguafuerte a lo largo de casi treinta años, hasta prácticamente su muerte. En esta obra Piranesi recrea la grandeza de la Roma Imperial, y su derrumbamiento a través del tiempo. En este Vetude –el vetude se convirtió en un género en la época que consistía en paisajes urbanos– aparecen los monumentos más característicos de la iconografía romana. En estos grabados aparece explícito el viejo tema del tempus fugit, reflejado en la piedra ajada y manchada por la vegetación. Al someter la magnificencia romana al paso del tiempo queda resaltado un cierto sabor desesperanzador, a muerte. Todo lo que vemos, incluso las construcciones más descomunales, están sometidas al paso del tiempo, y algún día acabarán desapareciendo. A pesar del aspecto envejecido que presentan las construcciones, sus gradados logran transmitir esa grandeza imperial perdida.

Carceri d'invenzione, portada de la segunda versión de 1760

Carceri d’invenzione, portada de la segunda versión de 1760

   Pero el mensaje de Piranesi es aún más devastador en otra de sus obras. En 1740, a la edad de veinte años, Piranesi abandona Venecia y se traslada a Roma. Es como sin el arquitecto necesitara estar en el centro exacto del antiguo imperio para concebir la que seguramente sea su gran obra maestra. En 1745 se publican las Carceri d’invenzione –fechadas en 1742–. En 1761 aparece publicada una segunda versión de esta obra, en la que reelabora imágenes anteriores, y añade dos láminas más a las catorce que componían la primera versión. Esta nueva versión compuesta por dieciséis láminas se caracteriza por una mayor oscuridad. Las cárceles que nos muestra Piranesi en sus grabados son espacios oscuros, claustrofóbicos, angustiosos. El desconsuelo y el desasosiego nos invade ante la mera observación de una obra que parece realizada por una mente excesivamente retorcida. Son espacios dignos del Infierno dantesco, en algún lugar subterráneo, donde la ausencia de aire asfixia y confunde a sus desgraciados moradores. En pleno siglo XVIII Piranesi realiza una obra dejándose llevar por el más puro irrealismo, completamente al margen de la razón, con una arquitectura sobrecargada y confusa, de pasillos y escaleras que no llevan a ninguna parte, o que llevan al punto de partida. El espacio aparece además lleno de extraños objetos: aparatos de tortura, pinchos, cuerdas, cadenas, estatuas, misteriosas tumbas e inscripciones, etc. La arquitectura laberíntica, llena de juegos visuales, recuerda a la de Escher, que seguramente tuvo influencias de Piranesi, como se comprueba constatando las similitudes entre su “Carceri, Plate XIV” y la famosa “Cascada” de Escher.

   A través de la iluminación Piranesi consigue crear un mundo subterráneo e infernal, sobrecogedor, un espacio de muerte y caos. No deja de ser curioso que un año después de la publicación de la primera versión de Las cárceles, en 1746, naciera Francisco de Goya, el Piranesi español en muchos sentidos. En pleno siglo de las luces, las sombras siempre saltan más a la vista. Precisamente se puede utilizar el aforismo goyesco de “el sueño de la razón produce monstruos” para definir a Las cárceles. Piranesi, al igual que Goya más tarde, explorará los lugares más ocultos y oscuros del alma humana. Ambos pintores son pertenecen al arte de lo horroroso y lo macabro, antecedentes directos del expresionismo que encontrará su culminación en el siglo XX, en autores como Francis Bacon. Piranesi utiliza, sin embargo, una técnica puramente romántica. El preromanticismo de Piranesi no es meramente exterior, por la utilización de ruinas antiguas y de lugares solitarios y misteriosos, que más tarde se pondrá de moda en pleno romanticismo. Bacon estudia la oscuridad del alma humana en el propio ser humano, a través del retrato, deformando los rasgos; Piranesi, en cambio, utiliza la técnica romántica de proyectar el alma en el paisaje, en sus sombrías cárceles. A fin de cuentas, la búsqueda expresionista de ambos autores, y la de Goya, tiene un objetivo similar. La figura humana tiene en Piranesi un carácter secundario, siempre para resaltar la pequeñez del hombre y su soledad frente a la desolación.

Carceri, Plate III

Carceri, Plate III

   Piranesi incluye diversos textos en sus grabados, para orientar la interpretación de los mismos. Así, por ejemplo, utiliza en su “Carcere XVI” dos citas extraídas de la Historia de Roma de Tito Livio, la primera de ellas referida a Ancus Marcius, el primer rey que ordena construir una cárcel en Roma: «ad terrorem increscentis audaciae». La segunda de ellas, también de Tito Livio, está referida al pasaje en que Horacio asesina a su hermana: «infame sceivs s… ri infelici suspe». De esta forma, Piranesi consigue anular parte de la ambigüedad de sus grabados, y dirige la interpretación de los mismos hacia un tipo de justicia romana muy particular.

   Sobre 1780 aparece publicada una novela de Horace Walpole titulada El castillo de Otranto, en donde la influencia de Piranesi se deja ver en la descripción de un tipo de espacio oscuro, tenebroso, de largos pasillos y escaleras interminables. Esta novela no es otra sino la que inagura el género de la novela gótica. Como se ve, la influencia de Piranesi no es menor en el ámbito de la literatura que en el de la arquitectura o la pintura. Asimismo influye en obras que se encuentran inmersas dentro del género gótico, como en Vathek de William Beckford –profundo admirador piranesiano– o El monje de Matthew Lewis. En realidad se puede decir que prácticamente en todos los grandes maestros del género del terror se encuentran influencias de Piranesi, ya sea en E.T.A Hoffmann, Anne Radcliffe, Percy Byshee Shelley, Lord Byron, Adelbert Von Chamisso, Edgar Allan Poe, Gustavo Adolfo Bécquer, o Theophile Gautier. Especialmente importante es, además, la influencia de Piranesi en De Quincey, que relata en Confesiones de un opiómano inglés cómo su amigo Coleridge le había iniciado en la oscura obra del grabador italiano, a quien presumían bajo el influjo de alguna droga –al igual que ellos mismos trabajaban bajo la influencia del opio–.

   Es posible que en la actualidad Piranesi, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo con Goya, sea más recordado por aquellos a los que influyó que por su propia obra. Pero de no haber sido por su genio tal vez no podrían haberse desarrollado tal y como lo han hecho la novela gótica o autores como Escher. Sin embargo, hay que pensar que la grandeza e importancia de Piranesi no reside tanto en aquellos a quienes influyó como en su propia obra, en sus grabados, que varios siglos después de haber sido creados aún nos siguen admirando, desconcertando y turbando. Es por eso que Piranesi se convierte en un autor expresionista imprescindible, alguien que trabaja de cara a las sombras del alma humana, y a quien es necesario visitar para conocer mejor todo lo que permanece oculto en nosotros mismos.

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