Fin del mundo

Fin del mundo

   Espero que esto que escribo lo lea alguien, porque hace justo un año del Fin del Mundo, pero por aquí, por el sur de España, no he tenido noticias de él (todavía). Bueno, seré optimista, y pensaré que hay alguien vivo por ahí, y que estas líneas no quedarán vagando por Internet sin ser leídas hasta, al menos, el próximo final de los días.

   De verdad, me enerva este asunto. Entiendo que haya personas conspiranoicas (yo mismo podría caber dentro de esa descripción), incluso que existan individuos obsesionados con que el mundo se va a acabar… vale, lo respeto. Pero vamos a ver, lo que no entiendo es que exista gente que usa la antigüedad a su antojo para vaticinar apocalipsis varios.

   Me imagino a algún personaje por ahí, aburrido en su cama, diciendo: «Pues bueno, el 30 de abril de 3481 será EL FIN DEL MUNDO. Busco un par de historias por ahí y me invento una profecía, que están de moda ahora».

   A mi parecer, creo que lo peor de todo es que estos «iluminados» suelen ser personas con bastante carisma, capaces de mover a masas de personas que, ciegamente, confían en ellos. Y si no, demos un paseo por los Fines del Mundo más sonados de lo que llevamos de milenio:

   1 de enero de 2000. ¿Quién no recuerda el famosísimo Efecto 2000? Según este fenómeno, las máquinas dejarían de funcionar, por lo que todos los sistemas computadorizados fallarían. El problema estaba en los supuestos errores catastróficos de las centrales eléctricas y nucleares. Una barbaridad, vamos.

   5 de mayo de 2000. Por lo visto, se «predijo» que Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno se alinearían con el Sol y la Luna, desembocando esto en unos desajustes gravitatorios impresionantes. El resultado serían maremotos incontrolables, además de volcanes y terremotos implacables. Vaya hombre.

   6 de junio de 2006. Recuerdo ese día como si fuera ayer. «¡Oh, no! Hoy es 6/6/6. El Número de la Bestia…» Y ya, no recuerdo que ocurriera nada más aterrador aquel día, la verdad.

   21 de mayo de 2011. Por lo visto, un tal Harold Camping advirtió que ese sería el día del Rapto, mediante el cual Dios se llevaría a sus elegidos al Cielo. Los que creían en este fin del mundo incluso hacían estimaciones: el 3% de la población será «raptada», decían.

   21 de octubre de 2011. Esta es de arte. El mismo Harold Camping, «extrañado» de que su profecía no se cumpliera, explicó que en realidad el Rapto se llevaría a cabo cinco meses más tarde. Y todos tan contentos.

   21 de diciembre de 2012. Mi favorita. Hace un año ya de esta fecha tan «catastrófica». Por lo visto, los mayas tenían un calendario, cuyos días terminaban el 21 de diciembre del 2012. ¿La explicación? Claro que sí: el Fin del Mundo. Pues no recuerdo yo nada exagerado, excepto algunas lluvias, eso sí. Qué raro, lluvia en diciembre…

   Más o menos creíbles, todas y cada una de las fechas que alegan el trágico Apocalipsis tienen una cosa en común. Sí, lo habéis adivinado: que no se ha cumplido ni una. ¿Y qué hay de malo en estas mentiras?

   Pues aparte de jugar con la credulidad de la gente, los promotores de las mismas no creáis que lo hacen por amor al arte. Todo es un negocio. Y si no, que le pregunten a Larry May, un promotor inmobiliario de Kansas que hizo el negocio de su vida vendiendo casas de lujo alojadas en una gran grieta de 53 metros bajo tierra, que protegerían a sus ricos inquilinos del fin del mundo maya. Pero, como dice Michael Ende, eso es otra historia.

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