Confieso que soy incapaz de escribir en los libros. Los reverencio como objetos sagrados que hubiese que preservar a toda costa, casi independientemente del contenido que figure entre sus páginas. Puede parecer extraño, pero creo que es esta absurda manía lo que me hace sentir mayor admiración por el trabajo de Ekaterina Panikanova, una artista rusa que no solo no tiene ningún reparo en pintar sobre los libros sino que además los ha convertido en el lienzo recurrente de sus ilustraciones.
Panikanova extiende de los libros abiertos, los alinea cuidadosamente y pinta sobre su superficie como si no hubiera separación entre ellos. Los ejemplares que utiliza, de páginas viejas, amarillentas y gastadas, encajan a la perfección con sus ilustraciones, casi siempre en blanco y negro, creando una atmósfera de nostalgia que a veces se vuelve onírica e inquietante por la extraña combinación de elementos. Con mucho acierto ha titulado a su última serie de ilustraciones «Errata Corrige», que es la expresión latina para la fe de erratas, como si con su obra enmendara lo que hubiera escrito originariamente en los lobros. Desde luego, consigue cargarlos de nuevos significados superponiendo dos códigos diferentes con dos discursos distintos.
Sus obras conforman toda una suerte de gigantescos rompecabezas ocultos, una red irregular que mezcla confusión y orden. Si los libros están cerrados y apilados nada nos lleva a pensar que sean algo fuera de lo normal. Para revelar la ilustración es necesario abrir cada libro por la página precisa y situarlo en un lugar en concreto con respecto a los demás. Pero también hay libros que son como espacios en blanco, como silencios, sin embargo necesarios en el conjunto.
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