Esta mañana de camino al trabajo escucho por la radio que el poeta y profesor Luis García Montero ha decidido abandonar la Universidad de Granada debido al conocido affaire Fortes. Se trata de esa polémica que viene de tiempo ha, que no es sino una expresión debidamente publicitada del típico enfrentamiento universitario entre profesores. El enfrentamiento surgió como surgen siempre, entre bastidores, en esas corralas de vecinos que son a veces los departamentos universitarios, en los que sólo es posible abrirse paso a codazos y puñaladas. Luis García Montero contra José Antonio Fortes, el motivo, también el de siempre entre profesores universitarios, político. Distintas maneras de entender e interpretar la literatura nacidas al calor de distintos posicionamientos políticos. José Antonio Fortes defendía ─y defiende─ en sus clases, en varios artículos y en algún que otro libro que Lorca y Ayala tenían una ideología fascista. El caldo de cultivo estaba servido para que de los ataques “profesionales” se pasara rápidamente a los personales. Ante tales afirmaciones, Luis García Montero arremetió contra Fortes con una columna que es de las que hacen historia periodística titulada «Lorca era un fascista». Fortes, ni corto ni perezoso, interpuso una demanda a García Montero en la que salió victorioso y que tuvo como resultado una indemnización de 3000 euros por injurias públicas.
La cuestión es que por una parte, al leer la columna de García Montero, no puedo evitar pensar que estoy totalmente de acuerdo con todo lo que expone. El mundo universitario está plagado de intelectuales sinvergüenzas que utilizan la tarima de sus clases como altavoz de ideas sin fundamento. Este pensamiento, que bien podría ser extrapolable a todo el mundo universitario, lo voy a ceñir específicamente al terreno literario. No importa la vida del escritor, y ni siquiera su obra, lo único que cuenta es la lectura subjetiva y particular que se haga de la obra; de forma que cualquier autor podrá ser lo que se quiera siempre y cuando las palabras se puedan tergiversar lo suficiente. Muy posiblemente Fortes sea un «perturbado», como dice García Montero, al que habría que prescribir una orden de alejamiento de cualquier ámbito académico. Muy posiblemente Fortes haya hecho mucho daño en la figura de ciertos poetas, llevando al error a sus alumnos ─a los que se hayan dejado engañar, claro está─. Pero de todos modos, hay algo que no acaba de encajarme en todo este asunto.
Como dice García Montero en su columna con una gran ironía, está bien que exista la libertad de expresión, que es lo que le permite al profesor Fortes decir que Lorca era fascista, o si le da la gana que era maricón o vaya usted a saber qué más barbaridades. Es, por cierto, la misma libertad de expresión que le permite a García Montero criticar a Fortes, y a Fortes devolver la crítica, y que funciona como engranaje de todo este peloteo envenenado. El problema es que García Montero, aprovechando una situación privilegiada, como columnista de El País, ha utilizado un medio de expresión que debería servir para informar y para crear opinión como una forma de desahogo chapucero, desatendiendo esa prudencia que el mismo enaltece. La columna de García Montero bien podría ser la rabieta que suelta a otro compañero en la cafetería después de una de esas trifulcas despacheras. De todos modos, la libertad de expresión lo permite, como permite la sociedad democrática que Fortes le ponga una denuncia.
Sin embargo, lo que me ha llamado verdaderamente la atención de todo este asunto es su repercusión mediática. No digo que no lo merezca, pero como en otros tantos casos, se ha machacado públicamente a Fortes en todos los medios de comunicación. La mayor parte de titulares que recogen la noticia hablan de un anónimo profesor universitario que ha denunciado al famosísimo poeta Luis García Montero por defender al famosísimo poeta Federico García Lorca, ambos famosísimos poetas comprometidos con la ideología izquierdista ─más que le pese a Fortes─. Están todos los ingredientes para que Fortes se convierta en una especie de Sauron malvado dispuesto a destruir las bucólicas tierras de la poesía. Todos los artículos recogen las palabras de García Montero, pero el malvado Sauron casi siempre queda silenciado. David contra Goliat. Con todos los visos de tragedia, porque finalmente García Montero pierde y abandona la Universidad, aunque salga por la puerta grande como los buenos toreros.
No se confundan, que un servidor no simpatiza con las tierras de Mordor, sino más bien al contrario. García Montero es una leyenda viva, y con toda la razón del mundo. Conocerlo, o simplemente leerlo, es suficiente para saber que pasará a la historia de la Literatura con mayúsculas, porque de hecho ya forma parte de esa historia en una parte del siglo XX. Es lo que tiene que un don nadie se enfrente a una leyenda viva, aunque, como en este caso, el don nadie sea un inepto ─o un «perturbado»─ y la leyenda tenga la razón de su parte. El único objetivo de esta reflexión, aparte de solidarizarme con ese gigantesco poeta granadino, es señalar la curiosa forma en que funciona la propaganda ideológica en los medios de comunicación. Les invito a que hagan la prueba: comprueben y comparen el tratamiento que se hace de la noticia en varios medios. Parecen elaborados por el típico escritor empeñado en que al final de la novela gane inevitablemente el bueno.
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