En la década de los 60 el psicólogo Walter Mischel realizó en la Universidad de Stanford uno de los experimentos más conocidos de la historia de la psicología, el «Marshmallow Test». Seleccionó a un grupo de dieciséis niños y dieciséis niñas de unos cuatro años y los fue metiendo en una sala de uno en uno. Allí les dio a elegir entre dos opciones: comerse una nube de golosina en ese momento o esperar quince minutos y comerse dos. Pues bien, después de repetir el experimento varias veces más, de 600 niños tan solo un 30% de ellos eligió esperar los quince minutos para comerse las dos golosinas. La conclusión a la que llegó Mischel es que no nacemos con el autocontrol de tomar las decisiones más convenientes si eso implica no satisfacer un deseo de placer inmediato.
Décadas más tarde Mischel volvió a entrevistar a los niños que habían participado en el experimento. Lo que descubrió fue que los niños que habían esperado los quince minutos habían tenido un mejor rendimiento escolar, tenían más autoestima, y un mayor control de las emociones, del estrés y de las relaciones sociales que los niños que habían sido impulsivos.
El experimento se ha vuelto a repetir en muchas ocasiones, en distintas universidades y con variables muy diversas. Pues ver algunos ejemplos en los vídeos que te pongo a continuación. En 2012 Celeste Kidd, de la Universidad de Rochester, repitió el experimento con unos resultados que no parecían confirmar la teoría de Mischel. Kidd, que había estado algún tiempo trabajando en centros de acogida para niños sin familias, llegó a la conclusión de que el entorno en que los niños se crían es determinante en los resultados del test de Mischell. Según Kidd, niños criados en un entorno lleno de cambios y de incertidumbres se comerían la golosina inmediatamente, pero no porque tuvieran una voluntad débil, sino porque en su educación les había hecho desconfiar de los adultos. Lo único que faltaba en el famoso experimento de Mischell era la confianza.
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