La creación de Adán

La creación de Adán

   Existen infinidad de argumentos a favor y en contra de la existencia de Dios. Tan definitivos unos como otros. Y es que después de casi tres milenios de filosofía estamos como al principio. La existencia de Dios es simple y llanamente inaccesible al conocimiento humano y por tanto no puede haber certezas más allá de la fe ni en uno ni en otro sentido.

   Ahora bien, uno de los argumentos más originales a favor de la existencia de Dios es el que Blaise Pascal expone en sus Pensamientos. Esta obra es una compilación de notas a modo de diario sobre las que Pascal iba a basarse para escribir un tratado sobre teología cristiana. Pues bien, Pascal es consciente de que no existen argumentos racionales sólidos sobre los que justificar la existencia de Dios, así que decide ir a por todas e introduce la noción de azar con un argumento totalmente utilitarista. Lo que propone es una especie de juego intelectual en forma de apuesta: ¿qué ocurriría si planteásemos la existencia de Dios en términos de apuesta? Dice Pascal que si apostamos en contra de la existencia de Dios lo que podemos perder es mucho –la vida eterna‒ y lo que ganamos en comparación no es mucho –la sensación finita de independencia‒, mientras que si apostamos a favor de la existencia de Dios es mucho lo que podemos ganar y poco lo que podemos perder. La conclusión final a la que llega Pascal es que lo más racional es creer en Dios.

   Por supuesto, el argumento de Pascal fue ampliamente refutado posteriormente. Para el filósofo Mario Bunge que Pascal haya planteado la existencia de Dios en términos de azar es «científicamente falso, filosóficamente confuso, moralmente dudoso y teológicamente blasfemo». Por otra parte, según el ateo, zoólogo y divulgador Richard Dawkins, creador de la teoría de sociobiología del gen egoísta, creer en Dios apoyándose únicamente en el argumento de Pascal además de una tontería es un error, porque si efectivamente existe no premiará a alguien que ha tomado su decisión únicamente por conseguir un premio y antes bien debería premiar la honestidad y la valentía del no creyente.

   Pero la refutación más completa corresponde al filósofo George H. Smith, que en su libro de 1979 Ateísmo: el caso contra Dios, elabora una especie de contraapuesta de Pascal conocida como la «apuesta de Smith». Según Smith si Dios no existe son los creyentes los que han perdido gran parte de su vida intentando agradar a un ser inexistente, si existe pero es un ser impersonal –deísmo– ni premia ni castiga, si existe y es moralmente elevado no castigaría a alguien que hubiese cometido actos honestos –aquí coincide con Dawkins– y si existe y es inmoral su decisión final puede ser injusta independientemente de nuestras creencias –curiosamente, este último tipo de Dios es el que Smith designa como el Dios de los cristianos–. Así pues, la conclusión a la que llega Smith es que la decisión más honesta es el ateísmo.

   Todo este rodeo no sirve más que para volver al punto de partida: la existencia de Dios es pura y llanamente inaccesible al conocimiento humano. Pero plantearlo en términos de apuesta es cuanto menos una idea original. A partir de aquí que cada uno haga su apuesta en conciencia. El tiempo nos acabará diciendo quiénes ganan y quiénes pierden.

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