Seis sombreros para pensar de Edgard de Bono

Seis sombreros para pensar de Edgard de Bono

   Cuando abrí el libro de Edward de Bono, Seis sombreros para pensar, sospechaba, por lo poco que sabía del autor y de la obra, que no me iba a gustar el título que había elegido para representar a Malta en el reto de Meribelgica. Y he de decir que cada página de lectura no hacía sino confirmar mis sospechas. De todos modos, a pesar de reconocer que es uno de los peores libros que he leído jamás, intentando ver el lado positivo al asunto, tengo que reconocer que me ha permitido explorar un género de libros al que nunca me hubiera acercado por criterio propio. No digo que el libro de Bono sea malo o aburrido, es más, incluso afirmo que puede ser muy útil e interesante, pero únicamente para aquellas personas que estén interesadas en mejorar la eficacia de su pensamiento. Y yo, desde luego, sé que no formo parte de ese grupo de personas.

   El método que propone de Bono es el de utilizar sombreros de colores para representar distintas actitudes del pensamiento. La elección de un sombrero para representar un tipo de pensamiento es simbólica, ya que se trata de un objeto que se puede usar como parte de un uniforme, y por tanto define un rol; y además consiste en una parte de la indumentaria, localizada en la cabeza, que puede quitarse, ponerse o cambiarse. Podría haber sido igualmente corbatas, calcetines o zapatos ─recuérdese que de Bono ya tiene un libro titulado Seis pares de zapatos para la acción─.

   La forma de pensar que propone de Bono se compone de dos etapas. En la primera se traza un plano, se diseña un mapa a todo color, con todas las ideas, problemas, alternativas, soluciones, propuestas, sentimientos, datos, etc. En la segunda parte se determina la ruta que se habrá de seguir, qué ideas se eligen y cuáles se descartan. Seis sombreros para pensar se centra en esa primera etapa, en el diseño del mapa, ya que según de Bono si la elaboración del mapa se lleva a cabo con eficacia la ruta suele ser obvia, lo que facilita enormemente el proceso de determinación de selecciones.

   Para explicar la operatividad de los sombreros de colores en el diseño del mapa a color, de Bono pone como ejemplo el funcionamiento de una impresora: «Cuando se imprime un mapa a todo color, los colores están separados. Primero se pone un color en el papel. Luego se imprime encima otro color. Luego el siguiente y el siguiente hasta que un mapa completo queda a la vista». Cada uno de los seis sombreros, identificados con un color, se usan para imprimir el mapa, superponiéndose unos a otros, hasta que juntos confeccionan una globalidad.

   Para de Bono el uso de una convención como los sombreros ayuda para crear un determinado rol de pensamiento. Puede parecer artificial y forzado utilizar un tipo de pensamiento u otro dependiendo del sombrero que se lleve, pero de este modo el individuo tiene la libertad de decidir sobre su propio pensamiento, elegir cómo va a desarrollarlo. La función del rol es, además de proporcionar cierta libertad, es salvaguardar el ego. El sombrero actúa como una máscara, así que, de verse atacado un tipo de pensamiento, será la máscara la que se verá atacada, mientras que el individuo que hay detrás pueda permanecer intacto. Usar los sombreros es convertirse, en cierto modo, en un actor. Al ponerse el sombrero, el individuo representa el rol definido por el color lo mejor posible.

   El propósito que se persigue con los sombreros es doble. Por una parte, se simplifica el pensamiento, «permitiendo que el pensador trate una cosa después de otra». El pensador puede evitar el caos que puede suponer mezclar en el pensamiento las emociones, la lógica, la información, la esperanza, la creatividad o la negatividad. Se afronta cada uno por separado. Por otra parte, el pensamiento puede ser más variado, ya que se cambia de punto de vista de forma consciente. En definitiva, se trata de simplificar el proceso del pensamiento, utilizando los diversos modos de pensar uno detrás de otros, en lugar de todos al mismo tiempo. Al final se reúnen todos y se toma la decisión teniendo en cuenta el conjunto.

   El color de cada sombrero está relacionado con su función. El sombrero blanco corresponde al pensamiento objetivo y se encarga de recopilar datos y cifras, sin ofrecer ningún tipo de valoración ni interpretación, tal y como lo haría un ordenador. Los hechos se pueden ordenar desde los que son absolutamente verdaderos hasta los que se consideran erróneos, abarcando una jerarquía de certeza en la que hay lugar para los hechos que aún no han sido verificados. El sombrero rojo se encarga del punto de vista emocional: los sentimientos, las intuiciones o las emociones cobran importancia por sí mismas, sin necesidad de ser justificadas. Este sombrero no necesita seguir las reglas de la lógica, a diferencia de los sombreros negro y amarillo. El sombrero negro tiene como función organizar el pensamiento lógico negativo, señalando todo lo que está mal, incorrecto, erróneo, o que puede resultar problemático o peligroso. El sombrero negro debe usarse con precaución, ya que hay muchas personas que tienden a la negatividad, y no debe confundirse con el sentimiento negativo, de lo cual se encarga el sombrero rojo. El sombrero amarillo, en cambio, simboliza la lógica positiva, englobando el optimismo y la esperanza. El pensamiento amarillo debe evaluar positivamente todas las situaciones y afrontarlas desde un punto de vista constructivo y generativo. Muchas veces se confunde con el sombrero verde, que es el motor del pensamiento creativo. De Bono describe el sombrero verde de la siguiente forma: «la búsqueda de alternativas es un aspecto fundamental del pensamiento de sombrero verde. Hace falta ir más allá de lo conocido, lo obvio y lo satisfactorio». El sombrero verde ─pensamiento lateral─ utiliza la provocación para salir de los esquemas habituales de pensamiento. Por último, es necesario el sombrero azul para organizar y controlar el proceso del pensamiento. El sombrero azul «es pensar acerca del pensamiento necesario para indagar el tema». Este sombrero se encarga de las síntesis, la visión global y las conclusiones.

   Aunque el orden en que se usan los sombreros no está necesariamente regulado, de Bono hace algunas recomendaciones, como por ejemplo utilizar siempre el sombrero negro después del amarillo. El recorrido que de Bono propone parte del sombrero verde, que se encarga de generar una idea, para pasar a continuación al sombrero amarillo, que hace una evaluación positiva, buscando los beneficios y las ventajas de la idea. Posteriormente se pasa al sombrero negro, que se encarga de la valoración negativa, buscando posibles defectos o fallos. El sombrero blanco puede aparecer en cualquier parte del proceso, ya que en cualquier momento será necesario el uso de datos que respalden las decisiones que se tomen sobre las ideas. El último paso lo formula el sombrero rojo, de forma que el juicio emocional se base en los resultados de los sombreros amarillo y negro. El sombrero azul, como el blanco, tampoco tiene un punto concreto, aunque conviene usarlo al principio, para determinar los pasos, y al final, para evaluarlos.

   En Seis sombreros para pensar de Bono alterna párrafos teóricos en los que expone su teoría con ejemplos, cuya intención es demostrar la eficacia del uso de los sombreros para pensar. Al leer el ensayo se tiene la sensación de que bien podría decir lo mismo en una cuarta parte del espacio que utiliza. Es muy frecuente que de Bono utilice expresiones como «deje de pensar con el sombrero negro» o «valore por un momento esta idea desde el sombrero amarillo». Al leer este tipo de ejemplos uno no sabe si de Bono propone utilizar estas fórmulas en serio o si son metáforas que simbolizan los cambios en el modo de pensar. Desde luego, todo parece indicar que lo propone en serio, lo que sin duda resulta entre artificial e infantil. De Bono dice que al principio resultará utilizar este método, pero que una vez se naturalice saldrá de forma espontánea y el pensador se habrá habituado por completo a este proceso. Francamente, desde el sombrero rojo, permítanme que un servidor lo dude.

   Este es un libro viajero

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