Uno de los primeros dibujos que hace cualquier niño apenas aprende a usar lápices de colores son los paisajes. No es necesario que nadie le haya enseñado a hacerlo ni que haya visto dibujos parecidos de otros niños para que sus paisajes repitan un esquema casi idéntico al de otros niños. En la inmensa mayoría de los casos sus composiciones tendrán un valle con algunas colinas suaves, varios árboles, flores, una casa con una valla y una chimenea por la que sale humo, personas alrededor de la casa, algunos animales, un lago y un camino que se pierde entre montañas al fondo.
Denis Dutton explica esta circunstancia en El instinto del arte defendiendo que estamos programados genéticamente para el arte. Un niño reproduce este tipo de paisajes porque el instinto de supervivencia que lleva en los genes se manifiesta artísticamente. Dibujar una casa le da seguridad al niño de que va a poder pasar la noche bajo techo, con la protección extra de una valla, protegido del frío con una chimenea y acompañado por otras personas. Los animales garantizan que habrá comida y el lago que habrá agua. Los árboles no suelen ser muy altos, por si acaso hay que subirse a ellos en caso de peligro. El camino ofrece la seguridad de una ruta marcada, como invitando al paseo ‒o a la huida si es necesario‒. Según Duxton este paisaje es el preferido de los niños porque en él la supervivencia está garantizada.
Y parece que este principio funciona no solo en niños. Charles O´Rear lo usó para su fotografía del Valle de Napa titulada Bliss, que se haría célebre después de que Microsoft la comprara en el 2000 y empezara a usarla como fondo del Windows XP. Está claro que la intuición de la gran multinacional de que el paisaje de O´Rear funcionaría en el mundo entero como símbolo de la felicidad no pudo ser más acertada.
Eso sí, la teoría de Duxton solo explica cierto tipo de belleza y no es aplicable a la belleza que sentimos al admirar, por ejemplo, los paisajes de Caspar David Friedrich al estilo de El caminante sobre el mar de nubes.
Pues no, no tendrá nada que ver con la belleza que surge fuera del afán de seguridad y el instinto de supervivencia (no había pensado en la belleza de esta necesidad, ni si la búsqueda del niño es la belleza… aunque en algunos puede ser). ¡Interesante texto! Saludos.
Hola infausta. Estaríamos hablando por supuesto a un nivel no consciente. No es que la supervivencia sea una necesidad bella en sí misma, sino que más bien la belleza sería una forma de garantizarla. Mira este vídeo, tal vez escuchar a Duxton te convenza:
http://www.ted.com/talks/lang/es/denis_dutton_a_darwinian_theory_of_beauty.html?embed=true
Yo creo que es una imagen que viene impresa por ser las primeras a los que nos habituamos, como la decoración de las paredes de la habitación e, incluso, la portada de algún libro que nos leen nuestros padres antes de abrir los ojos.
No sé hasta qué punto pueda decirse que es una de las primeras imágenes a las que nos habituamos. Si vives en el campo (o en un pueblo) es más normal, pero si vives en la ciudad no es tan habitual estar en contacto con este tipo de paisajes. Aunque no te digo que haya casos en los que pueda ocurrir.
La ilustración usada en el artículo, corresponde exactamente con un poema de Gloria Fuertes (España 1917 – 1998) titulado CÓMO SE DIBUJA UN PAISAJE.
Un paisaje que tenga de todo,
se dibuja de este modo:
Unas montañas,
un pino,
arriba el sol,
abajo un camino,
una vaca,
un campesino,
unas flores,
un molino,
la gallina y un conejo,
y cerca un lago como un espejo.
Ahora tú pon los colores;
la montaña de marrón,
el astro sol amarillo,
colorado el campesino,
el pino verde,
el lago azul
-porque es espejo del cielo como tú-,
la vaca de color vaca,
de color gris el conejo,
las flores…
como tú quieras las flores.
De tu caja de pinturas
¡usa todos los colores!