La cantante calva de Eugène Ionesco

La cantante calva de Eugène Ionesco

    Oficialmente el absurdo, como corriente filosófica, nace del existencialismo que, en el contexto de una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial, desarrollan fundamentalmente Kierkeggar y Sartre. En el primer Kierkeggar se basó Camus para reflexionar sobre el sentido de la existencia del ser. Diez años después de publicar El extranjero, Camus escribió su ensayo titulado El mito de Sísifo, donde reflexiona sobre el suicidio y el valor de la vida en torno al personaje absurdo por excelencia, Sísifo, condenado eternamente a un trabajo inútil que le convierte en metáfora del esfuerzo absurdo e incesante del hombre. La conclusión a la que llega Camus es que el valor de la vida humana es insignificante, que no va más allá del que se le da. Hay en el núcleo del absurdo un sabor trágicocómico que tiene más de tragedia que de comedia, más de vacío existencialista kafkiano que de juego nonsense carrolliano, contradicción que se muestra de forma más descarada en el teatro grotesco, por no decir vallinclanesco, de Alfred Jarry y su escuela de patafísicos. Esa esencia del absurdo hay que tenerla en cuenta para interpretar La cantante calva de Ionesco, que ha sido entendida por gran parte de la crítica, sobre todo de forma temprana, en clave cómica, como un ataque burlesco contra la inclesa sociedad burguesa de la época y como una parodia del teatro de boulevard.

    La clave de la obra la da el propio Ionesco en una conferencia realizada en 1958 en los Institutos Franceses de Italia y recogida algunos años después por Editions Gallimard. La cantante calva nace de la necesidad de Ionesco por aprender inglés. En su manual aparecían ya todos los personajes de La cantante calva, a excepción del bombero, que sería añadido posteriormente. Para repasar frases de uso cotidiano la señora Smith informaba a su marido sobre detalles que él ya debería conocer, como cuántos hijos tenían, cuál era su apellido, dónde vivían o dónde trabajaba, que acababan de cenar, que tenían una sirvienta llamada Mary o desde hacía veinte años unos amigos, los Martin, que por cierto en capítulos posteriores visitan a los Smith y tienen los cuatro una conversación donde usan muchas de las frases que aparecen en la última escena de la final de la pieza teatral y que aparentemente no tienen sentido porque construyen un diálogo sin coherencia entre las distintas intervenciones, como que el suelo está abajo y el techo arriba o que la semana tiene siete días. El género elegido no podía ser otro que el teatral, ya que los diálogos entre los Smith y los Martin eran ya propiamente teatro. Fue así como nació La cantante calva, inicialmente titulada La hora inglesa, pero rebautizada como La cantante calva por la lógica de que en la obra no aparece en ningún momento una cantante calva, aunque en una sola ocasión se hace referencia a ella.

    Para Ionesco estas frases en inglés del manual de conversación franco-inglesa, que seguramente no pretendían otra cosa más que encajar todas las expresiones cotidianas en una misma situación, se revelaron pronto como axiomas que contenían verdades fundamentales y que era necesario comunicar al mundo. Ionesco, en su aprendizaje del inglés, había ido copiando aparte todas estas frases y al construir La cantante calva las trasladó a la pieza teatral palabra por palabra, sin cambiar siquiera una coma, como con cierto miedo de que al cambiar algo pudiera verse alterada la verdad universal que contenían. El efecto que esto produce es lo que se ha calificado como una de las principales características del teatro del absurdo: la falta de comunicación entre los personajes, trasunto de la falta de comunicación entre los seres humanos. Más que de diálogos, que se vuelven insostenibles, habría que hablar de una sucesión de monólogos sin un hilo que conecte las distintas intervenciones.

    Pero lejos del plagio, a medida que la obra avanza, las frases del manual, convertidas en frases de personajes, cobran vida propia, se desnaturalizan y corrompen en un proceso que tiende hacia la incomunicación total. Las verdades universales y sensatas del manual se acaban convirtiendo en frases cada vez más descabelladas; el lenguaje, de forma similar a lo que ocurre en el Altazor de Huidobro, se va descomponiendo progresivamente hasta desarticularse por completo, y con él se desarticulan también los personajes, ya que el único sustento que estos tienen es el diálogo. Las frases sin sentido se fragmentan, se convierten en palabras sueltas, en sílabas, en consonantes y en vocales. Lo que para Ionesco representa una suerte de desmoronamiento de la realidad, que va en paralelo con el lenguaje. Las palabras se vacían de su significado, al igual que los personajes y que el mundo en el que viven. Y unos personajes vacíos se vuelven prescindibles y por lo tanto intercambiables: los Martin pueden ser los Smith y los Smith los Martin. El final, a modo de conclusión, no podía ser otro sino una reflexión sobre la inestabilidad de la identidad humana. Roland Topor, reconocido patafísico, también lo desarrolló en su novela no menos inquietante y absurda El quimérico inquilino. Los Martin acaban convertidos en los Smith y viceversa. La historia de La cantante calva amenaza con volver a repetirse intercambiando los personajes sus papeles, una y otra vez, para toda la eternidad, como ese Sísifo trágico del que Camus hablaba en su ensayo. Lo inútil proyectado sobre una dimensión eterna amenaza con convertirse en absurdo.

    Por todo ello, La cantante calva es una obra necesaria para conocer y comprender el teatro del absurdo. En la escritura de esta obra, considerada por Ionesco como una tragedia del lenguaje, el autor confiesa sentir una especie de malestar, vértigo y nausea que desde luego parecen más cercanos al pensamiento de Camus que a un juego patafísico. Por supuesto que hay comedia en el absurdo, pero más que una sonrisa optimista es una mueca desencajada que transforma la expresión en grotesca y un no saber bien de qué nos estamos riendo, o si se quiere, un reírse del vacío, de ese vacío existencialista de señores tan serios como Sartre que escriben libros tan serios como El ser y la nada. Existencialismo al alcance del pueblo. La cantante calva, ahí es nada. Y nunca mejor dicho.

    Reto 2012: A leerse el mundo

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