Hace unos días a raíz de comentar algunas de las cubiertas de libros más originales que haya visto surgió el nombre de Richard Tuttle, que más que diseñar portadas es capaz de darle al libro una forma que encaja completamente con el título del libro ‒alas de cuervo para El cuervo de Poe o convertir El guardián entre el centeno en un diario juvenil‒. Aunque incluí a Richard Tuttle en la lista lo cierto es que más que de cubiertas habría que hablar de una reformulación total del concepto de libro como entidad física. Es eso precisamente lo que plantean los libros de artista.
El concepto no es nuevo ni mucho menos. Según Anne Moeglin-Delcroix, estudiosa del género, se remonta a Edward Ruscha y a su libro Twenty-six Gasoline Stations publicado en 1963, donde recogía el recorrido entre su residencia y la casa familiar marcando las distintas etapas del viaje según las 26 gasolineras en las que se iba deteniendo. En 1966 publicaría también Every building on the Sunset Strip.. Las semillas estaban por supuesto en Mallarmé, Apollinarie los futuristas italianos, los dadaístas y, cómo no, Marcel Duchamp y sus ready-mades. Mallarmé concretamente ya se había planteado escribir un «libro total», con páginas sueltas y no numeradas, que pudieran ser seleccionadas y ordenadas en cada lectura, de forma que su libro nunca diera como resultado dos libros iguales. Aunque Mallarmé no llegó nunca a escribir su libro, dejó abundante documentación y es evidente que su proyecto tiene mucho en común con los libros de artista.
Según la crítica estadounidense Johanna Drucker, la mayoría de intentos por definir un libro de artista no consigue ni de lejos su objetivo porque son demasiado imprecisos o demasiado concretos. El «libro de artista» tiene ese nombre porque, a diferencia de un libro común, está concebido como una verdadera obra de arte, un híbrido de literatura, escultura y muchas veces pintura. El libro deja de ser un soporte o un medio a través del cual se transmite un texto y se convierte en una finalidad, en una forma de expresión plástica autónoma, un nuevo género artístico donde todo queda mezclado y unido en un solo objeto. Este libro objeto a veces es más literario y otras veces es más pictórico, a veces es un puro juego visual ‒como el Universum de Mannucci, que tiene dos lomos y no puede ser abierto‒ y otras veces transmite textos de incalculable valor profundamente relacionados con la forma del libro. La libertad creativa no parece tener más límites que los que el artista se imponga, pudiendo incluso incorporarse otros sentidos en principio ajenos a la lectura como el tactil o el olfativo. Esa diversidad hace casi imposible clasificar y ordenar el amplio catálogo de libros de artista que existe.
Al ser una obra de arte los libros de artista no se encuentran en las librerías al uso ni en el ámbito editorial tradicional. Antes bien se relaciona con con el mundo del arte, de las exposiciones, de las galerías y de los museos, como si de una pintura o una escultura se tratasen. No es extraño que el ejemplar en cuestión sea único en el mundo, aunque también es posible encontrarnos libros de artista que formen parte de una edición seriada, con copias hechas manualmente, o de una edición numerada, normalmente con la firma del autor. A continuación algunos ejemplos.
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