Manos dibujando de Escher

Manos dibujando de Escher

    Con frecuencia tendemos a dar por hecho ciertas ideas preconcebidas con respecto a las relaciones de causa y efecto. Por ejemplo, pensamos que el cerebro segrega una potente mezcla de feniletilamina, dopamina, norepinefrina y oxitocina y como resultado de este cóctel nos sentimos fuertemente atraídos por otra persona, pero la ciencia tampoco es capaz de negar que primero se produzca el enamoramiento y que esto haga que el cerebro segregue esas sustancias. De la misma forma, tendemos a pensar que el conjunto de circunstancias y experiencias que rodean la vida de un escritor son el material de sus libros, negando la posibilidad de que en realidad el escritor sea anecdótico, casual, un mero pretexto, de que sean los libros, en verdad más vivos que la mano que los escribió, lo que justifica la posible existencia del escritor.

    Si pensamos históricamente no le falta razón a la hipótesis. ¿Qué ha quedado de Virgilio sino la Eneida? ¿Cómo podemos pretender conocerlo en profundidad si no es través sus versos? ¿Es que acaso un puñado de datos biográficos deformados por el paso de los siglos puede siquiera llegar a la suela de los zapatos a los hexámetros dactílicos que cuentan las vicisitudes de Eneas? ¿Cómo puede considerarse al primero más vivo que al segundo? No hay duda: el escritor no vive, el libro sí. Entonces, ¿quién escribe a quién? Virgilio es obra de la Eneida.

Comentarios

comentarios