Daniel Goleman afirma en su ensayo Inteligencia emocional que las emociones se contagian por un efecto de mimetismo, algo muy parecido a la teoría defendida por los psicólogos Elaine Helftield y John Cacioppo en Emotional Contagion. De otra manera es difícil explicar el extraño episodio que se produjo el 30 de enero de 1962 en la pequeña escuela de Kashasha, un minúsculo pueblecito de la región de Tanganica, actual Tanzania, próximo a la frontera con Uganda. Parece que tres alumnas comenzaron a reírse con tanto entusiasmo que la risa se fue contagiando poco a poco a algunos alumnos más que estaban presentes. Después de unos minutos las risas pasaron a otras aulas y se fueron contagiando de unos alumnos a otros como si de una epidemia de histeria colectiva se tratara. La risa se contagiaba sobre todo en adolescentes entre 12 y 18 años, pero no en todos: 95 de las 159 alumnas del colegio se vieron afectadas; pero la risa no se contagió entre el profesorado.
Sorprendentemente, los alumnos contagiaron su risa a familiares, amigos y vecinos. Diez días después de que empezara la epidemia la risa entre el alumnado no paraba y el colegio tuvo que cerrar temporalmente. Este cierre obligó a desplazar a los alumnos del pueblo a otras zonas de la región, lo que hizo que el ataque de risa se extendiera a gran velocidad, primero entre los colegios y después entre prácticamente la totalidad de la población. Parece que el contagio se producía de forma directa: había que estar delante de alguien contagiado para que la risa se pegara. A continuación había un periodo de incubación, que podía durar unas horas o unos días, y finalmente el afectado estallaba en una risa incontrolable que podía prolongarse entre varios minutos y varias horas.
Llegó a afectar a unas 14 escuelas, que se vieron obligadas a cerrar, y a más de un millar de personas de zonas cercanas a los lagos Tanganica y Victoria. La epidemia duró entre 6 y 18 meses y no fue completamente erradicada hasta junio de 1964, aunque parece que ningún afectado tuvo que soportar la risa más allá de una veintena de días. Las autoridades tuvieron que poner en cuarentena a las poblaciones contagiadas para detener la epidemia. No se produjo ninguna muerte asociada a la risa, aunque los afectados tuvieron, además del evidente cansancio, problemas respiratorios, dolor e incluso pérdidas de conocimiento. De hecho, los casos en los que la risa haya llevado a una persona a la muerte son muy extraños, aunque haberlos haylos. Los más conocidos son el de Alex Mitchell en 1975 y el de Damoen Saen-um en 2003. En ambos casos las muertes se produjeron como consecuencia de un ataque cardíaco o por asfixia.
Incluso aún hoy en día se desconoce el motivo que pudo llegar a producir la epidemia de risa de Tanganica. Después de una concienzuda investigación que no obtuvo ningún resultado en busca de algún gas tóxico o de un virus, se llegó a la conclusión de que fue un simple y curioso episodio de histeria colectiva. La teoría de Goleman sobre las emociones miméticas parece la explicación más pausible. Ahora bien, aunque es cierto que la risa es una de las emociones más contagiables, no hay que olvidar que para Goleman todas son susceptibles de contagio.
[…] Gamero, A. (2013). La piedra de Sísifo. Recuperado el 11 de 05 de 2017, de https://lapiedradesisifo.com/2013/02/19/la-epidemia-de-risa-de-1962-cuando-la-risa-es-cosa-seria/ […]