En Orlan, la mujer que quiso convertirse en una obra de arte viva, todo es apariencia. Ni su nombre es Orlan, ni su rostro es su rotro, ni su cuerpo su cuerpo. El verdadero nombre de esta artista, nacida en Saint-Etienne en 1947, es Mireille Suzanne Francette Porte. En su aspecto, con el pelo cardado en blanco y negro, sin cejas y con dos bultos que pretendían ser cuernos en las sienes, poco queda de la joven que un día fue. No en vano Orlan quiso convertir su cuerpo en el lienzo sobre el que experimentar su peculiar visión del arte y del mundo a través de una de las performances más radicales que jamás se hayan hecho. Si lo consiguió o no es algo discutible, pero no cabe duda de que su proyecto marcó un antes y un después en lo que respecta a los límites del arte y hasta dónde debería llegar a sacrificarse un artista.
Desde que se iniciara en el arte en 1964 con su Marcha a cámara lenta, como un preludio del mayo del 68, Orlan fue realizando diversas performances más o menos impactantes. Entre ellas, inventó su propia unidad de medida, el Orlan-Cuerpo, que usó para medir nada más y nada menos que el Vaticano. Pero la culminación de su arte llegó en 1990 con su La reencarnación de Saint Orlan, una obra con la que Orlan inventa el concepto del Carnal Art.
En ella la artista se somete a nueve intervenciones quirúrjicas para transformar su cuerpo en algo completamente distinto, un ser híbrido compuesto por trozos sacados de diversas pinturas o esculturas. Todas obras representativas del arte y de la belleza de la mujer. La barbilla de la Venusde Boticcelli, la frente de la Monalisade Da Vinci, la boca de El rapto de Europade Boucher, los ojos de la Psiquede Gérôme y la nariz de una escultura de Diana. Una reinvención del mito de Frankenstein. Siete mujeres ideales que encajan como un puzle en su propio cuerpo. Su objetivo era deformar su propio rostro a través de la belleza sugerida por grandes artistas para denunciar la sumisión y en muchos casos incluso esclavitud de la mujer a unos cánones de belleza determinados.
Cada una de las operaciones se convirtió en una verdadera representación teatral, recogida en vídeo o en fotografías, y dirigida por la propia Orlan, que permanecía consciente en todo momento, charlando con los cirujanos o recitando poemas. El quirófano era debidamente preparado, con crucifijos, frutas y flores de plástico y música de fondo elegida para la ocasión. La típica ropa del personal médico y de la paciente era sustituida por vistosos trajes ‒para su primera operación Orlan contaba con un diseño de Paco Rabanne‒.
Orlan practica una especie de canibalismo existencial que recuerda al accionismo autodestructivo de Rudolf Schwarzkogler y a las provocaciones de Chris Burden, aunque con un componente de compromiso social que no se regodea necesariamente en el dolor. ¿Arte o locura? Seguramente muchos se harán esta pregunta. Transgresión, sin duda, pero ¿a cualquier precio? Sobrepasando los límites del arte, su cuerpo, desgarrado, se convierte en un espacio donde todo vale. Artista hasta el final y aún más allá, su cuerpo, su mayor obra de arte, le acompañará mientras viva.
Aburrimiento. Tedio. Banalidad. Snobismo.
[…] Orlan: Artículo de La Piedra de Sísifo sobre la artista francesa que encontró en la cirugía y la modificación corporal un medio de expresión artística. […]
[…] Gamero, A. (2013, 8 marzo). Orlan, la mujer que sacrificó su cuerpo al arte. La piedra de Sisifo. https://lapiedradesisifo.com/2013/03/08/orlan-la-mujer-que-sacrific%C3%B3-su-cuerpo-al-arte/ […]