Una vida por exprimir de Jaime Barroso

Una vida por exprimir de Jaime Barroso

   A veces los grandes cambios se originan en pequeños detalles, tan minúsculos que no nos damos cuenta a simple vista. Como un kebab, ese con el que comienza el largo título de la novela de Jaime Barroso. Pero no nos confundamos, el kebab que destapa la enfermedad de Crohn del protagonista es solo la última gota antes de rebosar un vaso que ya estaba casi lleno. Y es que la vida de Pau, la vida sin exprimir de antes del kebab, no es muy diferente de la que tienen la gran mayoría de los mortales. Una vida de agobios y de prisas, de asuntos «ni demasiado relevantes ni demasiado placenteros», de planear el futuro en lugar de disfrutar del presente. Y a pesar de todo, o precisamente como consecuencia de eso, vacía. Seguro que a más de uno le suena.

   Llegado a este punto Pau necesita abandonar su estrategia de avestruz y dejar de huir. Necesita un cambio de vida, y lo necesita ya. Quizá poner de por medio varias granjas y algunos canguros, y qué mejor modo de hacerlo que con un viaje, cumpliendo al pie de la letra esa máxima de Montaigne que dice «a quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco». ¿Y por qué elige como destino Nueva Zelanda y Australia? Seguramente porque, aún siendo un viaje a las antípodas del planeta, el trayecto es más interior que otra cosa. Como si hubiera que dar un giro de 180º o ponerse boca abajo para poder volver la vida del revés como se vuelve un calcetín. Más que el viaje en sí, si Pau «no daba un giro a su manera de razonar, pocas cosas podían cambiar».

   En efecto, Una vida por exprimir forma parte de esa larga tradición literaria de historias de viajes y de aprendizaje. Novelas en las que se desarrolla el tema de la formación del héroe moderno. Desde luego, sigue todos sus pasos. El profesor José Villegas le ha dedicado un estudio muy interesante al respecto titulado La estructura mítica del héroe. En él, Villegas distingue tres etapas: separación o partida, una serie de pruebas y finalmente regreso y reintegración a la sociedad. La trayectoria vital de Pau en Una vida por exprimir responde exactamente a esta estructura. Por eso no creo que sea exagerado llamarlo héroe moderno.

   Personalmente se me ocurre, por ejemplo, el joven Jim Hawkins haciéndose adulto en La isla del tesoro, o el sabio profesor Gustav Aschenbach que viaja para conocer el verdadero concepto de belleza en Muerte en Venecia, o el padre y el hijo de La carretera en su recorrido hacia la costa aprendiendo lo dura que puede llegar a ser la naturaleza humana. Y cómo no, la literatura como el más ambicioso de los viajes, porque allá donde vayan Pau y Mar ‒su novia y compañera de aventuras‒ iremos los lectores, todo lo que ellos vivan o aprendan lo viviremos y aprenderemos nosotros. Precisamente si hay algo que late en el fondo de Una vida por exprimir es que no hace falta irse a la otra punta del mundo para empezar a cambiar de vida. Basta un gesto sencillo, un detalle, que bien puede ser un kebab o abrir un libro.

   Lo primero que Pau y Mar descubren en su viaje es que lo que para ellos supone una pausa en la vorágine del día a día ‒no cualquiera puede hacer un alto en su vida por muy necesario que sea‒ para muchas otras personas es una forma de vida. Personas que llevan exactamente la vida que quieren llevar. Como si al darle la vuelta al mundo también se le hubiera dado la vuelta a la mentalidad de la gente. Y es que Nueva Zelanda, más que Australia, se dibuja como una especie de espacio mágico, con su propio tiempo ‒mucho más despacio‒, sin rastro del trasiego cotidiano y de las supuestas bondades del mundo civilizado. Un espacio que es cada vez más remoto, cada vez más alejado de toda huella humana, siguiendo el viejo ritual de los antiguos ermitaños de aislarse del mundo para meditar y encontrarse con uno mismo. Aunque, a modo de contrapunto, tampoco falta la civilización en el libro, simbolizada en una de las grandes urbes del planeta, Sydney. También en ella tendrán mucho que aprender nuestros protagonistas.

   Tampoco creo que exagere si digo que Una vida por exprimir es una especie de versión actualizada del Siddharta de Herman Hesse. Tal vez parezca excesiva la comparación de Pau con Siddharta, pero ¿acaso no buscan ambos una misma cosa?, ¿no buscan lo mismo que buscamos en el fondo todos los seres humanos? Para encontrar esa ansiada felicidad, Pau, al igual que Siddharta, va pasando a través de distintos maestros ‒Hellen, Tobie o Monk‒ que le van mostrando nuevas formas de vivir. Descubre la filosofía slow, aprende las ventajas de atreverse a salir de su zona de confort y la necesidad de abandonar el ego ‒una construcción tremendamente occidental‒ para ser consciente de la existencia y de las necesidades del otro, una reflexión bastante completa que incluso se atreve a tocar los vaivenes de las relaciones de pareja. El mensaje final no puede ser más positivo: el ser humano tiene el poder de cambiar el mundo si lo desea. O más que poder, superpoder, porque Pau llega a tomar las riendas de su vida hasta tal punto que consigue superar la enfermedad de Crohn. Según Jaime Barroso, que sabe decirlo con menos y mejores palabras: «Si cree que puede hacer algo, tendrá razón. Si cree que no puede hacerlo, también. En cada momento decidirá una cosa u otra y así irá construyendo su vida, ensanchándola o limitándola». No creo que haya más que decir.

   Por cierto, un último detalle que llama bastante la atención de la novela es que el texto se acompaña de una banda sonora. Yo diría que la música es tan importante en el libro como en nuestras vidas. Jaime Barroso lo justifica sobradamente en una de las páginas de la historia cuando dice que «la música intensifica los momentos vividos», «nos reconecta con nosotros mismos» y «redefine nuestras vidas». Así, en diversos momentos se hace referencia a temas concretos, que aparecen especificados en nota a pie de página, para que puedan ser escuchados al mismo tiempo que se lee, convirtiendo la lectura en una experiencia mucho más completa e interactiva. La lista de reproducción de 21 canciones está disponible en Youtube y en Spotify e incluye un tema compuesto especialmente para la novela e interpretado por el grupo Sôber.

   Si quieres conseguir un ejemplar de Un kebab, varias granjas, algunos canguros y una vida por expimir puedes hacer el pedido aquí, o si lo prefieres puedes consultar los puntos de venta en esta página. El libro también incluye el CD con la banda sonora original de Sôber.

   Libro en busca del autor desconocido

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