LOE

LOE

   Estas palabras están dirigidas a todo el mundo en general, pero en especial a aquellos que son padres, porque, sin que la mayor parte de ellos lo sepan, el gobierno está poniendo en juego el futuro de sus hijos, abocándolos a la ignorancia más absoluta, en muchos casos rayana con el analfabetismo. Todos, tanto los que son padres como los que no, debemos estar preocupados por una cuestión tan fundamental como la educación, porque los jóvenes que se forman hoy en día son los pilares sobre los que se cimentará la sociedad del futuro. Cuanto menos educada esté una sociedad menos crítica será y menos libertades habrá, porque será más fácil de manipular.

   No hace mucho tiempo, cuando José María Aznar mandó tropas españolas a Iraq, prácticamente la totalidad del país se levantó en protesta. El descontento general se reflejó, aunque muchos se nieguen a reconocerlo, en las siguientes elecciones. Y es que en un país democrático los políticos no pueden hacer lo que les dé la gana, sin contar con el consentimiento del pueblo. No puede dejar de sorprender que, en cambio, no haya una protesta generalizada, salvo por grupos concretos, de un tema tan importante como es el de la ley educativa. La forma en que está actuando el gobierno ante esta cuestión, con una sospechosa rapidez, y la desinformación existente, contribuyen a que únicamente sean unos sectores determinados los que organicen las movilizaciones –unos sectores, por otra parte, más o menos amplios–.

   Por otra parte, aunque a todos nos une el desprecio hacia esta nueva ley educativa, no puedo estar de acuerdo con el punto de vista del que parten tanto los sectores radicales de izquierdas como los sectores católicos. La discusión ideológica, que es tan sana en una democracia, no va a llevar la situación a ninguna solución de acuerdo entre las partes. Este punto es tan obvio que no se comprende que unos y otros pierdan el tiempo discutiendo sobre el asunto cuando otras cuestiones básicas están en el aire. Es tan sencillo como que es imposible satisfacer las exigencias de todos y cada uno de los ciudadanos, sobre todo cuando hablamos de planteamientos completamente opuestos. El hecho de satisfacer un sector de la población significará siempre tener descontentos a otros. Lo deseable en una democracia es llegar a un punto en común que, no contentando plenamente a todos, cumpla unos requisitos fundamentales. Y después ya seguiremos perfilando la educación por el camino marcado.

   Por este motivo, ni siquiera me voy a plantear las cuestiones más debatidas sobre la LOE, es decir, la necesidad de que existan o no colegios concertados y de que se imparta una asignatura de religión evaluable o una asignatura de Educación para la Ciudadanía. Por supuesto que estos temas son importantes, pero plantearse algo así no deja de ser una frivolidad cuando hay jóvenes de quince y dieciséis años que apenas saben leer y escribir, porque no han tocado un libro o un periódico en toda su vida, o que tampoco saben multiplicar o dividir. Esto, que puede parecer una exageración por mi parte, es una realidad hoy en día, y la LOE da un paso más para que cada vez sea algo más habitual.

   Existen tres puntos fundamentales aberrantes en la LOE: los objetivos y la metodología, la relación que se establece entre el alumno y el profesorado y los criterios de evaluación. Realmente la novedad consiste únicamente en esta última cuestión, las dos primeras, en cambio, no hacen más que acentuar el camino marcado por la LOCE. Los objetivos se han ido bajando hasta llegar a un nivel alarmante: cada vez se le exige menos al alumno, lo cual es un círculo vicioso, porque el alumno, consciente de ello, cada vez se esfuerza menos. La metodología ya no se basa en el trabajo, el esfuerzo y la constancia; ahora se utilizan juegos y actividades lúdicas. Esto, que puede parecer rentable a corto y a medio plazo en la sociedad veloz en que nos movemos, a largo plazo resulta nefasto, porque la educación no puede ser un bien inmediato. La educación, como las cosas realmente importantes de la vida, es algo que requiere un su esfuerzo, y habrán de pasar algunos años para que obtener resultados positivos y apreciarla como se merece. Los planteamientos lúdicos en didáctica se pueden utilizar hasta cierta edad, pero fomentando igualmente estos valores como el esfuerzo o la constancia, para que al llegar a una edad se puedan enfrentar al estudio de forma seria.

   Una segunda cuestión preocupante, como ya he dicho, es la relación que se establece entre los alumnos y el profesorado. La penosa situación en que se encuentran los profesores en la LOCE no hace sino agravarse con la LOE. En muchísimos casos los profesores se sienten amenazados por sus alumnos, y no pueden hacer absolutamente nada al respecto. Para imponerle un castigo a un niño hay que convocar al Consejo Escolar y hasta que se hace efectiva la sanción pueden pasar meses, tiempo durante el cual el profesor tiene que seguir enfrentándose a ese alumno día a día. Puesto que no pueden ser castigados, los alumnos se sienten completamente libres para faltar al respeto a su profesor o para no cumplir con su deber de estudiante. Lo políticamente correcto ante el maltrato infantil está llegando a unos límites en los que el profesor tiene que rendirle auténtica pleitesía al alumno, que será el jefe de la situación en todo momento. La LOE llega hasta tal grado de estupidez que incluso un niño, a partir de los tres años, tiene derecho a hacer huelga, para lo cual únicamente tiene que constituir una reunión y comunicarlo a la dirección del centro, sin tener la necesidad de que sus padres lo sepan.

   El tercer punto, relativo a los criterios de evaluación, es una de las grandes novedades de la LOE. La nueva ley sólo permite repetir una vez por cada curso, en un máximo de dos cursos en cada ciclo. Esto significa que un niño puede repetir segundo y tercero de primaria una sola vez, y posteriormente pasar de curso con todas las asignaturas pendientes. Esta misma situación se puede repetir en secundaria, por lo que será posible encontrar en cursos superiores a alumnos que no sepan ni sumar ni restar. Una ley de este calibre está claramente enfocada hacia un aumento estrepitoso del fracaso escolar. Además, con la supresión de los exámenes de recuperación de septiembre, el niño podrá pasar un verano tranquilo, que es al fin y al cabo lo que parece que busca el gobierno.

   En fin, son tantas las aberraciones de la LOE que detenerme en todas y cada una de ellas significaría extenderme demasiado. Simplemente he dado unas pinceladas básicas, pero desde luego la cosa no termina aquí. Son muchísimas más las barbaridades planteadas por la LOE, que no hacen sino señalar hacia un desarrollo de la mediocridad y de la ignorancia de nuestros jóvenes. El problema plantea la necesidad de que haya un pacto de Estado entre PP y PSOE cimentado en un buen proyecto educativo –y desde luego un buen proyecto educativo no puede venir de políticos «enchaquetados» que no han tenido un contacto real con las aulas, porque si lo tuvieran no propondrían leyes utópicas –. No puede ser posible que en el 1990 se plantee un sistema educativo –LOGSE–, en el 2002 otro –LOCE– y ahora en el 2006 otro –LOE–. La educación debe estar al margen de las ideologías, porque este planteamiento es algo que nos perjudica a todos, a los educadores, a los padres y a los alumnos. El hecho de que el partido que llegue al poder deshaga todo el trabajo del partido anterior y construya una nueva ley resulta inquietante y desesperanzador, y debería movernos a todos a la reflexión. Como ya he dicho, la juventud es el pilar sobre el que se basa el futuro, y por desgracia los políticos están condenando de raíz esta sociedad futura.

   Soy consciente de que me dejo muchos puntos por tratar, pero he intentado tocar lo que desde mi punto de vista es más significativo. De todos modos, me parece interesante transcribir los motivos que expone la Asociación de Profesores de Secundaria para oponerse a la LOE. De todos los que he leído me han parecido, desde luego, los más razonables. Siento mucho si repito algunos aspectos, pero desde luego se repetirán las cuestiones más básicas e importantes.

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