Chuck Ross ya es un viejo amigo de la página. Alguna vez he comentado el experimento que hizo en el mundo editorial. Eligió un libro ya publicado, que fuera conocido y que tuviera algún premio importante y después de cambiarle el título y el nombre del autor lo envió a varias editoriales para intentar publicarlo. El libro elegido fue Pasos de Jerzy Kosinski. Todas lo rechazaron y ninguna fue capaz de reconocer que aquel libro era la novela de Kosinski, ni siquiera la editorial que la había publicado. Una de las críticas que se le hizo a Ross fue que no había escogido precisamente la novela más brillante ni más fácilmente identificable de Kosinski. Demos por hecho que incluso el escritor podría no estar bien elegido. En torno a la obra de Kosinski hay una gran polémica sobre si el autor polaco escribió él solo sus obras.
Así que para resolver todo tipo de dudas Ross volvió a la carga en 1982, esta vez eligiendo una indiscutible obra maestra de su género. Aunque en lugar de poner a prueba a las editoriales una vez más, decidió hacer exactamente el mismo experimento en el mundo del cine. Mandaría el guión de una película inconfundible para comprobar si las agencias de Hollywood serían capaces de reconocerlo o si por lo menos verían la calidad del texto. El guión elegido era el de la película Casablanca. ¿Qué decir de esta película? Baste recordar que en 1943 fue nominada a ocho Óscar de los cuales ganó tres. ¿Tiene esta película una historia, unos personajes y un estilo lo suficientemente reconocible? Es difícil decir que no.
Ross hizo algunos cambios en el guión para hacerlo menos evidente. La tituló Todo el mundo viene a Rick. En realidad este cambio ya era una pista muy importante porque ese es el nombre de la obra de teatro en que está basada la película. Cambió el nombre Sam por Dooley ‒como un guió a Dooley Wilson, el actor que interpretaba a este personaje‒ y la firmó como Demos Erik. Hay que recordar que en su anterior experimento usó el nombre de Erik Demos. Todo eran pistas del engaño.
Envió el guión a 217 agencias. La mitad de ellas le devolvió el guión sin haberlo leído. Hubo unas cuantas que no contestaron. Muchas lo rechazaron porque consideraban que no tenía la suficiente calidad y le devolvieron el guión con algunas correcciones ‒demasiado diálogo, muy poca acción, un argumento muy flojo‒. Otras tantas reconocen las similitudes con Casablanca, pero no se dieron cuenta de que efectivamente era Casablanca. Una de las agencias, que por supuesto no había reconocido el guión, se mostró interesada y llamó a Ross para comentarle algunas dudas sobre los personajes. Le preguntaron en quién había pensado para representar el papel de Rick, a lo que Ross contestó sin dudar: «Humphrey Bogart».
La conclusión del experimento era incluso peor que la de años atrás. La industria del cine parecía incapaz de reconocer Casablanca. ¿Quiere eso decir quizá que Hollywood ya no hace películas como las de antes? Ese es un tema que mejor lo dejaremos para otra ocasión.
No me entra en la cabeza que alguien lea el guion y no reconozca una película plagada de frases para el recuerdo. Respecto al guion original de Casablanca, fue escrito «sobre la marcha» y nadie sabía con quién se quedaría Ilsa, hasta bien avanzado el rodaje.
Saludos
Supongo que prácticamente no se lo leyeron o que se lo mandaron leer a personas que no tenían mucha idea de cine. Gracias por la aportación.
Órale¡¡¡
[…] prueba empírica la realizó entre noviembre y diciembre de 1982 el escritor y periodista independiente Chuck Ross. […]