Amadís de Gaula

Amadís de Gaula

   Muchos pensarán que los best sellers son un invento de hace algunas décadas o de un poco antes, pero este tipo de literatura ya existía, salvando las distancias, desde la edad media. Las primeras alusiones al Amadís de Gaula aparecen a mediados del siglo XIV, cuando la épica juglaresca ya ha cerrado su ciclo. El Amadís es una prolongación del ciclo artúrico, que hacía más de un siglo que estaba triunfando en Francia con un profuso material novelístico. Las novelas de caballerías fueron los best sellers de los siglos XIV, XV y XVI, y especialmente el Amadís, que de entre todos los libros de caballería era el más estimado y valorado. Son numerosos los personajes importantes que confiesan la pasión que este libro despierta en ellos: Juan de Valdés, Carlos V, Hernán Cortés, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola. Incluso Cervantes, en el auto de fe que hicieron el barbero y el cura en la biblioteca de don Quijote, salvó el Amadís, diciendo que es el mejor de todos.

   Después de Amadís vino toda una caterva de continuadores: Esplandián, Florisando, Lisuarte de Grecia, Amadís de Grecia, Florisel de Niquea, etc. A medida que nos vamos alejando del original se aventuras se van volviendo más hiperbólicas, fantásticas y desmedidas; lo cual desagradaba en gran medida a los censores de la época, que entendían que los lectores podrían interpretar los hechos de esas historias como verdaderos, como ocurre con don Quijote. Amadís de Gaula es, sin embargo, la culminación del género. Las aventuras que encontramos en el Amadís son más mesuradas. Las fuerzas del mal se suelen representar en la figura de humanos, o como mucho gigantes; apareciendo un monstruo, el endriago, en una sola ocasión, aunque la magia y los encantamientos están presentes a lo largo de toda la obra, además de las profecías.

   No se sabe quién es el autor del Amadís. En un principio se discutía sobre su posible procedencia portuguesa, como parecían confirmar diversos aspectos temáticos, pero el hecho de que no haya aparecido ningún original portugués y que en Portugal el Amadís no haya tenido una línea continuadora parece indicar que el manuscrito original es castellano. El Amadís ha llegado hasta nuestros días en una versión de Garci-Rodríguez de Montalvo, regidor de Medina, editada en Zaragoza en 1508 –hay alusiones a una edición de 1486, pero no hay rastro de ella–. Según el propio Montalvo, él se limita a corregir los manuscritos originales, pulir el estilo y elaborar el cuarto y el quinto libro, los dos últimos. El papel de refundidor de Montalvo en el Amadís ha sido juzgado por la crítica de forma muy irregular. Blecua, como medievalista que es, limita el papel de Montalvo a mero ordenador de libros y capítulos, mientras que Menéndez Pelayo alaba su función. El caso es que, al ser un texto medieval revisado por un refundidor renacentista, encontramos combinados elementos muy heterogéneos, uniéndose códigos de honor de épocas muy distintas.

   El estilo que utiliza el Amadís es sencillo, primando ante todo la acción, y viéndose la descripción reducida al papel de ambientación, de telón de fondo, pero en un plano muy superfluo. En cuanto a la estructura, hay que señalar su carácter de estructura abierta, muy poco trabada, mediante episodios que se van añadiendo uno detrás de otro, y que tienen, por separado, una cierta autonomía. Sin embargo, la obra se puede estructurar mediante secuencias semánticas como las definidas por Propp, que serían la de situación inicial, conflicto, lucha por superar el conflicto, y resolución –la caída del héroe en desgracia y su posterior alzamiento, repetido en cada uno de los libros a lo largo de la obra–.

   En un ensayo titulado «Kafka y sus precursores», contenido en Otras inquisiciones, Borges defiende que los textos de Kafka influyen sus precursores. Lo que propone Borges no es un mero juego retórico, sino que trata de indicar que la lectura de Kafka condiciona el punto de vista que tenemos de aquellos que escribieron antes que él y que le anunciaban. Es la única forma que tenemos de decir que Zenón de Elea con su paradoja de Aquiles y la tortuga o León Bloy con su cuento «Los cautivos de Longjumeau», de los Cuentos descorteses, son kafkianos. Algo similar se podría decir que ocurre entre el Quijote y las novelas de caballerías. Así, cuando alguien lee el Amadís de Gaula hoy en día, no puede apartarse en ningún momento del Quijote, consiguiendo un punto de vista más enriquecedor, aunque muy diferente al que tuvieron los lectores de la época del Amadís, porque no hay que cometer el error de tratar de leer las obras como si fuéramos contemporáneos a ellas, como indica el propio Borges en «Pierre Menard, autor del Quijote», en Ficciones. Y esto se debe sobre todo a que no hay ningún lector que se acerque al Amadís que antes no haya leído el Quijote.

   Es precisamente el punto de vista quijotesco lo único que permite hoy en día la lectura del Amadís, que de cualquier otra forma no podría soportarse. Las novelas de caballerías ayudaron a crear la visión idealizada de la edad media y del código caballeresco que más tarde se explotará en el romanticismo. Pero dejando el idealismo a un lado, en el Amadís se ven guerreros que defienden la razón a fuerza de la espada: los más fuertes son los que están en posesión de la razón y del honor. El hecho de poner en duda la razón de un caballero supone entrar automáticamente en batalla con él, siendo el vencedor el más justo –es decir, Amadís–. Además de esta «ley del más fuerte» estas novelas muestran a caballeros soberbios, que van por los caminos supuestamente en busca de aventuras, pero que van constantemente provocando a otros caballeros, parece que intentando reafirmar su hombría mediante la espada. Además, sienten una indiferencia infinita por la vida de aquellos caballeros que no conocen. Así se entiende que don Quijote, en su discurso de las armas y las letras, tuviera en más valor las primeras que las segundas. Por último, se muestra un desprecio absoluto hacia la libertad de las mujeres, que al final de la obra son repartidas como ganado entre los caballeros más valientes y fuertes.

   Los personajes se mueven en un maniqueísmo simplificador. Amadís y Oriana no se apartan del bien en ningún momento, frente a Arcaláus, que es el guerrero y encantador malvado que trata de destruir a Amadís a lo largo de los cuatro libros. El honor del rey Lisuarte es más que dudoso, aunque en la obra quede manifiesto que su enfrentamiento con Amadís es a causa de gente envidiosa que consigue engañarlo. La simple disputa entre Lisuarte y Amadís por el enlace de Oriana con el emperador de Roma causa la muerte de miles y miles de caballeros, cuando el conflicto se resuelve fácilmente con el hallazgo de Esplandián, hijo de Amadís y de Oriana. Los caballeros aconsejan al rey Lisuarte que casar a Oriana con el emperador de Roma es un error –en ese momento sus amores con Amadís son secretos–, porque supone desheredar a la hija y mandarla lejos de la Gran Bretaña. Sin embargo, una vez resuelta la batalla y firmadas las paces, no hay ningún inconveniente en casar a la hija menor de Lisuarte, Leonoreta, con Arquisil, nuevo emperador de Roma.

   Es más, el código caballeresco hace posible que Galaor, hermano de Amadís e hijo del rey Perión, se enfrente a su padre y a su hermano a favor del rey Lisuarte, simplemente porque le ha jurado vasallaje. Es una pena que Galaor se pusiera enfermo en el momento de la batalla final, porque un enfrentamiento entre Galaor y Amadís en el campo de batalla podría haber tenido unas consecuencias dramáticas. Tampoco se entiende el odio absoluto que manifiesta Agrajes, primo de Amadís, al rey Lisuarte en el momento de la batalla, y que más tarde, cuando firmen las paces, todo se olvide y vuelvan a ser amigos íntimos.

   Y es que para alguien de hoy en día comprender y aceptar el código de honor de los libros de caballerías es algo muy complicado. Pero aunque el Amadís de Gaula sea un libro muy poco leído hoy en día por su sabor rancio, no ocurre así con su parodia quijotesca. A todas luces el Quijote es mejor caballero andante que Amadís, porque Amadís siempre sale triunfador de todos sus encuentros, mientras que don Quijote generalmente tiene tendencia a perder, a excepción de determinadas aventuras, como la batalla con el vizcaíno o la aventura del yelmo de Mambrino en la primera parte o la aventura del león en la segunda parte. El héroe fracasado, como ocurre con el Lazarillo, es el personaje característico de la novela moderna. La lección que nos enseña don Quijote es la de perseguir siempre nuestros sueños, la de intentar conseguir un mundo mejor, aunque todo se vuelvan en nuestra contra, aunque el mundo nos esté pidiendo a gritos no ser ayudado. Pero por más derrotas que se sufran, es necesario seguir siempre adelante. Amadís, en cambio, imparte la justicia para acrecentar su propia honra y su nombre, llevado por un afán egoísta. En cuestiones de amor el Quijote también es más puro, porque mientras Amadís ha consumado su amor por Oriana, don Quijote no ha visto a su amada Dulcinea más de dos veces en toda su vida.

   En la primera parte la parodia es mucho más evidente. De hecho, Cervantes estructura la primera parte de su Quijote siguiendo el modelo de Amadís. Divide su obra en cuatro libros, las aventuras se van sumando en forma de episodios autónomos, de tal forma que Cervantes podría haber añadido muchas más aventuras en cualquier momento sin que la obra hubiese sufrido ningún cambio importante. Además, llega al extremo de la parodia estructural al final del capítulo VIII, es decir, al final del primer libro, porque corta la batalla de don Quijote con el vizcaíno justo en el momento más interesante, como solían hacer los libros de caballerías. Además, utiliza episodios secundarios que distraen de la acción principal. A pesar de todo, se observa un cambio en la estructuración de la obra a partir del momento en que don Quijote entra en Sierra Morena. La segunda parte del Quijote muestra una estructura muchísimo más compleja, o tan compleja como la narrativa actual, porque es la obra que dio comienzo a la novela.

   Es por eso que el Quijote ha pasado a la historia de la literatura castellana como el mejor de los libros que se haya podido escribir, mientras que el Amadís de Gaula ha quedado simplemente como una de las fuentes que utiliza el Quijote a modo de parodia. Es una pena que Amadís no pudiera conocer a don Quijote de la Mancha, el mejor caballero andante de su siglo, del que podría haber aprendido la mesura más discreta y el honor caballeresco más alto que pudo alcanzar un hombre.

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