Ron Mueck pertenece a esa raza de artistas forjados en el mundo de la publicidad y de los efectos especiales para cine y televisión. Nacido en una familia de jugueteros de Melburne, Ron se crió entre títeres, marionetas y disfraces. Carecía de formación artística, pero llegó a lo más alto a lo que puede aspirar un creador de muñecos de guiñol y de disfraces: acabó trabajando con Jim Henson en Cristal oscuro y en Dentro del laberinto y en Barrio Sésamo.
En 1996 comienza su carrera artística cuando empieza a colaborar con su suegra, la pintura portuguesa Paula Rego, produciendo pequeñas figuras como parte de un cuadro que ella exponía en la Galería Hayward. Fue Rego quien le presentó al coleccionista de arte Charles Saatchi, que quedó prendado con el pequeño Pinocho que la pintora tenía en su taller. Saatchi se mostró muy interesado por la obra de Mueck y empezó a solicitarle trabajos Mueck comenzó con su espectacular Bebé, aunque el reconocimiento internacional le vendría sobre todo con Dead Dad, una polémica reproducción escalofriante y reducida a dos tercios del tamaño natural del cuerpo de su padre muerto.
Mueck esculpe sus esculturas en arcilla, hace un molde de yeso alrededor de ella y finalmente sustituye la arcilla por una mezcla de fibra de vidrio, silicona y resina e implanta el cabello. Los detalles de las hiperrealistas esculturas de Mueck están calculados al milímetro. Tienen todo lo que un ser humano de verdad tiene que tener. Hasta El más insignificante lunar, vello, poro o punto negro es reproducido en sus figuras. Si el tamaño fuera normal sus esculturas podrían ser fácilmente confundidas con seres humanos de carne y hueso, de los de verdad. Pero ahí es precisamente donde Mueck plantea el tema de la verosimilitud: no le interesa el tamaño normal porque no busca hacer una copia exacta de la realidad, más bien distorsiona su tamaño para llamar la atención sobre la fragilidad y la vulnerabilidad del ser humano.
Porque a pesar del gigantismo de sus esculturas ‒aunque a veces tienen un tamaño más reducido‒ no son colosos los que se levantan varios palmos sobre nuestras cabezas. Su obra conmueve e inquieta a partes iguales. El desnudo es el gran protagonista en la obra de Mueck. Seres humanos frágiles, desprotegidos, llenos de imperfecciones, con el pelo enmarañado, arrugas y algunos michelines de más. Esculturas de humanidad descarnada.
A continuación una muestra de esa humanidad descarnada.
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