El niño empezó a treparse por el corpachón de su padre, que estaba amodorrado en la butaca, en medio de la gran siesta en medio del gran patio. Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sotorriéndose, se puso todo duro para ofrecer al juego del hijo una solidez de montaña. Y el niño lo fue escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del pecho, en los brazos, en los hombres, inmóviles como rocas. Cuando llegó a la cima nevada de la cabeza, el niño no vio a nadie.
–¡Papá, papá! –llamó a punto de llorar.
Un viento frío soplaba allá en lo alto, y el niño, hundido en la nieve, quería caminar y no podía.
–¡Papá, papá!
El niño se echó a llorar solo sobre el desolado pico de la montaña.
Enrique Anderson Imbert, El gato de Chesire, 1965.
El desarrollo que Anderson Imbert lleva a cabo en este microrrelato es impecable, ya que parte de una situación aparentemente cotidiana, y sólo con una frase consigue dar un giro inesperado. La concentración del microrrelato, pues, llevada a sus últimas consecuencias. Anderson Imbert consigue no caer en el humor paródico y burlón, al estilo de Rabelais, en que hubiera sido fácil caer tratando el tema de un ser de hiperbólicas dimensiones, y logra en pocas palabras alcanzar un calado profundo y desgarrador.
No es difícil adivinar que Anderson Imbert se refiere a la búsqueda de Dios. Dios aparece en este caso como un padre descomunal que, durmiendo una gran siesta, ofrece su enorme cuerpo a su hijo para que suba a través de él. En la cima, desgraciadamente, no hay nadie. Sólo frío y soledad. No hay posibilidad de avanzar, y tampoco de retroceder. Es en ese momento en que el hombre, llorando, gritando al más puro estilo unamuniano, invoca a su padre. Y es que los filósofos existencialistas –algo que ya hacía Nieztsche, y que había recogido de la filosofía griega, a la que conocía bien– nos recuerdan que la poesía y la filosofía hacen buenas migas, como en el caso de Jean Paul Sartre, de Simone de Beauvoir, o de Albert Camus.
Hola Alejandro,
Hace unos meses decidí crear un blog y estuve pensando en que nombre ponerle.
La principal razón para crearlo era que me sirviese como vía de escape ante el tedio, la monotonía y el marasmo en el que me sentía atrapado en mi vida laboral.
Mi estado anímico me recordaba al mito de Sísifo, especialmente al ensayo de Camus y por eso decidí llamar al blog «La maldición de Sísifo».
Ayer me comentaron que existía este blog. Y he venido a hacerte una visita.¡Somos casi tocayos!.
Pero algo nos diferencia: ¡Tú sabes escribir!
¿Filopoesia existencialista? Jejeje, una maravilla de cuento, dice mucho en muy pocas lineas. 🙂
Muchas gracias de nuevo, Telémaco5. Yo le puse este nombre porque quería me encanta este mito, porque la monotonía no me parece tan horrible, porque me gustaba como sonaba, y porque quería crear un espacio mítico, con leyes distintas a las del mundo lógico (y de la vieja y consagrada escuela hispanoamericana aprendí que la mejor forma es crear un tiempo circular).
Angelgris, jejeje. Me gusta esa palabra. En realidad todos estos filósofos que te he dicho están en la frontera con la literatura. Y después están los escritores del otro lado, como Herman Hesse o Borges. En cualquier caso, la hibridación siempre es enriquecedora.
Un saludo.
que tipo de cuento es?
que significa sotorriendose??
que significa sotorriendose…