La crisis ninja de Leopoldo Abadía

La crisis ninja de Leopoldo Abadía

    Hace tiempo amigo me decía «parece que últimamente todos nos hemos vuelto expertos en economía», a lo que yo le contestaba «ya sólo para leer las tres cuartas partes del periódico hay que serlo, cuanto menos para entender qué es lo que está pasando en España». Pero creo que él se refería sobre todo a los que se creen expertos por haber leído algo de Leopoldo Abadía. Y cuando digo algo ni siquiera me refiero a uno de sus libros completo ‒valga también alguna de sus mediáticas apariciones en televisión‒. Abadía publicó su primer libro, La crisis ninja y otros misterios de la economía actual, a comienzos del 2009, cuando la crisis estaba más repartida por el mundo y parecía que los españoles la sentíamos menos. Las editoriales vieron rápidamente el filón y desde entonces se han publicado tantos libros sobre el tema que ni un experto en economía de esos de verdad podría leerlos todos. Este primer libro de Abadía tiene todo lo bueno y todo lo malo de haber sido uno de los primeros del género que bien podría llamarse economía divulgativa.

    La gran baza que usa el libro está precisamente en el adjetivo «divulgativo». Vaya por delante que Abadía no es experto en economía. En su trayectoria académica y profesional hay que señalar que se doctoró en ingeniería, que pasó una temporada en la Business School de la Universidad de Harvard, que fue profesor durante treinta y un años del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) de Barcelona y que en la actualidad sigue presidiendo el Grupo Sonnenfeld de consultoría y formación. De eso a decir que no tiene ni idea de economía, como él mismo afirma, hay un trecho, pero entendamos que esa es precisamente la estrategia que Abadía va a seguir en el libro. Así las cosas, el origen del libro es la elaboración de un diccionario personal, a partir de febrero de 2008, donde fue recogiendo cuanto término económico se le ponía por delante según el método de entender, copiar y pegar. A partir de ese diccionario Abadía elaboró un informe que fue pasando de mano en mano y que le dio tanta popularidad que hoy en día se ha llegado a considerar como un gurú ‒campechano, eso sí‒.

    La explicación del origen de la crisis es el mayor acierto de Abadía. Todo comienza en 2001, con la imparable expansión del mercado inmobiliario, cuando los bancos norteamericanos, con la complicidad de las agencias de calificación crediticia, llevados por una ambición desmedida, comienzan a conceder créditos a personas que difícilmente podrían devolverlos, los llamados ninja, personas sin ingresos fijos, sin empleo fijo y sin propiedades ‒no income, no Job, no assets‒; como dice Abadía «gente a la que ni usted ni yo le dejaríamos cinco euros», pero potencialmente un negocio rentable. Aparentemente todos ganaban: por una parte, los ninja, que además de comprarse una casa podían pagarse un coche o unas buenas vacaciones; por otro, los bancos, ya que al ser préstamos más arriesgados, cobraban intereses más altos, aumentando su volumen de negocios. Dependiendo del riesgo de impago se crean dos tipos de hipotecas: las prime ‒de bajo riesgo‒ y las subprime o más conocida con el nombre de «hipotecas basura» ‒con más alto riesgo‒.

    Con tantos préstamos hipotecarios concedidos los bancos van necesitando más y más dinero y la solución no es otra sino pedir el dinero prestado a otros bancos extranjeros. Se crean paquetes que mezclan los dos tipos de hipoteca y se sacan a la venta en los mercados financieros. Al estar los dos tipos de hipotecas mezclados, los bancos compran estos paquetes sin llegar a tener conocimiento exacto de la cantidad de basura que están comprando. Para acabar con las posibles dudas de las entidades financieras o, quién sabe, quizá para complicar más la situación, se empiezan a crear una serie de productos financieros estructurados, de nombres complejos y rimbombantes ‒los MBS, los CDS, los CDO, etc.‒, que no hacen sino enmascarar esa basura. Como dice Abadía: «todo está basado en que los ninjas pagarán sus hipotecas y que el mercado inmobiliario norteamericano seguirá subiendo». Pero cuando el mercado inmobiliario cae a principios de 2007 el valor de las casas baja y los ninja dejan de pagar las hipotecas porque no están dispuestos a pagar por su vivienda más de lo que vale en realidad. Esto hace que todo el sistema se desplome como una baraja de naipes. La economía se acaba ralentizando porque los bancos se asustan y dejar de prestar dinero o lo prestan a un interés cada vez más alto ‒este interés es, por cierto, el Euribor‒. Como explicación del origen de la crisis el libro de Abadía cumple perfectamente con su objetivo, pero por otra parte no es nada que no se pudiera explicar en siete minutos en el programa de Buenafuente, eso sí, con el carisma de un gran comunicador.

    Lo que Abadía deja claro en todo lo expuesto hasta ahora es que en la crisis económica lo monetario es lo menos importante. Ante todo es una crisis de comunicación, de decencia, «además de imprudencia, avaricia, soberbia y confianza». Sólo hay una explicación posible para comprender que entidades financieras, instituciones y administraciones, que manejan datos, informes y estudios, no expliquen de forma clara y sencilla lo que está pasando. Y es que ellos mismos no lo entienden, porque nadie sabe cuál es la dimensión real de la crisis, con cifras que van desde los 100.000 millones de dólares a los 5,3 trillones. Para Abadía «las instituciones deberían hablar más claro, las entidades financieras deberían entender qué están vendiendo y la gente debería exigir que se les hablara de una forma inteligible». Ningún banco compra basura sabiendo que está comprando basura. Las entidades no hubieran vendido y comprado esos productos financieros si realmente hubieran comprendido lo que vendían y compraban. Pero excusarse en la ignorancia o en la falta de comunicación es un arma de doble filo, porque significa exculpar de alguna manera a presidentes, consejeros, directores de oficia, y en general a los culpables de esta situación. Es evidente que esta crisis ha enriquecido a un puñado de personas y creo que a Abadía le falta el coraje de denunciarlo explícitamente. No es de recibo que el director de una sucursal de una caja de ahorros local, por muy local que sea, aparezca como una pobre víctima ignorante que necesita la ayuda de una persona que desde la primera página de su libro ha declarado que no tiene ni idea de economía. Abadía demoniza a la banca norteamericana, simbolizada en un banco de Illinois, pero absuelve a la banca europea, y por supuesta a la española, que más bien parece un niño desvalido e inocente.

    Pero esta concesión a las altas esferas económicas no es lo peor que hay en La crisis ninja. El modelo de explicación que sigue es tremendamente pedagógico, de lo más cercano e inmediato a lo más lejano y elevado. De la economía doméstica a los Presupuestos Generales del Estado. El camino es correcto pero le fallan las formas por exceso. Recuerdo un ensayo de C. S. Lewis, reconocido autor entre otros géneros de literatura infantil, que la peor de las maneras que hay de escribir un libro para niños es hacerlo como si fueran tonto por ser niños. Abadía tiene razón en denunciar el lenguaje oscuro y críptico del mundo económico, inalcanzable e incomprensible para la mayoría de los mortales, pero también es un error caer en el polo opuesto, escribiendo como si el gran público en general fuera tonto. No es que se quede escaso en materia económica, que también, es que se excede en detalles insignificantes que buscan congraciarse con un tipo de lector que va a lo fácil y que nada aportan al libro como ensayo económico. Habla demasiado de él mismo, de los bocatas de jamón y los buenos vasos de vino que se toma en el bar de su San Quirico inventado con su amigo inventado, de la cantidad de servilletas y de manteles de papel que gastan tomando apuntes sobre economía, de las idas y venidas de Barcelona a San Quirico o de San Quirico a Barcelona, o de sus encuentros con Periquillo el de los Palotes. Además, el libro poco a poco va tirando por la tangente y cada vez tiene menos que ver con economía y más con ideas dispersas del autor acerca de cómo hay que vivir la vida con ética, con optimismo, con prudencia, con amor por la familia, los amigos y el trabajo, con un aire cristiano que nada tiene de riguroso ni de serio.

    El ensayo de Abadía tiene cierto valor por ser uno de los primeros acercamientos divulgativos y en español al problema de la crisis económica. En estos años que llevamos ya de crisis se ha publicado de todo, desde ensayos superficiales y precipitados que sólo buscan el tirón comercial del tema hasta obras que consiguen llegar a un público no especializado pero que mantienen un mínimo de rigor. La excesiva sencillez pedagógica y del libro de Abadía podía tener sentido al principio de la crisis, cuando nadie sabía cómo funcionaba una hipoteca o qué era un ninja o el Euribor, pero a día de hoy, con lo que ha llovido ya, habría que vivir metido en una burbuja para no saber absolutamente nada sobre crisis económicas. No es que nos hayamos convertido todos en expertos en economía de la noche a la mañana, como me comentaba mi amigo, pero sí hemos tenido que hacer un esfuerzo por comprender una serie de conceptos para ser más conscientes del mundo en el que vivimos y hacia dónde vamos, como yo le respondía a él. La crisis ninja es una explicación muy básica sobre el entramado económico y financiero de la crisis actual, más elemental incluso que la que hace Aleix Saló en Españistán, pero a poco que se sepa o a poco que se quiera profundizar más, es necesario echar mano de otros textos más completos.

    Reto 2012: A leerse el mundo

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