Patinazos del Nobel

Patinazos del Nobel

   Supongo que como le pasará a más de uno, hay años en los que el premio Nobel de Literatura se concede a autores de los que jamás había oído hablar. Normalmente suelo pensar que es más ignorancia que otra cosa y lo veo como una oportunidad para conocer a nuevos escritores. Que ahora sea relativamente desconocido para mí es irrelevante, le han dado el Nobel de Literatura, eso dará un buen empujón a su carrera y el resto lo hará su obra. Seguramente dentro de unas décadas hablaremos de ese escritor como uno de los grandes clásicos de la literatura universal. No puede ser de otra manera: el Premio Nobel de Literatura ha sido concebido para premiar la labor de los más grandes.

   Pero echando un vistazo a la historia del premio no es difícil comprobar que no necesariamente ha sido siempre así. La verdad es que en la historia de este Nobel el premio a veces ‒quizá demasiadas‒ se le ha dado a escritores que no lo merecían y se ha dejado de dar a escritores cuya importancia está más allá de toda duda. Por el momento me voy a detener exclusivamente en los segundos, que incluye a autores de la talla de James Joyce o de Marcel Proust, por nombrar solo dos de momento.

   Cuando Alfred Nobel estableció las bases de su premio en su testamento dejó escrito que la obra del galardonado debía conducir al mundo hacia la «dirección ideal». En un primer momento el Comité Nobel hizo una interpretación bastante estricta de esta condición y descartó a una gran cantidad de grandes escritores porque la crudeza o el dramatismo de sus obras desentonaban con el idealismo con que se pretendía identificar al premio. Ocurrió por ejemplo con Emile Zola. El premio empezó a concederse en 1901 y para ese año Zola tenía ya una sólida carrera literaria construida con más de 30 novelas a sus espaldas. Zola solo tuvo dos oportunidades para ganar el Nobel porque murió en 1902. No lo consiguió. También pasó con Henrik Ibsen, que es considerado de forma unánime como el mayor autor de la literatura noruega y padre del drama moderno. Murió en 1906 sin ser premiado.

   Si se mira la lista de los once primeros escritores que fueron premiados con el Nobel seguramente algo llamará la atención: Sully Prudhomme, Theodor Mommsen, Bjornstjern Bjornson, Frederic Mistral y José Echeragay ‒ambos en 1904‒, Henryk Sienkiewicz, Giosue Carducci, Rudyard Kipling, Rudolf Christoph Eucken, Selma Lagerlöf, Paul Heyse. En efecto, a excepción de Kipling, el resto son unos completos desconocidos. Si eres español seguramente te sonará José Echegaray ‒y puede que incluso lo hayas leído‒, pero fuera de nuestras fronteras es tan conocido como el resto. Pero más que la lista de los premiados lo sorprendente son los que no lo fueron. Mark Twain, por ejemplo, que se considera el inventor de la novela americana, además de ser un ensayista y un crítico bastante reconocido. Twain murió en 1910, el mismo año que otro no gran premiado del Nobel, Leo Tolstoy. Parece que haber escrito Ana Karenina y Guerra y Paz no era suficiente para obtener el premio. Su obra, desde luego, no dirige el mundo hacia la «dirección ideal» y el escribir en ruso precisamente no ayuda.

   Y es que la proximidad o distancia con respecto a Suecia se ha interpretado no pocas veces como uno de los requisitos más importantes para hacerse con el premio Nobel. Nabokov, por ejemplo, fue nominado en 1974 junto a Graham Greene, sin embargo, ese año se hicieron con el premio ‒compartido‒ Eyvind Johnson y Harry Martinson. Ambos suecos y miembros del Comité Nobel en ese momento. No quiero decir con esto que la nacionalidad sea determinante. Al fin y al cabo, solo hay 7 premios suecos, frente a 14 de Francia y 11 del Reino Unido y de Estados Unidos respectivamente. Españoles, por cierto, hay 6. Aunque, por otra parte, más de 70 escritores de los galardonados son europeos.

   Ya he hablado alguna vez de el polémico patinazo del Nobel de Literatura a raíz de la no concesión del premio a Borges. Polémico, sobre todo, porque el Comité se basó exclusivamente en cuestiones políticas ‒por mucho que se hayan puesto excusas literarias‒. Que Borges manifestara simpatías hacia Pinochet parece que fue determinante para negarle el Nobel. Un motivo que no se tuvo en cuenta en 1989, cuando se le entregaba el Nobel a Cela, que había colaborado activamente con el régimen franquista ‒hablar del caso de Günter Grass y su pasado nazi sería más largo y complejo‒. Por otra parte, hay que tener en cuenta que otros escritores han apoyado a dictadores de izquierdas, e incluso alguno lo ha hecho con Stalin, y no por ello se les ha negado el premio. Borges tendría que conformarse con el premio Pulitzer, que desde luego no es poco.

   Otro autor que también tuvo que conformarse con el Pulitzer fue W.H. Auden. Se dice que la Comisión lo rechazó porque cometió errores en la traducción de un libro escrito por el ganador del Nobel de la Paz Dag Hammarskjold. Por eso y porque sugirió que Hammarskjold era homosexual. Por su parte Robert Frost, considerado por muchos como el mayor poeta estadounidense del siglo XX, no tuvo que conformarse con un Pulitzer sino con cuatro, que fue los que le dieron a lo largo de su vida por su poesía. El único escritor que le igualó en premios Pulitzer fue Eugene O’Neill, aunque a O’Neill sí que le dieron el premio Nobel.

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