Tal vez parezca en un primer momento que preguntarse a qué huele la literatura tenga tanto o tan poco sentido como preguntarse a qué huelen las nubes, que por cierto no tienen ningún olor. Pero cualquiera que haya leído El perfume de Patrick Süskind sabe que la literatura puede llegar a oler. Por lo menos en un sentido simbólico que si se me apura raya en lo físico. ¿Cómo no va a oler su magistral arranque?
«En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitoiros, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios».
Antes de leer a Süskind jamás hubiera imaginado que la expresión «este libro apesta» pudiera tener connotaciones positivas. Aunque alguno me dirá que he hecho trampas porque he cogido el libro de los olores por excelencia. ¿Pero acaso no existen muchos otros libros cuya historia desprende un olor tan particular que casi puede percibirse al leerlos? La Divina Comedia huele a azufre, Moby Dick o La isla del tesoro a aire de mar y a sal, las novelas de Sherlock Holmes a tabaco de pipa, El amor en los tiempos del cólera tiene el aroma a almendras amargas, lo que en algunas de las obras de Borges es olor a mate y a sudor de tango en Cortázar es sudor de jazz, las obras de Bukowsky hieden a whisky y el olor de Fahrenheit 451 es uno de los más infames, a papel y a libro quemado.
Por no hablar del peculiar olor de los libros, ese maravilloso cóctel que resulta de mezclar en su justa medida pegamento, agentes químicos varios para blanquear el papel, como el cloro, y por supuesto tinta de imprenta. A veces yo mismo he caído en la trampa. Echar un vistazo a los libros de la sección de novedades de cualquier librería y acabar con la nariz metida entre las páginas de un ejemplar y una expresión cuasi orgásmica en la cara. Supongo que debo parecer algo así como un parafílico, pero tengo que decir que algunos de los mejores libros que tengo los he comprado por el olor. Aunque el olor de un libro es casi tan efímero como un orgasmo. Los libros viejos, en cambio, tienen un olor que va ganando cuerpo con el tiempo. Es lo que tiene la lignina, una sustancia presente en el papel, que al descomponerse con los años libera un olor muy parecido a la vainilla, un olor que impregna cada una de sus páginas.
Para muchos uno de los grandes peligros de la llegada del libro electrónico es la pérdida de ese maravilloso olor. Esta circunstancia sirvió en 2009 para poner en marcha una curiosa broma. Se trata del aerosol para libros electrónicos Smell of Books, que simulaba distintas fragancias de libro: libro mohoso, libro nuevo, libro viejo con concentrado de gato, libro con olor a bacon y fragancia de sensibilidad dirigido a mujeres y todo tipo de lectores de Jane Austen. La idea era rociar el espray sobre cualquier ebook para que el aséptico olor del aparato no tuviera nada que envidiar de los libros de verdad. Todavía recuerdo muchos de los comentarios que se hicieron al respecto diciendo que seguro que no faltaría algún loco que lo hiciera de verdad.
Pues bien, la idea no tardó mucho en hacerse realidad. El loco en cuestión fue Christopher Brosius, como no podía ser de otra forma, perfumista y bibliófilo a partes iguales. Para Brosius cada libro tiene su olor particular, como el buqué de un buen vino. No huelen igual un libro recién impreso y uno antiguo, ni un libro ilustrado que otro sin ilustraciones. Por el olor también es posible saber mucho sobre la historia del libro en cuestión: si ha sido bien cuidado o no o si han estado en bibliotecas con humedad o donde se fumaba. Es más, cada país y cada época tienen un olor característico. Si sabes oler un libro, es posible que incluso notes que no huelen igual un libros comprados en Nueva York, en Londres o en París. Solo alguien con esa capacidad podía crear para I hate perfume una fragancia como In the library. Olor a libro viejo y polvoriento en estado puro. Brosius, que crea naturalmente las mezclas en su taller con un complejo proceso de trabajo, es consciente de que su perfume es más la excentricidad de un amante de los libros que un producto comercial. Aunque eso sí, cada botella cuesta 90 dólares. La colección está formada por distintas fragancias, con nombres como «Pan de jengibre», «La cocina en verano», «Caminando en el aire» «Árbol de navidad», «Recogiendo manzanas» o «Quemando hojas». Cada una viene con una pequeña historia que cuenta cómo fue creada.
En 2012 apareció Paper Passion, un perfume ‒esta vez real‒ con olor a libro recién comprado. La idea nació a raíz de un documental titulado How to Make a Book with Steidl. La revista Wallpaper le pidió al editor Gerhard Steidl, protagonista del documental, que trabajara con el perfumista Geza Schoen para crear la peculiar fragancia con olor a libro. Usando distintos ingredientes, entre ellos el metil linoleato y distintos componentes de madera, dieron con la fórmula de Paper Passion. Posteriormente se le encargó a Karl Lagerfeld que creara un nombre y que diseñara la botella y el envase donde sería presentada, que, como no podía ser de otra forma, acabaría siendo un libro cuidadosamente encuadernado e impreso con textos de Günter Grass y de Tony Chambers entre otros. El propio Lagerfeld llegó a decir en su momento: «el aroma de un libro recién impreso es el mejor del mundo». El perfume Paper Passion se puede comprar aquí y su precio es aproximadamente de unos 88 euros.
Algo más tétrico es el nombre del perfume aparecido a comienzos de 2013: Dead Writers. Pero en lugar de emular el hedor de escritores putrefactos, lo que pretende esta fragancia es evocar la presencia de grandes escritores clásicos. Concretamente de Shakespeare, de Melville, de Jane Austen, de Mark Twain, de Edgar Allan Poe, de Scott y Zelda Fitzgerald, de Charlotte Bronte y de Sylvia Plath. Entre los ingredientes figuran el té negro, el tabaco, la vainilla, el clavo o el almizcle, sustancias relacionadas en muchos casos con el proceso creativo de algunos de estos escritores, ya sea para estimular o para relajar. El precio de este perfume es más asequible que los anteriores, no más de 20 euros, e incluso es posible encargar una ampolla primero para probarlo por no más de 3 euros. Además del perfume también hay una versión en crema, acompañada por un colgante con la imagen del escritor elegido.
Otras propuestas aromáticas hacen también referencia a los libros, aunque sean solo como simple excusa. En Redumodel hay una colección de perfumes, a 29 euros cada uno, inspirados en grandes obras de la literatura, como Las mil y una noches, el Orlando, Madame Bovary o El amante. En este caso no se sabe muy bien cuál es la relación entre la fragancia y el libro, aunque uno sospecha que es meramente anecdótica. Algo que es todavía más evidente en el caso de los perfumes inspirados en la saga de Crepúsculo. El frasco más barato ronda los 22 dólares y el más caro llega a 48 dólares. Vamos, un descarado producto de merchandising.
Eso sí, más impresionante es el diseño que hizo Behance de frascos de perfumes basados en una literatura oscura y con carácter. Se trata de una curiosa colección llamada Scent Stories que incluye al marqués de Sade, a Chordelos de Laclos, a Edgar Allan Poe y a George Orwell. En este último caso no puede adquirirse en ninguna parte, ya que solo es un montaje y no se trata de un producto real. Aunque a estas alturas ni falta que hace. Como ha quedado demostrado, la literatura huele. Y mucho.
[…] para todos los amantes de la lectura se puede encontrar incluso ya sintetizado en forma de perfume, lo cual ya se me hace un extremo, pero bueno, habrá quien quiera rociar un poco sobre su kindle […]
[…] y películas favorita, Netflix, sorprendió (al menos así lo manejan ellos) a sus suscriptores, con una adaptación del best-seller de Patrick Süskind, El Perfume. La serie mantiene el titulo de la historia en que se basa, aunque no es una adopción del libro […]
[…] va más allá de la mera sensación de progreso visual ‒incluyendo, por ejemplo el tacto o el olfato‒. Otros estudios han mostrado resultados parecidos al indicar que la dificultad de los libros […]