Palabras con alas de Luis Alberto de Cuenca

Palabras con alas de Luis Alberto de Cuenca

    Estas palabras aladas de Luis Alberto de Cuenca no son sino el conjunto de todas sus colaboraciones para la revista Mercurio desde octubre de 2006 –número 83‒ hasta la actualidad. En la «Nota del autor» preliminar Luis Alberto de Cuenca desvela el origen de su nombre: un tributo al dios Hermes, también conocido como Mercurio, en referencia al nombre de la publicación. Su valor, por tanto, no radica tanto en la originalidad de sus textos como en su carácter de recopilación, que tiene la ventaja de ofrecernos en un sólo ‒y sucinto‒ volumen un buen puñado de algunos de los símbolos y mitos más recurrentes del escritor madrileño, como pueden ser las bibliotecas, la bibliofilia, la defensa de los cómics y la ciencia ficción, o gigantes de la talla de Ezra Pound o Cirlot.

    La mayor parte de los textos se escriben a raíz de la publicación de novedades editoriales. Pero no espere el lector sesudos prólogos al estilo borgiano ‒de por ejemplo, su Biblioteca personal‒, y ni siquiera al estilo de Baldosas amarillas. Los comentarios que hace Luis Alberto de los diferentes títulos que van desfilando por las páginas de Palabras con alas suelen hacer referencia a cuestiones personales y editoriales, casi puramente bibliofílicas podría decirse. Más que el contenido, es el continente. Nos hablará de las distintas ediciones más relevantes de ese título, de las que han sido significativas en su biografía personal ‒muchas de su infancia‒, de las traducciones, las anotaciones, las introducciones, la maquetación, etc. El resultado, unas reseñas ligeras de leer y asimilar, que alguien podría acusar con no poca razón de superficiales en exceso.

    Pero entre tanta reseña también es posible encontrar algún texto más general. Luis Alberto no tendrá grandes dificultades para resumir la historia del cómic o de la ciencia ficción en escasas cuatro o cinco páginas. La visión del que fuera Director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Estado de Cultura está llena de una ironía desmitificadora que no se amilana ante la intelectualidad políticamente correcta. No sólo pone en el sitio que le corresponde a parcelas del arte poco valoradas, como los cómics o la ciencia ficción, sino que no duda, por ejemplo, en llamar al bibliófilo «coleccionista de papel» para bajarle los humos, en entrecomillar un término como «intelectual» por considerarlo poco probable, o en declarar que Henry James es un pelmazo. En cuanto al arte contemporáneo, hace esta rotunda afirmación: «vivimos en una sociedad en que los coleccionistas se abonan a la compra de esas instalaciones donde todo vale, desde la basura a los excrementos, o asisten expectantes a happenings donde el artista, convertido en obra de arte, se automutila, o pagan sumas importantes por cualquier cosa con tal de que carezca de sentido y conduzca, de forma unidireccional, al reino de lo arbitrario y de lo gratuito, que es donde los estúpidos se encuentran a sus anchas en el lamentable marasmo de lo que consideran moderno y, por lo tanto, imprescindible para su idiotez». Se podrá estar a favor o en contra de estas afirmaciones, pero no deberían dejar indiferentes a ningún aficionado al arte.

    Y hablando de arte, la edición que Ediciones de la Isla de Siltolá de Javier Sánchez Menéndez ha hecho para la colección Inklings de Siltolá es una auténtica exquisitez. La portada, del amarillo limonero que no puede dejar de recordar al mencionado Baldosas amarillas, pero con una sencillez que muchas veces se echa en falta en este tipo de ediciones. El papel y la maquetación, una auténtica maravilla.

   Reto 2012: A leerse el mundo

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