Antes de alzar el grito al cielo afirmando que los jóvenes no leen o que leen poco –y mal– se debería hacer una breve reflexión sobre los hábitos de lectura de los padres. Porque el colegio podrá hacer las cosas mejor o peor, pero no hay la menor duda de que un niño que crece en un ambiente donde se valore la lectura acabará por ceder a los encantos de la letra escrita. Sin embargo, los padres no tienen tiempo, o tienen otros hobbies –porque leer no es una forma de conocimiento sino un pasatiempo– y pretenden que se moldee a sus hijos contra lo que han visto desde la cuna. Mal vamos por este camino. La literatura no conoce edades porque la escritura es sólo una de las formas de un dominio más vasto: el momento en que a un niño se le cuenta por primera vez un relato clásico está lleno de magia y de polvo de estrellas, porque el niño sentirá verdadera inquietud por el destino de Blancanieves o de Caperucita Roja. Después todo será distinto.
Aunque el libro de Roberto Cotroneo, Si una mañana de verano un niño –título que recuerda a Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino–, cuyo subtítulo es «Carta a mi hijo sobre el amor por los libros», se ha considerado precisamente como una obra de fomento de la lectura tiene una cierta ambigüedad que admite diversas lecturas, como ocurre también con otro libro similar como es La infancia recuperada de Fernando Savater. En un primer plano están el propio Cotroneo y su hijo de dos años y medio, Francesco, hacia el que se dirige la obra. Pero en el fondo el libro, antes incluso que a adolescentes, parece estar dirigido a padres que pretendan infundir en sus hijos el amor por la literatura, a través de un recorrido personal por autores y libros, entre los que están La isla del tesoro de Stevenson, El guardián entre el centeno de Salinger, Tierra baldía y La canción de amor de John Alfred Prufrock de Eliot y El malogrado de Thomas Bernhard.
A pesar de que la expresión es sencilla, amena y divulgativa, y los libros aparecen ordenados de menor a mayor dificultad, la elección de Eliot y de Thomas Bernhard hace sospechar en un lector no adolescente. Cotroneo se detiene en aspectos puntuales que le sirven para afianzar una actitud ante la literatura que es digna de elogio por su sinceridad y su humildad. Lejos de la pedantería crítica y literaria, Cotroneo propone un acercamiento a la literatura puramente lúdico, irreverente, desmitificador, incluso con el Ulises de Joyce, tratando de evitar todos aquellos fetiches eruditos que terminan ahogando a los lectores experimentados.
Pero la lectura que propone Cotroneo va más allá del juego convirtiéndose en una verdadera forma de conocimiento del mundo. Exprime por completo los textos a través de lecturas que evitan toda superficialidad: en La isla del tesoro se detiene en el miedo que provoca la sutil frontera entre el bien y el mal y en lo terrible que pueden resultar las aventuras –cuando en ellas está en juego la vida–, mientras que en El guardián entre el centeno entrevé el mundo de la adolescencia y el difícil paso de hacerse adulto. La dificultad aumenta considerablemente con Eliot y con Bernhard: en el primero destaca la desazón ante la mediocridad y la indecisión y en el segundo hace referencia al talento y al genio a través de la figura de Glenn Gould. En este último caso señala la confrontación entre Salieri y Mozart, entre el talento artesanal y el genio artístico, ensalzando por encima de toda inspiración el rigor y la disciplina intelectual y la aceptación de las propias posibilidades.
Para cerrar el libro Cotroneo inventa una fabulosa historia que tiene como protagonista al mismísimo Jorge Luis Borges. A través de una alegoría Cotroneo pone a dialogar unos libros con otros, y demuestra, cuando no la superioridad, la autonomía del mundo literario, utilizando para ello el célebre ensayo de Borges «Del culto de los libros», del que extrae numerosos fragmentos, que recalcan las ideas de Bacon y Carlely que equiparan el mundo con un libro y la famosa frase de Mallarmé de que todo está escrito para acabar en un libro. Es curioso que La infancia recuperada de Savater también acabe con una elogiosa referencia a Borges, aunque la lista de autores reseñados por el filósofo es más extensa.
El camino más fácil es posiblemente decir que los jóvenes no leen o leen poco. En cambio, algunos, como Cotroneo –o como C. S. Lewis en su momento–, no subestiman la imaginación de los niños ni pierden la esperanza de ganar la batalla a las consolas o a la televisión, y aún se siguen preguntando «¿y qué niño no ha creído ver en el cielo, una noche de verano en que no quiere dormirse, el velero de Peter Pan?» Porque en definitiva «también los libros serios, también los libros para adultos, también los difíciles no son otra cosa que veleros enmascarados, y que tienen el mismo encanto del velero de polvo de oro de Peter Pan».
me ha gustado mucho este post. el libro parece bueno. lo que no estoy de acuerdo en lo de que si en una casa donde los padres tengan buenos hábitos de lectura los hijos acaban cediendo al encanto de las letras… en mi casa nadie lee. Mi madre por vaga y mi padre porque nunca le han gustado los libros, en cambio yo… yo devoro los libros. No sé por qué… pero es así. Me fascina leer, escribir, corregir textos, traducir a otros idiomas si puedo. En fin. Es muy agradable. besos.
Excelente post. La infancia sin cuentos es un triste madurar hacia el desierto, porque el hábito de leer es dificil crearlo después de viejos. Hablando del velero de Peter Pan, en octubre embarcaré en él para ir a Londres ^^.
Un abrazo.
Conozco el libro que reseñas. Lo leí hace tiempo y me gustó mucho. Considero que es para todas las edades, para todos los que amen los libros. También un acercamiento para aquellos que no se sienten cercanos al mundo del libro. Es una invitación, un premio.
Tu post me ha interesado mucho y estoy muy de acuerdo con tus apreciaciones. A veces el hecho de ver a un padre o a una madre leyendo atrae al niño más que cualquier campaña de fomento de la lectura. Ver a alguien leer en silencio mientras el mundo se mueve alrededor, siempre me ha parecido un momento mágico.
Saludos
hola santino, estoy pensando en reeditar mi plantilla de blogia y me gustaria q me ayudaras si te es posible. ya me diras algo,ok?
Pues a mí me pasa justamente lo contrario… mi madre «devora» libros, desde siempre, y yo… no leo, no hay manera, ¿por qué? quizás por el empeño que ha puesto ella en estos últimos años para que lea… Hay que aprender a descubrir las cosas por uno mismo. Por mi forma de ser, no me gusta sentirme obligada a hacer nada, y es así como me siento cuando cojo un libro. ¿Solución?, creo que tiempo y paciencia para no dejar siempre un libro a medias…
Aunque me gusta leer otras cosas que no sean «libros» (incluso los idiomas), seguiré intentando aprender a leer de la manera que he visto y no me han obligado.
Hay muchas maneras de llegar a la lectura, por imitación o por rebeldía. El problema es encontrar el primer libro fascinador. Después, tener curiosidad. Yo pienso que esta es una época en la que mucha gente lee, y soy optimista.
Un saludo, Santino.
Exodus, tu caso es parecido al mío. En mi casa tampoco estaban muy presente los libros y yo también los devoro. No quiero decir que en una casa donde no se lea no pueda surgir la pasión por los libros, pero si los padres leen siempre es más fácil que el hijo adquiera este hábito. Por cierto, claro que te ayudo con lo de la plantilla.
Angelgris, es una gran noticia lo del viaje a Londres. Es uno de esos sitios a los que espero viajar próximamente.
Anónimo, creo que la clave está precisamente en lo que dice Gabriela. Hay que tomar la lectura como una actividad placentera, porque cualquier intento de intentar obligar a leer está condenado al fracaso. Creo que en ese sentido este libro es muy honesto, porque ayuda a afrontar la lectura lejos de prejuicios pedantes. Si leer el Quijote te aburre no lo leas, busca tu libro adecuado, es lo que decía Borges.
Perdonad si actualizo poco últimamente, pero es que me han surgido una serie de eventualidades que me han dejado poco tiempo libre. A ver qué tal ando de tiempo a partir de septiembre.
Un saludo a todos.
Gracias.
Me ha gustado mucho el post, y procuraré leer el libro. Soy profe de lengua y literatura en un instituto; suscribo la idea de que si los niños no han visto leer en casa no leerán, o será mucho más difícil que la lectura esté entre su repertorio de actividades atractivas para el tiempo de ocio.También creo que leyendo por obligación es difícil cogerle el gusto a los libros. A mí me pasa, ¿cómo no va a pasarle a los chicos? Además, la adolescencia trae consigo tantas cosas nuevas, hay tanto por descubrir en la vida real, que los libros no atraen demasiado, y es lógico. Sólo algunos encuentran en las letras distracción, refugio o respuestas. A los demás, sólo cabe mostrarles anzuelos con todo el entusiasmo y el cariño posibles.
Sin embargo, si de pequeño se disfrutó con los relatos, si de niño se aprendió a leer y se vivió como un descubrimiento todo el maravilloso mundo de los libros, si nuestros padres nos enseñaron a ello… Pasados los años de vorágine de la primera juventud, se volverá a leer. Es sólo cuestión de tiempo y paciencia.
(Una cosita, Santino, acabo de descubrir tu blog, me gusta mucho, pero ya voy a conseguir que me odies por corregirte: baldía se escribe con b. Ya, la b y la v están al lado, pero bueno, que tampoco hay que saberlo todo…)
Seguiré leyendo tu página. Un saludo.
No te preocupes por la corrección, Silvirgilio. Muy al contrario te lo agradezco. A veces me veo obligado a escribir excesivamente rápido, y no dispongo del tiempo necesario para llevar a cabo una revisión del texto. En serio que te lo agradezco, y para nada es motivo de odios.
Un saludo.
Saludos! y felicitaciones por el artículo!!! Si bien me quedo con caperucita y la bella durmiente, clásicos!!…aún sueño con el polvito de oro que me de alas para volar y no sólo en sueños… dos cositas la primera: me parece que debería ser cuando en ellas «está» en juego la vida… y la segunda «prevee» … o a lo mejor me estoy pasando de lista ??, espero sepas disculpar si me equivoco.
Saludos
Desde luego que no te pasas de lista, Fe. El error de «está» lo he solucionado. A veces el procesador de textos me juega malas pasadas cambiándome palabras para ajustarlas a sus reglas gramaticales. Sin embargo, con lo de «prevee» no doy, lo siento.