El cazador oculto de Salinger

El cazador oculto de Salinger

    La expresión italiana «traductor, traidor» se utiliza tradicionalmente para hablar de la dificultad que existe al trasladar un texto de una lengua a otra sin que se pierdan matices de la lengua original. Unas veces más traidor que otras, el traductor es una figura imprescindible para que se lleve a cabo una adecuada transmisión de la información entre culturas. Se suele decir que un clásico es difícil de tumbar, pero una mala traducción puede echarlo a perder a velocidades supersónicas. Y no es tan raro, ya sea por dificultad, desidia, dejadez, o simplemente falta de aptitudes. Sea como fuere, el título es la piedra angular de la traducción. Las primeras impresiones aquí sí importan, y mucho. Puede ser una invitación o un portazo en las narices. Si la traducción del título falla más vale que eches a correr. Por eso, en esta tarjeta de presentación nada es al azar. Cualquier cambio, cualquier traición, es fruto de una meditada estrategia de marketing. O fruto del desastre, según se mire. Como en esas traducciones antiguas empeñadas a españolizar todas las palabras a cualquier precio.

    Al hablar de traiciones en los títulos es fácil encontrar en la red referencias al cine (aquí podrás ver un buen puñado de curiosas traducciones), pero no son tan abundantes las referencias a la literatura. Un texto canónico es el artículo de Augusto Monterroso titulado «Sobre la traducción de algunos títulos». Monterroso se refiere a dos tipos de traducciones: las literales y las traidoras. Dentro de las primeras entrarían títulos llenos de fuerza como La piel de nuestros dientes de Thornton Wilder (The Skin of Our Teeth bien podría haberse titulado Por los pelos) o El sonido y la furia de Faulkner (buena opción para The Sound and the Fury, seguramente mejor que Bla, bla, bla). En el grupo de las traiciones Están La importancia de llamarse Enersto de Oscar Wilde (el being earnest de The Importance of Being Earnest en realidad es «ser honrado») y Otra vuelta de tuerca de Henry James (buena elección partiendo de The Turn of the Screw, mejor que el literal La vuelta del tornillo).

    A estos casos habría que añadir la propuesta de Borges con respecto a La metamorfosis de Kafka. El escritor argentino siempre defendió que la traducción correcta para Die Verwandlung era La transformación, pero parece que el título no prosperó y acabó cayó en desuso en ediciones posteriores. Desde luego no es la primera vez que títulos caen en el más absoluto olvido y asumimos las traducciones actuales como las únicas posibles. The Catcher in the Rye fue traducido en su primera edición como El cazador oculto. En una edición posterior se traduciría literalmente como El guardián entre el centeno y de ahí hasta nuestros días. También pasó con The Sun Also Rises de Hemingway. Que levante la mano quien sepa que es Fiesta.

    Como dije, los cambios que se hacen actualmente responden más a una estrategia comercial. Uno de los casos de traducción más sonados ha sido el de la trilogía Millennium de Stieg Larsson. La traducción del primer libro es más o menos correcta, sin embargo, en el segundo libro se cambia la expresión «jugar con fuego» por una con más tirón, «soñar con una cerilla y un bidón de gasolina». Para el tercer título seguramente se quiso seguir con el derroche de imaginación lingüística y se prefirió La reina en el palacio de las corrientes de aire antes que Castillo de aire explotado. Este cambio seguramente también benefició al libro de Lou Marinoff Plato, Not Prozac, porque Más Platón y menos Prozac suena bastante mejor que Platón, no Prozac. Tusquets publicó un libro de Tibor Fischer con el título de No apto para estúpidos (en lugar de El que no lea este libro es estúpido) porque Taurus había publicado el libro de Oliviero Ponte di Pino El que no lea este libro es un imbécil.

    La polémica también sirve para generar ventas. Sino que se lo digan a Jorge Herralde. Anagrama dividió Erections, Ejaculations, Exhibitions and General Tales of Ordinary Madnessde Bukoswski en dos partes: Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones por una parte y La máquina de follar por otra. Algo parecido hizo Grijalbo con Richard Smith. La traducción literal de Cómo adelgazar follando hubiera debido ser Cómo estar más delgado gracias al sexo.

    En última instancia el problema de traducción se deriva de la ambigüedad del título original. El libro Truisme de Merie Darrieussecq bien podría haberse traducido como Obviedades o como Marranadas. Se prefirió el segundo. Lo mismo con la novela de Graham Swift Last Orders, que podría haberse traducido como Últimas voluntades pero se prefirió Últimos tragos.

    Seguramente me dejo en el tintero muchos más ejemplos de traducciones traidoras de títulos de libros. No he querido detenerme, por ejemplo, en las diferencias que hay entre los títulos de ediciones de España y de algunos países de Sudamérica. Esto daría para otro artículo completo. Eso sí, si alguien conoce algún otro caso que me lo diga, por favor. Puede saberse mucho observando detenidamente la traducción que se hace del título de un libro. Mucho sobre el escritor original, el traductor, la editorial o la estrategia de ventas.

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