Flower power de Bernie Boston

Flower power de Bernie Boston

   No ocurre muy a menudo, pero a veces hay fotografías que sobrepasan lo puramente artístico o lo testimonial y se convierten en un icono. Ocurre por ejemplo con la famosa fotografía “El beso” de Doisneau, que se ha popularizado como símbolo del París bohemio y romántico de los años 50. Otra fotografía marcaría la década siguiente e incluso una buena parte de los 70, convirtiéndose en la bandera de decenas de miles de personas y en una de las explicaciones más explícitas al movimiento hippie. Me estoy refiriendo a “Flower power” de Bernie Boston, fallecido recientemente, que ha pasado a la historia de la fotografía fundamentalmente por este magnífico trabajo.

   Sería largo y complejo explicar las causas del surgimiento del fenómeno hippie, aunque la tendencia pacifista se explica fundamentalmente como reacción contra la guerra del Vietnam que tiene lugar entre el 58 y el 75. Muchos de sus valores se derivaban de la Generación Beat, concepto acuñado por Jack Kerouac y otros escritores norteamericanos. Precisamente fue Allen Ginsberg, poeta que provenía de la Generación Beat pero que se integra plenamente en el movimiento hippie, el que acuña el término flower power, que triunfa plenamente y se convierte en la seña de identidad de una buena parte de los hippies. Una de las actividades del flower power consistía en regalar flores a las autoridades o introducirlas en sus armas en las manifestaciones pacíficas. Y precisamente ese es el nombre que Boston eligió para su fotografía, documento gráfico de una fuerza impactante.

   La fotografía tiene un plano ligeramente picado, ya que Boston estaba situado sobre un muro en la entrada del Pentágono. En la fotografía se observa a un grupo de policías de la Guardia Nacional encañonando a unos pocos manifestantes pacifistas a los que han cercado. El reparto que se hace del espacio es tremendamente sugerente: la policía llena la imagen, mientras que los manifestantes quedan relegados, casi avasallados, en uno de los laterales. La zona central la ocupa un joven que está poniendo flores en los cañones de las armas, al tiempo que uno de los policías parece tomar la flor, posiblemente para quitarla. Lo verdaderamente importante es el gesto en sí, más incluso que sus protagonistas, cuyos rostros apenas se pueden vislumbrar, ya sea bien por la perspectiva bien por los casos que cubren sus cabezas.

  La fotografía de Boston pasó inadvertida en un primer momento ─«prácticamente la sepultaron», confesaría él mismo en una entrevista─ publicada en un discreto lugar del Washintong Star. La perseverancia de Boston, sin embargo, descubrió la fotografía, que empezó a recopilar premios hasta convertirse en candidata de los Premios Pulitzer en 1967, el mismo año en que fue tomada. A partir de ese momento, y casi de forma automática, pasó a convertirse en un símbolo hippie, testimonio fundamental para conocer un periodo de la historia reciente de Norteamérica.

   Lo que se siente hoy en día al observar la fotografía es en gran medida una mezcla de melancolía e impotencia, al pensar que en Estados Unidos apenas quedan hoy en día unos resquicios anecdóticos del espíritu crítico antibelicista que en el fondo sostenía toda la parafernalia hippie. Únicamente hay que ver las reacciones ante uno y otro Vietnam.

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