Muchos artistas se dejan en sus obras sangre, sudor y lágrimas. En el caso de Marc Quinn, además, lo de la sangre es literal. Concretamente cuatro litros y medio de su propia sangre. Pero tranquilos, no voy a dedicar un artículo al accionismo vienés, aunque en la obra de Quinn está latente el escándalo, siquiera para suscitar la reflexión ante la realidad inmediata y sus valores.
Inspirado en los autorretratos de Rembrandt, Quinn comenzó en 1991 un proyecto, Self, que de momento le ha costado 18 litros de sangre, con los que ha elaborado varias máscaras faciales de sí mismo. Este artista británico comenzó su obra vertiendo cuatro litros y medio de sangre sobre un molde negativo de su cabeza que después congeló. Lógicamente, al estar congelada, la obra necesita exponerse de forma permanente dentro de un contenedor de cristal instalado sobre un sistema de refrigeración. Si en algún momento dejara de funcionar el busto acabaría fundiéndose y volviendo a su originario estado líquido. De hecho, hubo un rumor de que la pieza se había derretido después de que la galería Saatchi la adquiriera por trece mil libras, aunque se desmintió tras exhibirla en 2003 con motivo de la apertura de su nueva galería en Londres. Finalmente la galería vendió la obra en 2005 a un coleccionista estadounidense por un millón y medio de libras.
El proyecto de Quinn incluía un ritmo de una cabeza sangrante cada cinco años (actualmente hay cuatro). El último, el Self 2006, ha pasado a formar parte de la colección de la National Portrait Gallery de Londres. De esta manera Quinn pretende reflejar, según sus propias palabras, su «preocupación por la mutabilidad del tiempo», al tiempo que trata sobre «la imposibilidad de la inmortalidad».
Self es además una incómoda reflexión sobre las relaciones entre la vida y el arte. Quinn podría haber elegido esculpir materiales más perdurables como el mármol o el bronce, pero al optar por sangre congelada lo efímero se vuelve más evidente porque depende necesariamente del buen funcionamiento del sistema de refrigeración. Como admite el propio Quinn, «solo puede existir en una cultura donde el cuidado por el arte es una prioridad».
A continuación dejo el proyecto completo, de 1991 a 2006.
Se cita en un relato de Gonzalo Barr, en la ciudad hay un apagón…
Es una curiosidad muy graciosa. La posibilidad se ma había pasado por la cabeza 😉