Los hombres de la tumba

Los hombres de la tumba

   Funcionamos por modas. Hace unos meses era relativamente raro escuchar la palabra «escrache» y ahora la tenemos hasta en la sopa. Y todo desde que los medios de comunicación la usaran a cuento de las protestas realizadas por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y por algunas desacertadas declaraciones.

   Lo cierto es que esta palabreja tiene una etimología algo confusa. Parece venir del occitano «escrachar», que en el siglo XVI pasa al francés como «cracher», que significa «escupir». En el siglo XVIII su significado se amplía y pasa a designar algo muy parecido a lo que hoy en día entendemos por escrache: el acto de «reprochar con malos modos». Un siglo después encontramos otros significados como el de «hacer burla» o «injuriar». Aunque, eso sí, no es hasta 1995 cuando la palabra se usa para describir lo que hoy en día todos entendemos por escrache. Fue en Argentina, cuando la organización en favor de los derechos humanos HIJO se manifestó pacíficamente en los domicilios de varios altos cargos de la dictadura que habían sido indultados por el presidente Carlos Menem.

   Sin embargo, aunque el significado actual de la palabra sea relativamente moderno, el concepto al que designa se remonta al antiguo Egipto. El primer escrache del que tenemos constancia escrita es al mismo tiempo la primera huelga conocida, un testimonio que nos llega a través del llamado Papiro de la Huelga, conservado en el Museo Egizio de Turín. Se produjo en 1166 a.C. durante el reinado de Ramsés III. Las numerosas guerras y las incursiones extranjeras habían dificultado la fluidez de las rutas comerciales y el uso de mercenarios como ejército, junto con el exceso de corrupción por parte de los funcionarios y la mala administración del gobierno, no mejoraba precisamente la situación económica. De cualquier modo, el faraón debía pagar a los trabajadores de la necrópolis, conocidos como «los hombres de la tumba», no con dinero sino con alimentos, ropa y calzado.

   Pero la situación se volvió todavía más insostenible para el más de centenar de obreros de la aldea de Deir el-Medina cuando los salarios que tenían que llegar desde Tebas fueron interceptados y robados por un gobernador corrupto, algo que ocurrió no en una sino en varias ocasiones. Muy descontentos con la situación, los obreros arrojaron las herramientas al suelo y sorprendentemente se declararon en huelga. A continuación marcharon al templo de Tutmosis III en Medinet Habu, donde montaron un escrache en toda regla al grito de «¡Tenemos hambre!». Parece que al final las reinvindicaciones de los obreros fueron más o menos atendidas, y se les pagó, al menos, parte del sustento. Aunque el problema no se solucionó aquí, porque las huelgas y los escraches se repitieron en varias ocasiones.

   Como se ve, hay cosas que no cambian por mucho tiempo que pase.

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