Como todos ya sabremos, la semana pasada fue galardonado Paul Auster con el premio Principe de Asturias. En la entrega de los premios el escritor norteamericano pronunció un discurso que, cuanto menos, es conveniente leer. Tal vez roce en algunos momentos el tópico de la escritura por necesidad y del escritor vocacional, repetido ya hasta la saciedad; sin embargo, resulta tremendamente acertado en la alabanza de la inutilidad de las artes, como algo propio del ser humano. Porque a fin de cuentas, el hombre es el único animal que sería capaz de hacer algo que no sirviera para nada.
Aquí les dejo el discurso que recojo de El País:
No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.
Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?
En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente… inútil.
La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.
Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la “era posliteraria”. Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión–, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.
De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.
Nunca he querido trabajar en otra cosa.
Paul Auster.
Gracias por poner aquí el discurso sobre la inutilidad de las artes. Me ha recordado a Oscar Wilde, que en «La decadencia de la mentira» también empezaba proclamando la inutilidad del arte, para terminar diciendo que el arte tiene (nada menos) que la responsabilidad de crear la realidad en la que vamos a habitar, a través de la educación de nuestros sentimientos y percepciones. Auster quizá sea más modesto, pero defender la especificidad de lo humano, y un espacio donde se da de manera privilegiada la comunicación entre las mentes, «el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad», ¿es eso defender la inutilidad de las artes? Título engañoso… e inutilidad únicamente en el sentido utilitarista del término.
Buen blug, muy completo. podrías decirme cómo hago para poner el diccionario del a rae?????
jeje, que critico es con su porfesion, no es mucho mejor pensar qeu el arte nos da rienda suelta y encima entretiene a los demás? en el fondo sus novelas seran para qeu otros las lean y esten entretenidos, el ocio otra necesidad más
Cotu, creo que el ocio no se puede plantear como una necesidad, o por lo menos como una necesidad de primer orden. La necesidad de ocio sólo puede darse en sociedades que tienen cubierto lo más básico. El ocio, en el sentido pragmático de la palabra, no tiene ninguna utilidad. Lo que te quiero decir es que una persona podría sobrevivir perfectamente sin ocio. No sé si me he explicado.
Un saludo a todos.
Gracias por el discurso.
Muy simpático lo que sugiere en la última línea: pues ése ha sido su oficio.
Como sea, siento que es una necesidad escribir y una necesidad, quizá mayor, la de leer.Abrazos desde Estocolmo
las personas necesitamos tener ratos que nos despejen sino no podrimaos rendir en el resto de las cosas, el ocio nos ayuda a descansar. El descanso es fundamental sea cual sea la situacion. Yo lo veo asi
El discurso de Auster es estupendo y hace recordar cómo somos muchos los que estamos abocados a la inutilidad por convicción. De todas formas yo percibo una sutil ironía en las palabras de Auster. ¿No es acaso lo que muchos piensan de leer, de escribir, de todo lo que sea arte? ¿Y eso para qué te sirve? ¡Cómo pierdes tu tiempo!… Siempre buscando la utilidad, lo palpable, lo material, pero ¿qué es lo útil y lo inútil cuando se habla de gustos, de aficiones, de sentido de la vida? El discurso de Auster nos hace reflexionar sobre el valor de lo que algunos llaman «inútil».
Aparecen, de esta forma, la literatura y el arte como motores vitales. ¿Inútil? Creo que no…»Nunca he querido trabajar en otra cosa», dice Auster, y es que ha elegido soñar, imaginar, contar… y esto es inútil.
…Para un mundo que vive inmerso en rentabilizar todo en un formato exclusivamente económico, el arte puede parecer algo inútil, de insignificante valor. Este es el sentido que Auster creo que emplea para revindicar el arte, leer, escribir o soñar. Tal vez no sea tarde para apostar por este lado no útil, pero necesario y prometedor…
SALUDANDO: LeeTamargo.-
Gracias por el discurso. Me lo había dejado pasar. Imperdonable por mi parte, porque me hubiera quedado sin saber que soy una de las personas que Auster considera interlocutora ¡qué bien me siento al pensarlo! Como maestra que soy, cuelgo en mi blog (pensando que les llegará a las familias de mis niños/as) las palabras de Auster en las que reflexiona sobre el papel de los padres en esa primera iniciación en el mundo de los relatos y los sueños.Todo muy inútil pero indispensable para que la vida merezca ser vivida
yo creo que es demasiado crítico. No todo es inútil. O a lo mejor es que ya le aburre siempre lo mismo.
la actualizacion de mi blog te la dedico a ti q sabes apreciar la literatura 😀
Muchas gracias a todos por seguir leyéndome a pesar de mis esporádicas actualizaciones.
Un saludo.
Creo que básicamente estoy de acuerdo con lo expuesto por Paul Auster, es posible considerar que la literatura proporciona también información y que como tal puede tener la misma utilidad que otro medio de comunicación como puede ser la prensa, sin embargo esto sería subvertir los valores; la literatura no trata de esto sino que es o puede ser un arte de los más preciosos para la humanidad. Pensar otra cosa por supuesto es posible compartirla por mí ya no tanto, me quedo con el Sr. Auster y su Auggie Wrenn.
El arte, amigos míos, es un documento histórico. La historia que conocemos como tal, no basta. Los artístas nos enseñan como se sentían en la época en que vivieron. A su manera, pero lo hacen. Es como un estudio indirecto del análisis de la sociedad. Vamos… si le buscamos otr utilidad, de seguro la encontraremos.
Saludos.
el arte es algo que todos deben sentir no como un pensamiento sino como una idea delo que quieres ser en el futuro