Literatura y realidad

Literatura y realidad

   Cuenta Umberto Eco en Confesiones de un joven novelista la siguiente anécdota sobre Alejandro Dumas padre. De camino a Sicilia hizo una parada en Marsella para visitar el Castillo de If, donde había encarcelado a su personaje Edmond Dantés antes de que fuera el Conde de Montecristo. Se dice que Dumas se sorprendió porque el guía mostraba «la verdadera celda de Montecristo» y se refería a Dantés y a otros personajes de la novela «como si hubieran existido de verdad», omitiendo, en cambio, otros ilustres y auténticos prisioneros como, por ejemplo, Mirabeau.

   Y esta no es, desde luego, ni la primera ni la última vez en que personajes de ficción se entremezclan y confunden con la realidad. Uno de los casos más paradigmáticos es, quizá, el de Sherlock Holmes. Desde 1890 comienzaron a llegar ingentes cantidades de cartas a nombre de Sherlock Holmes al 221b de Baker Street, lugar de residencia del célebre detective y de su ayudante y amigo el doctor Watson. El servicio de correos londinense enviaba esas cartas, procedentes de todos los rincones del planeta, a Conan Doyle. Muchas de esas cartas solicitaban los servicios del señor Holmes para resolver los más diversos crímenes y misterios. Incluso, cuando Doyle anunció en 1904 el final de las aventuras de Holmes, recibió ofertas de amas de llaves que suponían que el detective se retiraba a una vida más tranquila. Actualmente se siguen recibiendo decenas de cartas diariamente e incluso se ha creado una «Secretaría de Sherlock Holmes» para organizar toda la correspondencia.

    En no pocas ocasiones esa confusión se ha basado en intereses puramente comerciales. Aunque existen indicios que parecen apuntar a la posible existencia de Romeo y Julieta ‒Girolamo della Corte afirma que fueron personajes reales y dos familias llamadas Montecchi y Cappeletti aparecen en La divina comedia‒ muchos de los visitantes que pasan diariamente por la casa de los Capuleto en Verona desconocen que la famosa ventana gótica y el balcón desde el que Romeo rondó a Julieta fueron construidos a principios del siglo XX para acrecentar la leyenda.

    No son solo locuras de un escritor. Tampoco es un extremismo a lo Capote. Lo que estos ejemplos demuestran es que el empeño en distinguir literatura y realidad, como si existiera una única realidad y hubiera una separación tajante entre ambos, es un esfuerzo muchas veces baladí. Borges así lo entendía cuando recordaba a autores como Bacon, Emerson o Carlely, que imaginaron el mundo como un libro secreto donde está prohibido leer. Mallarmé le dio la vuelta a la idea al decir que «el mundo existe para llegar a un libro». Y desde luego algo de razón debía tener.

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