Un pangrama no es más que un texto que contiene todas las letras del alfabeto. Algo así como el reverso del lipograma. Cuanto más corto mayor es el desafío. Porque como dice Màrius Serra en su libro Verbalia, en realidad todos los textos largos son pangramas, pero su interés es inversamente proporcional a su longitud.
Y aunque quizá suene a excéntrica broma georgespereciana, los pangramas tienen una utilidad. Al contener todas las letras se usan en las pruebas tipográficas para comprobar que todas las fuentes se muestran correctamente. Existen multitud de pangramas, pero el que más famoso se ha hecho es el que usan los procesadores de texto de Linux y Windows y que dice así: «El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi. La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque de paja». Adobe, en cambio, ha preferido un pangrama más breve ‒y más creíble‒: «Jovencillo emponzoñado de whisky: ¡qué figurota exhibe!»
Hay muchos pangramas en la red, pero entre todos ellos me ha llamado especialmente la atención el pangrama autorreferente, elaborado con ordenador por Marcos Donnanturi: «Este pangrama tiene dieciséis a, una b, quince c, once d, dieciocho e, una f, dos g, dos h, trece i, una j, una k, una l, dos m, dieciséis n, una ñ, catorce o, dos p, dos q, cinco r, catorce s, seis t, doce u, una v, una w, una x, dos y y una z».
Todo muy a lo Georges Perec, sí. Incluso hay invento tipo Increíble Máquina Aforística para crear tus propios pangramas. Ya no hay excusas para sacar al pequeño escritor de literatura potencial que llevas dentro.
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