La guerra de la izquierda y la derecha en Educación no se limita a una lucha entre el modelo público y el privado o semiprivado concertado. Es verdad que lo más llamativo de cara a la galería, y sobre todo en tiempos de crisis económica, es la defensa que el ministro Wert, dispuesto a cambiar la ley si es necesario, hace de los colegios concertados que separan a los alumnos por sexo. Pero este hecho por sí solo no explica la imposibilidad de un pacto educativo que daría una necesitada estabilidad al sistema. Como no podía ser de otra forma, tras el cambio de gobierno no ha tardado mucho en plantearse una reforma de calado que todavía no parece tocar suelo. El punto estrella de la reforma educativa del anteproyecto de ley ha sido el adelanto tanto de los itinerarios distintos a los 14 años como de los programas alternativos (conocidos como diversificación curricular pero rebautizados como programas de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento) a los 13. De esta forma, la elección de los alumnos entre Bachillerato o FP se realizaría en 3º de ESO, eso sí, de forma encubierta, a través de determinadas optativas y de dos niveles de matemáticas. Los Programas de Cualificación Profesional también se plantean a partir de 3º de ESO, para alumnos que pondrán aprender un oficio e insertarse en el mercado laboral en un período relativamente rápido.
La solución no es fácil, pero pasa desde luego por encontrar un punto medio, evitando caer en extremismos ideológicos (y demagógicos). Entender equidad y excelencia como formas opuestas en educación es una simplificación que se ha usado en muchas ocasiones, con no poca malicia, como herramienta política. Precisamente, como se recuerda en una noticia de El País, el político laborista británico David Milliband escribía en 2004: «Dar a cada chico la oportunidad de ser lo mejor que puede ser, sin importar su talento o su origen, no es una traición a la excelencia, es su cumplimiento». Es precisamente ese el ideal que debe servir de motor y de guía al sistema, independientemente de que haya detrás políticos de izquierdas o de derechas.
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