El amor, la pasión quizá más humano y más universal, ha ocupado un capítulo fundamental en los esquemas de pensamiento de muchos filósofos, ya desde la Antigüedad Clásica, desde el atormentado Catulo y su apasionado «odi et amo» hasta el que es uno de los tratados amorosos más profundos y simbólicos de toda la Humanidad, El asno de oro de Apuleyo, una obra que según Grimal bebe directamente del Fedro platónico. La historia de Eros y Psique ―de un platonismo aplastante―, de cómo el Amor es sometido a pruebas para alcanzar la inmortalidad, con resurrección incluida, es analizada por Octavio Paz en La doble llama, incluida su revisión en el Ulises de Joyce. La vuelta de tuerca se produce en Provenza en los siglos XI y XII, como señala Denis de Rougemont en su libro L´Amour et l´Occident. Desde entonces mucho ha evolucionado la concepción del amor occidental, y aún hoy sigue haciéndolo. Los textos de Ortega y Gasset, escritos en la primera veintena del siglo XX, no han envejecido del todo bien: han perdido cierta vigencia con el paso de los años y no van más allá de ser meros testimonios de la realidad histórica de una época.
Para acometer el estudio de una parcela tan amplia de la naturaleza humana como es el amor Ortega comienza acotando la materia con una definición del amor. En primer lugar, es necesario distinguir causa y consecuencia: amor no es exactamente aquello que produce el amor. Aunque es evidente que el deseo presupone la existencia del amor, no coinciden plenamente, antes bien, el primero es consecuencia del segundo. El deseo, a diferencia del amor, tiene un carácter puntual, casi explosivo se podría decir, que desaparece cuando se ve satisfecho, mientras que el amor es insatisfacción eterna, una «gravitación hacia lo amado», en palabras de Ortega, «una emanación continua, una irradiación psíquica que del amante va a lo amado». La dirección del movimiento también es distinta en cada caso: en el deseo va desde el objeto hacia el sujeto ―centrípeto― y en el amor desde el sujeto al objeto ―centrífugo―.
En el sentido de esta dirección el amor coincide con el odio, unas raíces comunes que ya fueron entrevistas por Catulo. La diferencia es que en el odio ese ir hacia el objeto se convierte en un «ir contra el objeto», lo que al mismo tiempo produce un movimiento de rechazo que resulta ciertamente contradictorio. La definición que hace Ortega del amor no deja de estar llena de belleza: «Amar una cosa es estar empeñado en que exista; no admitir, en lo que depende a uno, la posibilidad de un universo donde aquel objeto esté ausente».
Una vez que ha delimitado el objeto de estudio Ortega dedica un largo ensayo a refutar el conocido concepto de cristalización de Stendhal, según el cual «nos enamoramos cuando sobre otra persona nuestra imaginación proyecta inexistentes perfecciones. Un día la fantasmagoría se desvanece, y con ella muere el amor». De esta forma, la propuesta de Stendhal más que de una teoría sobre el amor se trataría de una teoría sobre el desamor, sobre el fracaso amoroso, al entender el amor como un error por esencia, algo que está destinado a deshacerse antes de nacer. La descalificación que hacer Ortega de la cristalización cae en el absurdo, ya que se ceba sobre la persona de Stendhal, a quien acusa de carecer por completo de la experiencia práctica del amor, al no haber amado nunca ni haber sido amado ―en realidad estaba enamorado del amor, algo así como lo que ocurre con el Augusto Pérez de Niebla―.
Ortega hace una concesión al concepto de cristalización al distinguir entre amor y enamoramiento. Para Ortega el enamoramiento ocupa un lugar más bajo con respecto al amor, «un estado inferior de espíritu, una especie de imbecilidad transitoria». Incluso llega a hablar de «amor de enamoramiento», cuando otro ser nos produce una ilusión y nos sentimos absorbidos por él. En ese sentido cabe pensar que esa cristalización de que habla Stendhal se produce no con el amor sino con el enamoramiento. El amor en Ortega llega a alcanzar la naturaleza de don, reservado a unas pocas almas sensibles y preparadas, es «un hecho poco frecuente y un sentimiento que sólo ciertas almas pueden llegar a sentir».
Este tipo de amor, por supuesto, va más allá de la belleza o de la perfección física. La diferencia con el instinto sexual es que este tiende a satisfacer el deseo con un número indefinido de objetos, mientras que el amor tiende hacia un único objeto, hacia un exclusivismo en el que la fidelidad es un rasgo imprescindible. Es posible que una persona conozca el amor varias veces a lo largo de su vida, pero siempre es recurrente en «el mismo tipo de feminidad», y cuando no es así es porque se ha producido un cambio sustancial en su vida que ha derivado en un nuevo modo de sentir la vida ―a una nueva personalidad le corresponde un nuevo tipo de mujer―. El amor se entiende como autoconocimiento, en la persona amada nos vemos reflejados, lo que nos permite saber cómo somos, o cómo es el conjunto de una sociedad o de una época.
Como bien dice Palimp sobre el libro, uno de los aspectos en el que más ha envejecido Estudios sobre el amor es en la consideración machista que hay de la mujer, producto de la forma de pensar de una determinada época. En el ensayo titulado «Paisaje con una corza al fondo» Ortega propone que los hombres tienden a enamorarse de mujeres que poseen rasgos equivalentes. Sin embargo, ponr el caso del capitán Nelson y de sir William Hamilton, ambos hombres de gran carácter, enamorados de lady Hamilton, una mujer cuya máxima virtud es la belleza física. Un alter ego de Ortega, llamado Olmedo, le advierte que los hombres sabios se enamoran de las mujeres guapas y tontas, de lo que él llama «las corzas». No sólo hace referencia al supuesto «instinto de ocultación, de encubrimiento» de la mujer ―«una muchacha de quince primaveras suele tener ya más cantidad de secretos que un viejo, y una mujer de treinta años guarda más arcanos que un jefe de Estado»―, sino que arremete contra el papel que desempeña la mujer en la sociedad con unos términos que huelen a rancio. De ellas llega a decir que «el hombre va a la mujer como a una fiesta y a un frenesí, como a un éxtasis que rompa la monotonía de la existencia, y encuentra casi siempre un ser que sólo es feliz ocupado en faenas cotidianas, sea en zurcir la ropa blanca, sea en acudir al dancing» y también que «tal vez su papel en la mecánica de la historia es ser una fuerza retardatoria frente a la turbulenta inquietud, al afán de cambio y avance que brota del alma masculina […] la tendencia general de los temores femeninos parece resuelta a mantener la especie dentro de los límites mediocres, a evitar la selección en el sentido de lo óptimo, a procurar que el hombre no llegue nunca a ser semidiós o arcángel».
Para no descartar Estudios sobre el amor a la vista de las palabras anteriores, hay que tener en cuenta que los ensayos de Ortega son el producto de una forma de pensar que hace en la España de los años veinte, y hay que considerar que a pesar de esas desacertadas ideas, algunas de sus consideraciones acerca del amor sí pueden considerarse correctas. Estudios sobre el amor, a pesar de que como conjunto de ensayos tiene una cierta coherencia temática y temporal ―incluso lineal en el caso de algunos―, carece de la sistematicidad de un tratado como El arte de amar de Erich Fromm o de la belleza y amplitud del bellísimo libro La doble llama de Octavio Paz. Ortega, empeñado en hacer estudios científicos sobre el amor, no acierta en el enfoque, que cae más en consideraciones particulares y subjetivas que en un acercamiento verdaderamente riguroso.
Me gustaria contar con el apoyo de ustedes para empezar a leer este libro que me ha recomendado una persona muy especial en mi vida pero me pide que lea primero el prologo que escribió JOSE LUIS MOLINUEVO en esta obra de Ortega y Gasset…si alguien me puede orientar ¿Cómo y Dónde? encontrarlo… lo agradezco de antemano y felicidades a todos por cultivarnos con algo tan maravillosos y espléndido como Jose Ortega y Gasset
[…] que nos permite saber cómo somos, o cómo es el conjunto de una sociedad o de una época. (Fuente: https://lapiedradesisifo.com/2009/09/10/estudios-sobre-el-amor-de-jos%C3%A9-ortega-y-gasset/#) ¿Por qué el ser humano necesita amar y ser amado? El experimento con primates del psicólogo […]
[…] citar al célebre filósofo raciovitalista José Ortega y Gasset, quien dice en su famoso ensayo Estudios sobre el amor, Ortega y Gasset. Que el amor es “una abeja estremecida que sabe de miel y de […]