Según Thomas Hoving, historiador y anterior director del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el 40% del mercado del arte se compone de falsificaciones. Ni siquiera las obras acompañadas de la certificación pertinente se libran del riesgo de ser falsas. Y no es que los expertos y críticos del arte sea fáciles de engañar, es que, a pesar de todos los avances tecnológicos, demostrar que un cuadro es falso es casi tan difícil como demostrar que es verdadero. Los siguientes ejemplos demuestran que un falsificador con talento puede llevar su engaño hasta límites insospechados. No está de más recordar que estos casos se conocen porque al final han sido destapadas, pero cuanto mejor es la falsificación menos probabilidades hay de descubrirla.
En sus inicios el holandés Han van Meegeren no se propuso ser falsificador. En realidad quería ser reconocido como un artista legítimo, pero los críticos de arte despreciaron su trabajo. Meegeren pensaba que el arte moderno era una moda pasajera y decidió usar un estilo totalmente clásico. Un crítico de arte dijo de su obra en una de sus primeras exposiciones: «Tiene talento pero su obra es una especie de facsímil de la escuela renacentista. Tiene todas las virtudes, excepto la originalidad».
Para demostrar su talento comenzó a imitar a algunos de los más grandes artistas del mundo. Consiguió replicar tan bien los colores y los estilos que los mejores expertos y críticos de arte no fueron capaces de darse cuenta del engaño. En 1937 copió Los discípulos de Emaús de Vermeer, pintor en el que se había especializado, con tanta exactitud que incluso hay quien dice que superó al original. Muchos expertos de arte aclamaron la pintura como la mejor que había hecho Vermeer. Sus falsificaciones entraban en el mercado del arte a unos precios astronómicos.
Uno de los Vermeer falsificados de Meegeren acabó en la colección de Göring. Al acabar la Segunda Guerra Mundial el gobierno neerlandés arrestó a Meegeren acusándolo de colaborador nazi. Trataron de averiguar quién era el propietario original del cuadro pero Meegeren se negó a facilitar el nombre. Ante la posibilidad de ser juzgado como traidor a la patria y condenado a muerte Meegeren confesó que él mismo había hecho la falsificación y para demostrarlo tuvo que falsificar un cuadro delante de la policía. Fue condenado a un año de prisión, aunque no llegó a cumplirlo porque murió antes de un ataque cardíaco. Había ganado más de 60 millones de dólares con sus falsificaciones. En 1943 el Estado neerlandés compró el falso Vermeer de Meegeren El lavapiés, que actualmente se encuentra en el Rijksmuseum de Ámsterdam.
La catedral de la Marienkirche de Lübeck en Alemania había quedado gravemente dañada por los bombardeos después de la Segunda Guerra Mundial. En 1948 se le encargó la restauración de los frescos medievales a Dietrich Fey, en cuyo grupo de ayudantes figuraba Lothar Malskat. Los trabajos, a puerta cerrada, duraron dos años y en 1951 las obras finalizaron y el canciller Adenauer presidió una ceremonia de inauguración a la que asistieron expertos del arte de toda Europa. Ninguno de ellos se atrevió a poner en duda la autenticidad de los frescos y elogiaron el trabajo realizado por los restauradores.
Dos años después Malskat reveló el fraude. Se presentó en una comisaría y pidió ser juzgado por falsificación, declarando que, por orden de Fey, en lugar de restaurar los frescos originales había blanqueado las paredes y pintado sus propios frescos. Los nuevos frescos incluían varios anacronismos, como la imagen de un pavo, que todavía no había sido introducido en Europa en la época de los frescos originales, y había elaborado varias figuras religiosas basándose en personajes conocidos ‒su hermana Freyda, la actriz Marlene Dietrich o incluso Rasputín‒.
Después de la confesión Fey y Malskat fueron arrestados. En el interrogatorio Malskat admitió haber falsificado y vendido como auténticas cientos de obras de arte de Rembrandt, Watteau, Toulouse Lautrecs, Picasso, Henri Rousseau, Corot, Chagall y otros grandes pintores. Muchas de las obras las tenía guardadas en el baño y en el garaje. Se cuenta que en una ocasión un marchante de arte había comprado un cuadro de Changall y viendo que le faltaba la firma fue a ver al autor y le pidió que lo firmara. Changall, al no reconocer el cuadro, le contestó: «Bonito trabajo, pero he pintado tanto que no lo recuerdo». Después lo firmó. Tiempo después se descubrió que el cuadro era en realidad obra de Malskat, pero la anécdota hizo que alcanzara un precio muy parecido al que hubiera tenido un Changall auténtico.
Pocos falsificadores se han ganado la estima popular como el húngaro Elmyr de Hory. Llegó a vender a galerías de arte de todo el mundo más de mil falsificaciones ‒algunas todavía en circulación‒ de obras de Modigliani, Degas, Matisse o Picasso. Parece que Elmyr entró en el mundo de las falsificaciones sin proponérselo. Vivía en la miseria hasta que alguien compró uno de sus dibujos confundiéndolo con un Picasso. A ver que así podía ganar dinero decidió recorrer toda Europa vendiendo falsos Picassos. Más adelante se asociaría con dos pícaros, Legros y Lessard, que son los que se encargaban de vender sus cuadros por todo el mundo. Un enfrentamiento entre ambos levantó las sospechas del magnate del petróleo Algur Hurtle Meadows, que había comprado algunas de sus obras, y solicitó el asesoramiento de un grupo de expertos que acabaron descubriendo el fraude.
A pesar de todo, Elmyr no se hizo millonario porque solo recibía de sus socios una mínima parte de las ganancias. Como declararía Lessard: «Teníamos que pobre para que siguiera a nuestras órdenes». Residía en Ibiza cuando recibió la notificación de que iba a ser extraditado para ser juzgado por falsificación. Poco después se suicidó en extrañas circunstancias, aunque hay quien dice que su muerte fue la última y más grande de sus falsificaciones. Se hizo muy famoso después de que Clifford Irving le dedicase un libro y Orson Welles un documental. Sus falsificaciones se han conseguido tanto prestigio que han llegado a venderse hasta por 20 mil dólares.
John Myatt es el ejemplo vivo de lo bien que se pueden rentabilizar las falsificaciones. En un primer momento Myatt no ocultaba que los cuadros que vendía eran imitaciones hechas por él mismo. Sin embargo, John Drewe, uno de sus clientes habituales, le confesó que había vendido a Christie´s una copia de Albert Gleizes por 25 mil libras. A partir de ese momento empezaron a colaborar en lo que ha sido conocido como «el mayor fraude de arte del siglo XX». Myatt realizó unas 200 falsificaciones de obras de Matisse, Giocometti, Braque, Picasso, Giacometti, Le Corbusier, Monet y Renoir que fueron vendidas a las casas de subastas más importantes del mundo.
En 1995 Myatt fue arrestado por Scotland Yard y rápidamente confesó su crimen inculpando a Drewe, que llegó a ganar casi 2 millones de libras con el negocio. Ambos fueron condenados a prisión: Myatt cumplió cuatro meses de condena y Drewe dos años. Posteriormente Myatt siguió pintando, ya con su nombre, e incluso tiene un programa de televisión. Algunas de sus obras, marcadas como falsificaciones, han llegado a venderse hasta por 45 mil libras.
En el caso de Shaun Greenhalgh bien podría inventarse un dicho que dijera que la familia que falsifica unida permanece unida. Y es que para sus falsificaciones este británico echó mano de su hermano y de sus ancianos padres. De todos los falsificadores Greenhalgh ha sido el que se ha atrevido con obras más diversas y dispares, incluyendo pinturas, esculturas y todo tipo de objetos raros. Su casa estaba llena de todo tipo de obras a medio hacer por todas partes.
Su obra más ambiciosa fue la princesa Amarna, una supuesta estatuilla egipcia del 1350 a. C., de la que solo hay dos similares en todo el mundo. Realizó la falsificación en su cobertizo, con unas herramientas de bricolaje, y envejeció la figura con una mezcla de té y arcilla. En 2002 George, el padre de Shaun, un hombre de 84 años de edad, en silla de ruedas y con una mirada llena de honestidad, se acercó al museo Bolton con la estatuilla y una carta que Shaun había falsificado. George se hizo el tonto a la perfección: dijo que la estatuilla la había comprado su bisabuelo, que no sabía cuánto podía valer ‒calculó que por lo menos 500 libras‒ y que pensaba usarla como decoración del jardín. Después de consultar a expertos del Museo Británico y de Christie´s la obra fue comprada en 2003 por más de 400.000 libras. Tal vez los expertos parezcan unos inútiles, pero hay que recordar que no había nada con lo que comparar la falsificación.
Todo acabó para la familia Greenhalgh cuando intentaron repetir la jugada con tres relieves asirios. Aunque el Museo Británico los dio por auténticos la casa de subastas Bonhams detectó la falsificación. En 17 años lograron vender 120 obras y amasaron unos 10 millones de libras. A pesar de ser millonarios la familia seguía viviendo humildemente.
Internet, para bien o para mal, ha propiciado que haya más conocimientos en cuanto al arte se refiere y lo ha acercado más al público en general. Pero también ha sido aprovechado como un importante medio a través del cual difundir las falsificaciones. Pasó en eBay, con la red de falsificadores que fue descubierta en 2008. Cientos de personas de todo el mundo compraron obras de Picasso, Chagall, Miró o Dalí por unos 50.000 dólares. En este caso las copias eran algo burdas, hechas a partir de grabados de edición limitada originales, pero no por ello menos efectivas. El grupo de falsificadores estaba compuesto por el español Oswaldo Aulesti Bach, los italianos Elio Bonfiglioli y Patrizia Soliani y los estadounidenses James Kennedy ‒que falsificaba las firmas‒ y el marchante Michael Zabrin ‒ que se encarga de los falsos certificados de autenticidad y de la venta de las copias‒. Las obras, vendidas entre 1999 y 2007, generaron unas ganancias de cinco millones de dólares.
En mundo de Hollywood tampoco ha permanecido al margen de las falsificaciones. En 2004 el actor y coleccionista de arte Steve Martin compró en la galería parisina Cazeau-Béraudière un cuadro del expresionista alemán Campendonk titulado Paisaje con caballos por 700.000 euros. Cuando dos años más tarde la vendió en Christie´s por 440.000 euros se supone que no sabía que la obra se trataba de una falsificación del alemán Wolfgang Beltracchi. El falsificador, en colaboración con su esposa y su hermana, logró poner en circulación unas 44 obras consiguiendo un beneficio de unos 49 millones de dólares. La mayor fuente de ingresos se la propinó la venta de la supuesta Colección Jagër, un conjunto de cuadros que con la ayuda del marchante judío Alfred Flechtheim había permanecido oculta durante la Segunda Guerra Mundial.
En 2010 se descubrió un curioso caso de falsificación. Maria Apelo Cruz se convirtió en una falsificadora involuntaria por un engaño de Tatiana Khan, propietaria de la galería Chateau Allegre. Khan le dijo a la artista que el cuadro La Femme Au Chapeau Bleu de Picasso había sido robado, que necesitaba una copia para atrapar al ladrón y que fuera discreta. Cruz, que había trabajado con Khan en el pasado, no puso en duda la historia y realizó la copia a partir de una fotografía. Khan le pagó por su trabajo 1.000 dólares y después vendió el cuadro por dos millones.
Sobre falsificaciones de pintura que figuran, sin conocimiento de sus propietarios, en importantes colecciones de obras del siglo XIX :
Veáse LA MIRADA DE CRISTOBAL PEÑARROYA, CUARENTA AÑOS DE DEDICACIÓN A LA PINTURA. Retrato de un currutaco, supuestamente pintado por J. Denis Belgrano.
Comentario enviado al » blog » del Sr. Peñarroya el 2 de marzo de 2015:
Siento comunicarle que el cuadro que figura en su colección, titulado CABALLERO CON CASACA VERDE, no es original de José Denis sino de su discípulo A. MOWBRAY, que tenía su domicilio-estudio en calle Alamos de esa ciudad de Málaga. Ese cuadro desapareció en el incendio del Círculo Mercantil en los sucesos revolucionarios de la preguerra civil española y volvió a aparecer en Málaga en los años ochenta en manos de un corredor de antigüedades llamado Salvador Cobos Sánchez, que a través de un subastador itinerante lo vendió a un inglés en venta pública en el Hotel Málaga Palacio, donde se le practicó una prueba de luz ultravioleta a la firma y resultó estar falsificada sobre la anterior raspada de Mowbray.
Su colección tiene obras magníficas del s. XIX malagueño y Ud. es un coleccionista honrado, por lo que siento pesar al comunicarle el resultado de nuestra investigación. Pero creo justo reivindicar la obra y la memoria del discípulo predilecto de Denis.
Este comentario, lejos de aprobarse y publicarse, fué borrado de inmediato.
Sobre falsificaciones de supuestas obras de PABLO RUIZ PICASSO en museos y colecciones privadas francesas, ver el spot: /PICASSOS EN MÁLAGA /
del blog miscelaneaspintura19.blogspot.com.es
Hola, estoy haciendo un trabajo bastante importante para mi carrera y este articulo me parece muy interesante, sin embargo me encantaría saber, si tuviese la posibilidad, de donde es sacada toda esta información.
Muchas gracias
La información la he recopilado de fuentes muy diversas, pero si quieres un libro de referencia en el tema te recomiendo Historias y anécdotas del arte de Nora y Stefan Koldehoff, publicado por Robin Book.
[…] este artículo, el cual resume brevemente “los más grandes falsificadores del mundo del arte”, https://lapiedradesisifo.com/2013/07/02/las-m%C3%A1s-grandes-falsificaciones-del-mundo-del-arte/ . Otras referencias sobre falsificación en […]
Son muypocas las personas en este mundo q sepan y tengan experiencia en arte tengo dos oleos.de corot traidos de francia son de 1865 me cuestionan q las chapas del marco tienen otra fecha son brutos !!!!la tecnica y los pigmentos es lo importante no las firmas y certificaciones gracias
[…] https://lapiedradesisifo.com/2013/07/02/las-m%C3%A1s-grandes-falsificaciones-del-mundo-del-arte/ […]