Manuscrito Voynich

Manuscrito Voynich

   En 1912 el anticuario y librero Wilfrid Voynich atravesaba las puertas de la Villa Mondragone, un antiguo convento jesuita situado en Frascati, cerca de Roma, para entrevistarse con el padre Strickland, que tenía en su poder algo que quizá podía interesarle. Se trataba de un pequeño códice de 102 folios y 204 páginas ilustradas ‒le faltaban 24 páginas que habían sido arrancadas‒. Nada más verlo Voynich calculó la magnitud del hallazgo que tenía en sus manos: un sorprendente manuscrito compuesto en un alfabeto y un idioma totalmente incomprensibles. A partir de ese momento pasó a llamarse manuscrito Voynich.

   El documento tiene seis apartados ‒Botánica, Astronómica, Biológica, Cosmológica, Farmacéutica y Recetas‒, cada uno de los cuales contiene extrañas ilustraciones que hacen referencia a cada una de las materias. Todo tipo de plantas desconocidas, diagramas parecidos a cartas astrales, mujeres desnudas, algunas embarazadas, sumergidas en bañeras unidas por extraños tubos, otras con forma de órganos del cuerpo humano, e incluso una especie de mapa desplegable de seis páginas que contiene seis islas conectadas por caminos y castillos. Por otra parte, el texto que acompaña a las ilustraciones es bastante fluido como si la persona que lo hubiera escrito lo entendiera y lo dominara a la perfección. En total se calcula que el alfabeto puede tener entre 20 y 30 caracteres que aparecen siguiendo algunos patrones que permiten deducir que existen algunas normas gramaticales. Un análisis estadístico reveló ciertos patrones: algunas palabras aparecen solo en ciertas secciones y otras en todo el texto, no hay palabras con más de 10 caracteres y algunos caracteres parecen tener siempre un lugar fijo dentro de la palabra ‒al principio, en medio o al final‒.

   Durante muchos años se ha pensado que el manuscrito pudiera ser en realidad un elaborado engaño ‒perpetrado, según algunos, por el propio Voynich‒, pero 2009 la Universidad de Arizona le aplicó la prueba del carbono 14 y confirmó, con una fiabilidad del 95%, que el texto es un verdadero documento medieval, escrito a principios del siglo XV. Es más, una de las ilustraciones hace pensar que pudiera haber sido elaborado en el norte de Italia, en una zona comprendida entre Milán y Venecia.

   Desde un primer momento Voynich creyó que el autor de semejante prodigio era el filósofo, científico y teólogo del siglo XIII Roger Bacon. Hay quienes defienden que el manuscrito bien pudiera ser una transcripción codificada realizada por Bacon de la Llave de Salomón, un texto sobre magia, para esconderlo de la Inquisición. A principios del siglo XVIII el emperador Rodolfo II de Bohemia adquirió el manuscrito por una considerable suma de dinero creyendo que su autor era efectivamente Bacon. Sin embargo, estudiosos de la obra de Bacon que han analizado cuidadosamente el manuscrito niegan que pueda ser obra del filósofo inglés. Según el científico Gorgon Rugg el manuscrito podría haber sido una falsificación elaborada por John Dee y Edward Kelly para sacarle el dinero a Rodolfo II. Otras atribuciones más peregrinas situarían como autor a Leonardo da Vinci ‒cómo no‒ o incluso hablan de un origen extraterrestre.

Wilfrid Voynich

Wilfrid Voynich

   El manuscrito ha sido estudiado por infinidad de criptógrafos sin que se haya conseguido descifrar ni una sola palabra. A principios de los 50 la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU puso a trabajar en el manuscrito a dos grupos de investigadores bajo la premisa de que podría tratarse de una lengua europea cifrada mediante un complejo sistema. Sus esfuerzos fueron completamente inútiles. Según el lingüista Jaques Guy el texto podría representar a una lengua exótica ‒tal vez chino o vietnamita‒ escrita en un alfabeto inventado. Otra teoría posible es la de William F. Friedman y John Tiltman, que defienden que el idioma parece ser completamente artificial, quizá una lengua filosófica.

   Aparentemente el manuscrito es una farmacopea, algo muy habitual en la Edad Media y en el Renacimiento, pero la rareza de su lengua y de sus ilustraciones han generado todo tipo de teorías sobre su verdadero significado y su finalidad. La interpretación alquímica es fácilmente descartable, ya que el documento carece por completo de los típicos símbolos asociados a la alquimia. Una de las tesis más sorprendentes la formula Jacques Bergier en Los libros condenados. Según su teoría el autor del manuscrito poesía conocimientos muy avanzados y peligrosos, entre los que se incluiría cómo manipular la energía nuclear, y decidió cifrarlos para evitar que cayeran en malas manos.

   Sea como fuere, todavía no se ha llegado a una conclusión creíble que explique la naturaleza del documento. Actualmente se encuentra bastante bien protegido en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale. Quizá la tecnología avance en los próximos años y podamos asistir al que podría ser uno de los más grandes acontecimientos de la criptografía: el desciframiento del misterioso manuscrito Voynich.

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