Mario Benedetti

Mario Benedetti

   Conocer la muerte de Mario Benedetti me ha dejado el regusto amargo de saber que alguien que aún tenía mucho que decir callará para siempre ─quizá porque la manriqueña vida de la fama no consuela al difunto de una certeza tan aplastante como la muerte─ No he podido evitar recordar lo importante que ha sido Benedetti en la formación de mi gusto poético.

   Ciertos prejuicios estúpidamente clasistas me impidieron llegar a conocer a Mario Benedetti en su momento: es un poeta tan reconocido entre el pueblo que suele gustar a aquellos que no son muy aficionados a la poesía (lo cual resulta una solemne tontería de argumento). Más tarde, mi conocimiento de Benedetti, a diferencia de muchos de sus lectores, no llega a través de Joan Manuel Serrat. A Benedetti lo leí por primera vez en una antología raída de schopenhauriano título que me dejó un amigo y compañero de la carrera, El amor, las mujeres y la vida ─el cambio de palabra no es casual, Benedetti resulta ser un Schopenhauer a la inversa─. Una antología que, por cierto, leí conmocionado, sorprendido ante un uso del lenguaje poético y de los temas que nunca antes había visto en poeta alguno.

   Nada hay que no pueda ser poetizado, ninguna palabra que quede excluida de antemano. Con un uso del lenguaje muy ingenioso, que tiene mucho de quevedesco, las expresiones más coloquiales y los juegos de palabras son útiles a través de su pluma para describir el amor en toda su amplitud. Porque es cierto que Benedetti es el poeta comprometido, el poeta del desexilio, el poeta prófugo de Uruguay y de Argentina, el poeta refugiado en Cuba, pero ante todo es para mí el poeta del amor y de las mujeres. Después llegarían las canciones de Serrat: «Hagamos un trato», «Los formales y el frío», «Pies hermosos» o «Una mujer desnuda y en lo oscuro» A estos poemas añadiría, además, en una antología completamente personal ─pero seguro que compartida con muchos lectores─ las inevitables «No te salves» y «Táctica y estrategia», «El amor es un centro», y en clave política el primero y humorístico el segundo «Despabílate amor» y «Soneto (no tan) arbitrario» En fin, descanse en paz.

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