Nube de palabras

Nube de palabras

   Alguna vez he hablado de la manera en que Internet está modificando nuestros hábitos de lectura. La red ha propiciado como nunca antes se ha visto el desarrollo de la sociedad de la inmediatez informativa. Queremos estar informados en cuestión de segundos, a un golpe de vista si es posible. Es por eso que las nubes de palabras o de etiquetas triunfan en este medio. Su estructura jerarquizada, cómoda y atractiva nos permite saber de un vistazo de qué va una página y profundizar en algún tema si nos apetece. Pero no nos engañemos, como cualquier simplificación la información que nos ofrece una nube en muchas ocasiones resulta superficial y no responde al contenido real de un sitio.

   Se suele decir, en cambio, que la lectura de un libro es algo distinto porque necesita cierto reposo y un mínimo grado de concentración. Nadie se imagina estar leyendo Los miserables o Guerra y Paz con la impaciencia con que navegamos por Internet. Muchas veces he mencionado un pequeño artículo de Hemingway titulado «Cómo condensar a los clásicos» en el que anticipa, a principios de los años 20, la sociedad de la inmediatez en la que ahora nos encontramos. El autor de El viejo y el mar ironiza sobre la falta de tiempo para leer que tienen los hombres de negocios y propone condensar los clásicos al máximo. Los miserables, por ejemplo, en diez páginas y cada una de las obras de Shakespeare en no más de ochocientas palabras cada una. ¿Pero qué pasaría si fuéramos todavía más lejos y redujéramos aún más el número de palabras? ¿Qué pasaría, en fin, si convirtiéramos las grandes obras maestras de la literatura en nubes de palabras?

   Hace bastante tiempo había visto esta idea en Brainwarez con algunas de las obras más importantes de la literatura en inglés. Hay de todo: éxitos y fallos y alguna que otra sorpresa. Pero la idea no deja de tener cierto encanto. Pues bien, creo que era justo y necesario hacer el mismo experimento con algunas novelas escritas en castellano porque en este caso usar traducciones no surtiría el mismo efecto. En un primer momento decidí probar con Wordle, que es la misma página que usaban en Brainwarez, con el inconveniente de que la forma de las nubes se genera aleatoriamente y es difícil ‒aunque no imposible‒ encontrar una forma que encaje bien con la novela. No demasiado contento con el resultado seguí investigando y decidí probar con Tagxedo, que aparentemente permitía obtener unos resultados espectaculares. Efectivamente, con Tagxedo se le puede dar cualquier forma al texto, pero a costa del propio texto. La página abusa de los artículos, conjunciones y otras palabras muy poco relevantes y además no admite tildes por lo que arruina algunas palabras. Aunque queda bien para ver cómo quedaría el texto con una forma representativa.

   A continuación pongo los resultados tanto de Wordle como de Tagxedo. Por cierto, si no has leído alguno de los siguientes libros te animo a que no te conformes con leer las nubes de palabras y aproveches el verano para lanzarte a la lectura de la fuente original.

Comentarios

comentarios