Parece que fue ayer cuando todavía nos estábamos manejando con pesetas y va ya para catorce años del cambio de moneda. Ya hay toda una generación que no ha conocido otra cosa más que el euro. Pero para muchos la peseta quedará en el recuerdo como la moneda de los antiguos precios. Con aquel billete de 1000 pesetas de Hernán Cortés se te abría un mundo de infinitas posibilidades. Y con uno de 5000 pesetas de Colón ya ni te digo. Pero sobre todo recuerdo con especial cariño los billetes antiguos, los de la década de los 80. El billete de 1000 pesetas de Galdós y el de 2000 pesetas de Juan Ramón Jiménez; y más vagamente el de 500 pesetas de Rosalía de Castro y el de 200 pesetas de Clarín. Unos billetes muy literarios, desde luego.
El primer gran dirigente que vio el potencial propagandístico de la moneda fue Alejandro Mago. Alejandro acuñó por todo su imperio miles de monedas con su rostro, monedas que llegaban a todas partes y que eran el símbolo de un estatus económico y social. La estrategia política funcionó a la perfección: durante generaciones su rostro fue recordado e identificado con el poder político y económico. Una estrategia tan brillante que posteriormente fue adoptada por dirigentes de todas las épocas y lugares. Pero más adelante, cuando ya existieron otras estrategias propagandísticas más eficaces, las monedas pasaron a homenajear a los grandes iconos de cada nación. Lo que en muchos casos incluye, por supuesto, a los escritores.
En España, además de los billetes mencionados, no podía faltar el de nuestro más grande escritor, Miguel de Cervantes, por valor de 100 pesetas y de los años 20. Y su gran personaje, el Quijote, tampoco podía dejar de tener su propio billete, de 1 peseta y de los años 50. Muchos recordarán en los años 70 los billetes de Gustavo Adolfo Bécquer (100 pesetas) y de José Echegaray (1000 pesetas). También de los años 20 son los billetes de Quevedo (de 50 y de 100 pesetas) y de Calderón de la Barca (de 25 pesetas).
Otros países tampoco han perdido la oportunidad de homenajear a sus grandes escritores, y seguramente basta con echar un vistazo a los billetes de un país para saber cuáles son. En el vecino Portugal está claro: no podía faltar el billete de 100 escudos de Fernando Pessoa. Gran Bretaña une en un billete de 20 libras la estatua de Shakespeare y una escena de Romeo y Julieta y en un billete de 10 libras a Charles Dickens y un partido de cricket. En Escocia hay un billete de 1 libra de Stevenson y en Irlanda hay billetes de Joyce (10 libras) y de Yeats (20 libras).
En Sudamérica no faltan tampoco los billetes literarios. En Nicaragua, como no podía ser de otra manera, Rubén Darío de cabeza al billete de 100 córdobas. En Perú encontramos a Ricardo Palma convertido en billete de 10 intis y a César Vallejo en billete de 10000 intis. En Chile Gabriela Mistral aparece en el billete de 5000 pesos.
Por último, no se puede dejar de mencionar los falsos billetes literarios. La micronación ficticia de Kamberra se ha hecho mundialmente conocida en el mundo numismático por sus famosos y llamativos sellos, billetes y monedas. Además de billetes basados en actores o en científicos, Kamberra ha dedicado papel moneda a Oscar Wilde (5 numismas) y a Émile Zola (1 numisma). Aunque nada comparado con el precioso billete elaborado como prueba por Giori sobre Julio Verne, no solo por el cuidado detallismo de la impresión sino por las más de 90 medidas de seguridad que incorpora.
Reúno aquí este puñado de billetes recordando que coleccionar billetes no significa coleccionarlos todos. Dentro del mundo de la numismática también hay ramas y especialidades. Una curiosa colección es la de los billetes literarios, una colección no demasiado amplia pero sí difícil de completar. Es lo que hace, por ejemplo, Jesús Marchamalo. Un escritor coleccionando billetes de escritores. Simplemente maravilloso.
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