Hay personas que tienen tanta necesidad de creer en algo que están dispuestos a creer en cualquier cosa. Solo así se explica la enorme cantidad de sectas estrafalarias y absurdas que existen. Aquí y aquí puedes ver una selección con algunas de las más extrañas del mundo.
Una muy poco conocida es la Real Hermandad de Maestros Metafísicos, fundada por James Bernard Schafer en 1920. Según Schafer el objetivo de esta organización era simplemente «ayudar a otros a ayudarse a sí mismos». Un noble propósito que sirvió, como en tantas ocasiones, para montar un negocio bastante lucrativo. Diez años después la organización llegó a tener varios miles de seguidores, entre los que había gente pudiente, lo que hizo que Schafer amasara una pequeña fortuna. Hasta aquí no pasaría de ser una secta sacacuartos más, pero Schafer llegó a jactarse de que podía conseguir ciertos milagros como desmaterializarse automáticamente o convertir a un ser humano en inmortal.
Para Schafer la enfermedad y la muerte eran causadas por el pensamiento destructivo, así que pensaba que si podía criar a un bebé desde sus primeros días siguiendo una disciplina concreta lograría convertirlo en inmortal. En 1939 recurrió a Catherine Gauntt, una camarera neoyorkina que no tenía suficientes ingresos para mantener a su bebé recién nacido y que en principio no tuvo inconveniente en que la organización de Schafer se hiciera cargo de su hija. Aunque ni Schafer ni los Maestros Metafísicos la adoptaron legalmente, con tres meses de edad la recogieron y la trasladaron a una lujosa mansión que tenían en Long Island y allí se hicieron cargo de ella en todos los sentidos. Jean Gauntt entró en una guardería privada. Además, una enfermera la acompañaba constantemente y estaba siempre vigilada por los seguidores de Schafer.
El plan de Schafer para conseguir que el bebé fuera inmortal era evitar que estuviera expuesto a cualquier pensamiento malo o negativo. En su presencia no habría ninguna mención a la muerte o a la enfermedad y todos tendrían que mostrar una actitud especialmente amable. El experimento se acompañaba de una «dieta de la inmortalidad», por supuesto vegetariana, que excluía el alcohol, el tabaco, el café, el té, la mostaza, el vinagre y las especias. La culminación del plan de Schafer para cuando Jean fuera inmortal era que asumiera el control de los Maestros Metafísicos.
Sin embargo, la experiencia no duró lo suficiente como para que Jean alcanzara la inmortalidad. Después de quince meses su madre legítima le exigió Schafer que le devolviera al bebé y como el trato no había sido legal no pudieron negarse. Envió a la niña de vuelta con sus legítimos padres junto con instrucciones detalladas para que pudieran mantener la «dieta de la inmortalidad». En el colmo del cinismo Schafer declaró a la prensa: «Que Jean siga siendo inmortal es algo que ahora deben decidir sus padres». Y lo decidieron rápido. La prensa informó de que a las pocas horas de su regreso Jean había comido ciruelas, uno de los alimentos prohibidos por la dieta.
Actualmente Jean Gauntt mantiene una vida completamente normal, en el más absoluto anonimato. En cambio, la vida de Schafer acabó teniendo un trágico final. Fue acusado de estafa por algunos antiguos miembros de la organización y en 1942 acabó en prisión y todos sus bienes fueron requisados. Al salir de la cárcel después de cinco años intentó retomar su imperio, pero las cosas ya nunca le volvieron a ir bien. Acabó suicidándose junto con su esposa en 1955.
Como en el ejemplo puesto de la camarera que entrega a su hija por falta de recursos, las sectas se valen de la gente débil e insegura para reclutarla, como los proxenetas se valen de las chicas o mujeres procedentes de instituciones asistenciales o familias muy desestructuradas para reclutar a sus pupilas. Una manipulación que siempre da comienzo desde los falsos afectos y los falsos lazos emocionales.
Quiero pensar que es así, aunque luego ves que personas que teóricamente no entran dentro de ese perfil caen en las redes de sectas. Creo que por encima de eso está la desesperación ante la muerte y la necesidad de creer. Hace falta creer mucho para creer que una persona pueda hacer que otra sea inmortal.