Invento de coche sin combustible

Invento de coche sin combustible

   Muy poco es lo que se sabe de la vida de Arthur Paul Pedrick. Que estuvo trabajando en la Oficina de Patentes del Reino Unido y que desde que se jubió en 1962 hasta su muerte en 1976 jamás dejó de inventar. Poco más. Sin embargo, su vida seguramente daría para una o dos buenas películas. Y es que en ese corto periodo de ocho años Pedrick llegó a patentar hasta 162 absurdos inventos que nunca llegaron a construirse, utilizarse o aplicarse de ninguna manera. Puede considerarse el inventor más desastroso de la historia: ha sido uno de los más prolíficos pero al mismo tiempo no puede decirse que haya inventado nada, porque sus ideas eran tan ridículas que ninguna de ellas llegó a concretarse.

   Pedrick no era experto en nada, pero eso no era impedimento para que opinara sobre todo, la mayor parte de las veces con ideas y puntos de vista bastante ridículos. Estuvo tremendamente interesado por la física y por sus aplicaciones en el mundo moderno y sus inventos solían ofrecer explicaciones o soluciones alterativas que eran tan rebuscadas que resultaban absurdas.

   Una de sus principales metas era revolucionar los medios de transporte. Y desde luego que lo hizo, inventando nada más y nada menos que un coche que funcionaba sin gasolina ni gasóleo. Ahora bien, el invento tenía el inconveniente de que necesitaba un caballo para que lo fuera empujando desde atrás. Efectivamente, el caballo iba empujando el coche en lugar de tirar de él. Para ponerlo en marcha se le daría una pequeña descarga eléctrica al animal y a continuación se abriría el maletero, donde habría heno o cualquier otra comida que le gustase al caballo, para que fuera caminando por sí mismo de forma natural. Sí, el típico invento ACME del palo y la zanahoria. Para acelerar o frenar bastaría con acercar o alejar la comida del caballo. Tuvo otras ideas para mejorar los automóviles, como un aparato para poder conducir desde el asiento de atrás o una plataforma situada sobre el techo del coche para que los pasajeros pudieran tomar el sol.

   También inventó un tren subterráneo metropolitano que funcionaba por succión. Se desplazaría por un tunel ligeramente más ancho e iría sellado contra el techo. Al extraer el aire de una zona sellada se conseguiría que el tren se desplazara hacia ella. Para mejorar todavía más el genial invento, si es que es posible, se colocarían imanes opuestos en las paredes del túnel y en los vagones.

   Pedrick también hacía gala de su altruismo pergeñando algunos aparatejos para el bien de la Humanidad. Para solucionar el hambre del mundo ‒nimio empeño por su parte‒ ideó un sistema de irrigación formado por tuberías que conectarían la helada Antártida con el desierto australiano y que servirían para transportar bolas de nieve y de hielo. Se supone que al encontrarse la meseta antártica a 3000 metros de altura las bolas llegarían a 800 kilómetros por hora al nivel del mar. También inventó un método para apagar fuegos en los rascacielos. El sistema funcionaría mediante una gigantesca cortina ignífuga que caería y cubriría el edificio por completo sofocando el fuego por la falta de oxígeno. Las personas que estuvieran en el rascacielos solo tendrían que acudir a determinadas habitaciones que tenrían aberturas en la cortina para que pudieran respirar.

   En uno solo de sus inventos, inspirado por su gato Ginger, unió su pasión por estos animales con su deseo de conseguir la paz en el mundo. El resultado era desde luego un poco más complejo que su idea del coche empujado por un caballo. Lo llamó «Detector de radiación de fotones en contrafase para el uso en el control de una puerta cromáticamente selectiva para gatos, y una bomba de mil megatones conservadora de la paz para la órbita terrestre». Detrás de un nombre tan críptico se escondía un aparato para alimentar al gato y evitar una guerra nuclear todo en uno. Inicialmente el sistema detectaría el color del gato y solo se abriría si fuera marrón, permaneciendo cerrada en el caso de que el gato fuera negro e impidiendo al gato de los vecinos que le robara la comida al suyo. En una segunda fase Pedrick decidió conectar su invento con una bomba de mil megatones. Proponía que la ONU construyera tres satélites geoestacionarios que pudieran detectar con un modelo de su invento el lanzamiento de un misil nuclear por parte de alguna superpotencia y en caso de que se produjera poder destruirla antes con una lluvia de misiles nucleares. Pedrick pensaba que si la energía nuclear se utilizara solo para fines pacíficos se ahorraría muchísimo dinero, lo que adyudaría a detener la inflación mundial y haría bajar el precio de la comida para gatos.

   Aunque parezca increíble que Pedrick consiguiera las patentes de ideas tan rocambolescas, en realidad tiene una explicación muy sencilla. Después de trabajar toda su vida en la oficina de patentes conocía bien los entresijos del sistema y sabía perfectamente cómo saltarse la estricta normativa para salirse con la suya. Hay quien dice que todos sus absurdos inventos fueron solo una broma para cuestionar el sinsentido del sistema de patentes. Sea como sea, consiguió patentar todos sus inventos, aunque eso sí, lo de venderlos era ya otra historia.

   En esta dirección pueden verse algunos de sus inventos más surrealistas.

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