Muchos años han pasado ya desde que los hermanos Lumière, allá por el 1895, presentaran uno de los inventos más revolucionarios de los últimos tiempos, el proyector cinematográfico. El cine fue avanzando poco a poco, con nuevas técnicas que hoy en día todos conocemos. Cuando las películas dejaron de ser mudas para pasar a trasmitir sonidos y voces llegó el efecto sala. Un efecto que muchas veces pasa desapercibido ante nuestros oídos, pero que es, al fin y al cabo, uno de los más imprescindibles para que una película resulte lo más real y cercana posible. ¿En qué consiste entonces? Jack Foley ‒el hombre del que recibe nombre dicho efecto‒ fue un conocido neoyorquino que desarrolló múltiples y diferentes técnicas de sonidos para el cine a partir del año 1927 ‒aproximadamente‒ en adelante, lo que luego llevaría a crear un largo legado de efectistas por todo el mundo.
El efecto sala, más conocido hoy en día como efecto Foley, consiste en recrear sonidos de todo tipo para una producción audiovisual. Sonidos que varían desde cosas cotidianas hasta efectos sonoros inventados para dar más sentido a algo en concreto. La técnica resulta muy útil y casi necesaria para los cineastas, puesto que en la grabación de las escenas impera por encima del resto la necesidad de recoger las voces de los actores a la perfección. Esto puede conllevar la pérdida de sonidos más sutiles o secundarios, e incluso tan pequeños que los micrófonos no logran grabar en primera instancia. Todo esto da sentido al mencionado efecto sala, cuyo nombre ya lo explica por sí solo. Se necesita una sala de un tamaño considerable, repleta de la más variada cantidad de objetos posibles para llevar a cabo la posterior grabación de estos. De esta forma, en la fase de post‒producción de una película, se pasan a grabar sonidos y ambientes que no se consiguieron captar en su momento. Cosas tan corrientes como el movimiento de unos utensilios de cocina, el galope de un caballo, el desenfunde de una espada, los pasos de un personaje que entra en escena, el puñetazo de un boxeador y un largo etcétera.
Los efectistas que llevan a cabo esta labor necesitan, además, un arte especial e ingenio innato para recrear dichos sonidos. No siempre se puede sacar el sonido deseado y, a veces, se necesita usar la imaginación con distintos artilugios. Por ejemplo, se dan casos tan curiosos como el de imitar el sonido del mar en una playa moviendo lentamente unas lentejas dentro de un tambor, o, incluso, emular el característico chasquido de las escopetas Winchester, que puede ser tan sencillo como enrollar un folio Din A4 y aplastarlo con rapidez. Un efecto sala que juega con nuestra mente es el mítico rugido del imponente T-Rex de Jurasic Park, que consiguió pegarnos a la butaca mezclando un tigre, un elefante y un caimán. Otro de los efectos más conocidos es uno de los nombrados anteriormente, el del trote del caballo, que se consigue golpeando al ritmo unos cocos cortados por la mitad contra una tabla de madera.
Pero el efecto Foley puede ir más allá y jugar con lo imposible. Ben Burtt, reconocido efectista, fue capaz de crear más de 800 sonidos para La Guerra de las Galaxias logrando algo inédito. Entre ellos se encuentra la conocida distorsión de los sables láser, que se daba al usar un cable de audio sin aislante sobre una televisión de tubo. Burtt, además, logró dos nominaciones a los Óscar con su fascinante trabajo para la película de animación Wall-E. Y es que hablar de animación, en este caso, es hablar de efecto sala, puesto que es casi lo mismo. La animación es uno de los géneros que más depende del efecto Foley, y, además, en el que más se puede jugar con la creatividad. Aunque como hablábamos antes, casi cualquier película depende de efectos sala. Son tan importantes que el cine nunca hubiera sido lo mismo sin ellos. Si algo está claro es que el séptimo arte le debe mucho a aquel hombre que un día se puso a trabajar en su ferretería creando sonidos para películas como Espartaco o Show Boat. Casi tanto como le debe a que un día los hermanos Lumière ideasen juntos el proyector cinematográfico.
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