Después del fin del arte de Arthur C. Danto

Después del fin del arte de Arthur C. Danto

   Con un título tan efectista y dramático como el de Después del fin del arte, Arthur C. Danto ofrece una teoría filosófica completa y coherente sobre el arte desde hace cincuenta años hasta nuestros días, y aún aplicable al arte del futuro, el que está por venir. Danto no quiso decir, y vuelve a ello varias veces a lo largo de toda su obra, que el concepto del fin del arte significara que ya no se iban a hacer obras de arte en adelante, más bien quiso expresar usando una imagen visual y violenta que la ruptura que se producía en el arte en los años sesenta no estaba al mismo nivel que las rupturas anteriores, que el arte quedaba situado en un plano distinto. Este abrupto cambio de discurso en el arte, que no es otro que el del paso de la modernidad a la posmodernidad, no es siempre aceptado del mismo modo por la crítica del arte. Así, Hal Foster no renuncia al concepto de posmodernidad, pero entiende que «no hay transición temporal entre lo moderno y lo posmoderno», y que por tanto deben verse juntos, en paralelo.

   Cuando Danto habla del fin del arte se viene a referir al fin de la historia del arte. Al igual que existe un arte después del arte también hay un arte previo a la historia del arte, que Belting sitúa aproximadamente con anterioridad al Quattrocento. Esta era del pre-arte se caracteriza por carecer de una conciencia del arte como tal, lo que implica que los objetos artísticos no son admirados como obras de arte atendiendo a cualidades estéticas sino que se entienden como objetos de devoción. El arte se inicia con el relato de Ciargio Vasari, que muestra una visión mimética del arte. Existe una cierta progresión en el arte, en cuanto que se intenta alcanzar cada vez más un mayor grado de perfección en la representación del mundo real. Sin embargo, a partir de Manet y de Cézanne se produce un cambio cualitativo en los medios de representación.

   Este cambio es lo que Greenberg identifica como el fin del modelo vasariano y el comienzo de una nueva concepción artística. Tomando como modelo el paradigma teórico kantiano del formalismo establece las bases de un nuevo relato crítico, en el que se aprecia claramente una actitud artística nueva: el objeto representado deja de ser la realidad y pasa a ser el propio arte y sus medios de representación. De la era mimética se pasa a la era ideológica, o a lo que Danto llama «era de los manifiestos». La esencia de la modernidad es el espíritu autoconsciente y autocrítico: el arte se convierte en una indagación colectiva que trata de descubrir qué es el arte. Para alcanzar un concepto de arte certero es necesario despojarlo de todo aquello que no es arte, de todos sus elementos impuros, humanos. Esto conlleva a el giro hacia un arte puro, desvinculado de la realidad.

   Al introducirse la filosofía en el arte cada manifiesto, representación de un estilo, trata de buscar su propia verdad del arte, su definición filosófica del arte. El pensamiento de Greenberg participa del pensamiento dogmático del arte propio de la era de los manifiestos. Parte de un concepto muy concreto y cerrado de lo que para él debe ser el arte y rechaza o ignora todas aquellas manifestaciones que no están acorde con su línea de pensamiento. Su discurso se basa principalmente en la pintura, y concretamente en el tipo de pintura desarrollado por el expresionismo abstracto de la escuela de Nueva York en los años cuarenta y cincuenta, con Pollock a la cabeza, al que llega a considerar como «el mayor pintor norteamericano del siglo XX». Si la pintura debe deshacerse de todo aquello que no es pintura y profundizar en los elementos verdaderamente pictóricos ̶ de hecho el modernismo comenzó porque los impresionistas hicieron visible las técnicas de representación ̶, entonces tiene que centrarse en su esencia, que considera que es el carácter plano de la superficie pictórica. Todo lo que no encaje dentro de este relato o no se tiene en cuenta o no se considera como verdaderamente importante. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con ciertos movimientos de vanguardia, como el dadaísmo o el surrealismo, u otras formas de arte consideradas menores, como el arte primitivo, el folclórico o la artesanía, a los que Greenberg no prestó atención o directamente descalificó en cuanto a arte. El dadaísmo, con su tendencia al hibridismo, como ocurre con los readymades de Duchamp, se alejaba de un concepto puro de la poesía. El surrealismo, por otra parte, como representación de la impureza humana, supone para Greenberg una especie de regresión estética.

   Para Danto no es coherente identificar un concepto tan complejo y variado como el del arte con un estilo en concreto, el mimético para Vasari o el expresionismo abstracto para Greenberg. Lo que propone Greenberg no es tan diferente al concepto de arte de Vasari. Ambos son relatos legitimadores que establecen una definición de lo que debe ser el arte y juzga el arte en función a esos parámetros, desechando todo aquello que no se ajuste al patrón inicial. Este patrón se basaba para Greenberg en el buen gusto, que según él se desarrollaba en parte por el temperamento y en parte por la experiencia. El desarrollo de este buen gusto, que permite apreciar el arte abstracto, legitima al ojo para enjuiciar otra clase de arte cualquiera, ya sea el arte del relato vasariano o un tipo de arte completamente desconocido. El arte abstracto es, por tanto, el mejor medio para entender el arte en general, en cuanto que es el que está más conectado con la esencia del arte. Su teoría del gusto permite entender por qué descarta obras como los readymades de Duchamp, que apuestan claramente por una línea antiestética del arte.

   En el caso de Vasari el relato funcionó hasta que los impresionistas comenzaron a ponerlo en duda, y más tarde las vanguardias acabaron por demostrar que estaba completamente desfasado. De la misma forma, a partir de la década de los sesenta comienzan a aparecer nuevas formas de expresión artística que demuestran que el relato de Greenberg es insuficiente. En el momento en que aparece la Brillo Box de Andy Warhol el arte se ve obligado a replantearse sus fundamentos, ya que el sistema greenbergiano, que era apto para explicar el expresionismo abstracto, no consigue apreciar las diferencias entre la obra de Warhol y la caja de detergente de un supermercado cualquiera. La Brillo Box hizo necesario replantearse el concepto de arte, como ocurría en aquellos casos en los que el objeto artístico es exactamente igual que el artefacto al que representa. Greenberg, que había dogmatizado sobre la inmutabilidad del arte, siguió considerando en los sesenta y en las siguientes décadas al expresionismo abstracto como la fuente del arte modernista. Eso explica que no cambiara su forma de pensar y que entendiera que el arte había sido «singularmente homogéneo e incluso monótono» durante treinta años, lo que acabó paralizando su crítica. Del arte que se hace a partir de los sesenta sólo salva al abstraccionismo pospictórico, que se basó en la mancha más que en la pincelada.

   En los años sesenta se produce el giro definitivo hacia el pensamiento filosófico: el arte pop sustituye la estética materialista de Greenberg, basada en la experiencia sensible del gusto y en elementos materiales como la forma, la superficie o la pigmentación, por una estética del significado. Tras el arte pop se suceden de forma vertiginosa movimientos basados en el pensamiento, como el minimalismo, el arte povera o el conceptual, entre otros, que demuestran al mismo tiempo que la pintura como tal entra en crisis. Tal variedad de expresiones artísticas tan distintas unas de otras demuestran que no existe una manera especial de entender el arte. Lo que se propone Danto es dar una definición del arte que pueda abarcar todas estas formas de expresión, y aún aquellas que todavía están por hacer, sin vincular la crítica a un imperativo artístico concreto. Lo que pone de manifiesto la Brillo Box es que cualquier obra puede ser considerada como obra de arte. Dice Danto: «sólo cuando quedó claro que cualquier cosa podía ser una obra de arte se pudo pensar filosóficamente en el arte».

   Luego, cuando Danto habla del fin del arte no se refiere al hecho de que no se vayan a crear más obras de arte sino que quiere señalar el fin de la historia del arte, lo que implica que los artistas se liberan de ella y son capaces de hacer cualquier cosa que deseen. Ese arte de cuyo fin habla Danto hay que entenderlo como período con fronteras temporales y de un tipo de crítica asociado a él. El fin del arte es, en definitiva, el fin de los relatos legitimadores, el fin de Vasari y el fin de Greenberg. A partir de este momento la pintura deja de ser el medio privilegiado del arte y pasa a ser un medio de expresión más. No existe ya una forma de arte más verdadera o legítima porque todo está permitido en arte. Pero esto no excluye una concepción esencialista e histórica del arte del arte por parte de Dante. El esencialismo está vinculado con el pluralismo característico de este nuevo arte y su historicismo se debe a que, a pesar de ser intemporal, está históricamente acotado.

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