En 1938 se produce en Londres el encuentro entre Sigmund Freud y Salvador Dalí, a instancias de Stefan Zweig y del pintor catalán Edward James. La conversación fue escasa y aún podría decirse que decepcionante. Con todo, el pintor surrealista dejó una impresión admirable en Freud, que era consciente de las dificultades de estudiar los procesos psicológicos en relación con la
«Contrariamente a mis esperanzas, hablamos poco, pero nos devorábamos mutuamente con la vista. Freud sabía poco de mi, fuera de mi pintura, que admiraba, pero de pronto sentí el antojo de aparecer a sus ojos como una especie de dandi del “intelectualismo universal”. Supe más adelante que el efecto producido fue exactamente lo contrario. Antes de partir quería darle una revista donde figuraba un articulo mío sobre la paranoia. Abrí, pues, la revista, en la página de mi texto y le rogué que lo leyera así tenía tiempo para ello. Freud continuó mirándome fijamente sin prestar atención a mi revista. Tratando de interesarle, le expliqué que no se trataba de una diversión surrealista, sino que era realmente un artículo ambiciosamente científico y repetí el título, señalándolo al mismo tiempo con el dedo. Ante su imperturbable indiferencia, mi voz se hizo involuntariamente más aguda y más insistente. Entonces, sin dejar de mirarme con un fijeza en que parecía convergir su ser entero, Freud exclamó, dirigiéndose a Stefan Zweig: “Nunca vi ejemplo más completo de español ¡Qué fanático!”».
Con anterioridad a este encuentro, Dalí había tratado de visitar al psicoanalista en tres ocasiones en su casa de Viena, invariablemente frustradas porque Freud se encontraba ausente en todas ellas. Sin embargo, otros encuentros, nocturnos y brillantes, se llevaban a cabo en algún lugar un punto
«Mis tres viajes a Viena fueron exactamente como tres gotas de agua, faltas de reflejos que las hicieran brillar. En cada uno de estos viajes hice exactamente lo mismo por la mañana, iba a ver el Vermeer de la colección Czernin, y por la tarde, no iba a visitar a Freud, porque invariablemente me decían que estaba fuera de la ciudad por motivos de salud. Recuerdo con dulce melancolía haber pasado esas tardes vagando al azar por las calles de la antigua capital de Austria… Al anochecer mantenía largas y cabales conversaciones imaginarias con Freud; hasta me acompaño una vez y permaneció conmigo la noche entera pegado a las cortinas de mi habitación del Hotel Sacher».
Y en este punto es precisamente donde se sitúa el relato visionario The death of Salvador Dalí escrito y dirigido por Delaney Bishop. Se parte de una hipotética situación, no demasiado descabellada por otra parte: Dalí pide al doctor Freud que invierta el proceso del psicoanálisis en su persona para ayudarle a encontrar la locura definitiva, para que su genialidad surrealista no expire en un hálito de mediocre normalidad. Así se configura una fantasía demencial por la que van desfilando personalidades estrechamente relacionadas con Salvador Dalí: Gala, André Breton, Paul Eluard y Luis Buñuel. Lamento no poder ofrecerles una versión subtitulada ─porque las voces originales resultan imprescindibles─, pero no creo que tengan una excesiva dificultad para entender y seguir el hilo del diálogo. También me disculpo por la calidad pésima de la imagen.
El corto está plagado de guiños a situaciones reales. Por ejemplo, el retrato de Freud que dibuja Dalí y que según Zweig prefirieron no mostrar al doctor porque «presagiaba de una manera clara su inminente muerte»; o simplemente el delicioso y encantador baile con que se abre y cierra la película, que para mí es uno de los grandes momentos. Aquí rescato un vídeo en el que se muestran las cualidades de bailarín del auténtico Dalí, y desde luego no le va a la zaga al fabulado Dalí.
Dejo el artículo con algunos errores tipográficos, puntos y apartes y sangrías. Lo he intentado editar varias veces, pero no es fácil trabajar con Video Yahoo. Para editar tendría que volver a hacer todo el artículo.
Un saludo.