Uno de los primeros acercamientos de Ludwig Wittgenstein a la filosofía, como todo buen iniciado, fue El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer -Borges aprendió alemán únicamente para poder leer este libro en versión original-. Y una de las historias schopenhauerescas preferidas de Wittgenstein es la de los puercoespines, que aparece en Parerga y Paralipómena. Schopenhauer explica en esta historia que cuando los puercoespines tienen frío deciden reunirse todos y juntarse mucho para darse calor unos a otros. Por supuesto, la excesiva unión por parte de los animales tenía como resultado que se clavaran las espinas unos a otros, haciéndose daño.
Los puercoespines se veían en una situación comprometida, ya que por un lado tenían que elegir entre enfrentarse al frío o a las espinas de sus propios congéneres. La necesidad de calor los llevó a tomar una solución intermedia: seguirían reuniéndose, por necesidad biológica, pero procurando mantener una distancia de seguridad mínima, para evitar hacerse daño unos a otros. Así conseguían satisfacer su necesidad de calor y al mismo tiempo conseguían salvarse de las espinas.
No hay que pensar mucho para darse cuenta de que en la historia de Schopenhauer los humanos son los puercoespines. El miedo a la soledad, el miedo al yo y a la individualidad, el sentimiento gregario, o simplemente porque como señaló Aristóteles y como repitió Santo Tomás de Aquino el hombre es un animal político -es decir, social-, nos lleva a reunirnos en comunidades. Pero hay algo en forma de espina -ya sea el egoísmo, el odio, etc.-, que lleva a que si nos acercamos demasiado los seres humanos nos hacemos daño unos a otros. Por eso, la sociedad, siguiendo unas convenciones, establece una distancia mínima entre seres humanos. Esta distancia mínima es la de los buenos modales, el saber estar y la cortesía. De no existir nos pincharíamos unos a otros, y la convivencia sería insoportable.
Algunos hombres no necesitan la calidez de sus congéneres, porque la llevan incorporada en su interior. Por supuesto, se ven como bichos raros. Evitan reunirse en sociedad, porque no lo necesitan. Así se salvan de causar o de que les causen malestar. Siempre tiene que haber peces que naden contra corriente.
El dilema del herizo, una buena metafora utilizada por Schopenhauer, pero al igual que los puercoespines decidieron unirse para no morir de frío, los humanos nos acercamos a nuestros semejantes, aún sabiendo que podremos salir lastimados, pero está no es una mala desición porque en aislamiento el hombre deja de ser hombre y perezerá.
Es más, es necesario el acercamiento, así se liman las púas, aunque puede pasar mucho tiempo, eras enteras. Todo depende del frío que haga.
Prefiero ser introvertido (C. G. Jung) y no creo que el hombre estando solo perezca…. excelente post, gracias.
En realidad, los puercoespines si se juntan para dormir cuando hace frio…Sucede que cuando el bichito esta relajado, sus espinas se aplanan y no lastiman a los demás…cualquier semejanza con la realidad humana es mera coincidenicia jeje
tengo pinchos en la espalda, pero por delante no, para que cuanto te abrace no te pinche el corazón.
El koan lo resolvió Espinete
chida la picka pasenla bn bn jajaja
[…] lo que “en la práctica es lo mejor“) y también al erizo se refirió el filósofo Schopenhauer. Hace una similitud con los seres humanos: es bueno acercarnos mutuamente para darnos calor pero no […]