En un lugar de la Mancha...

En un lugar de la Mancha…

   Dicen que las primeras impresiones son las que cuentan. Y algo debe haber de verdad en esto, porque la primera frase de una novela es algo así como su carta de presentación, una puerta que nos invita a pasar al interior o que nos niega la entrada al libro. Quizá por eso hay quienes piensan que las dos frases más importantes de una novela son la primera y la última. Lo que hay en medio es solo relleno, aunque necesario, eso sí, porque no deja de ser la unión inevitable entre dos puntos, uno de salida y otro de llegada. Sea como fuera, hay comienzos que se nos quedan grabados a fuego y que no dudaremos en repetir palabra por palabra si se nos pregunta.

   American Book Review ha elaborado una lista con las cien mejores frases iniciales de la literatura universal. Aunque hay libros en todos los idiomas, como no podía ser de otra manera, abundan los libros en inglés. En la lista solo aparecen dos libros en castellano: Cien años de soledad en cuarta posición y El Quijote en el número veintisiete. El libro que encabeza la lista es Moby Dick son su comienzo «Llamadme Ismael». Personalmente tengo algunas dudas. Quizá no hubiera puesto Orgullo y prejuicio en segundo lugar y desde luego no hubiera dejado La metamorfosis fuera de la lista ‒que sí incluye El proceso‒.

   Animado por el ejemplo he decidido hacer mi propia lista. Como tengo mis dudas en lo que respecta a incluir comienzos traducidos, porque creo que la verdadera fuerza de una primera frase está en la combinación exacta de palabras y no simplemente en su significado, he optado por ceñirme exclusivamente a novelas en castellano. De los diez principios inolvidables que hay en mi lista los ocho primeros me los sé de memoria. Pedro Páramo y La familia de Pascual Duarte no son precisamente santos de mi devoción, pero tengo que reconocer que sus frases iniciales se han ganado pleno derecho a figurar en la lista.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.

Don Quijote de la Mancha de Cervantes

 

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Cien años de soledad de Gabriel García Márquez

 

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.

Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez

 

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.

El túnel de Ernesto Sábato

 

¿Encontraría a la Maga?

Rayela de Cortázar

 

La heróica ciudad dormía la siesta.

La Regenta de Leopoldo Alas Clarín

 

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.

Pedro Páramo de Juan Rulfo

 

Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo.

La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela

 

El gallo de la veleta, recortado en una chapa de hierro que se cantea al viento sin moverse y que tiene un ojo solo que se ve por las dos partes, pero es un solo ojo, se bajó una noche de la casa y se fue a las piedras a cazar lagartos.

Alfanhui de Rafael Sánchez Ferlosio

 

No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.

Corazón tan blanco de Javier Marías

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