Logo del proyecto Twijote

Logo del proyecto Twijote

   Twitter ha demostrado ser una firme aliada de la literatura prácticamente desde sus comienzos. Lo demuestra la aparición de la twitteratura, ese género híbrido que engloba desde microrrelatos o poemas al más puro estilo haiku hasta novelas enteras publicadas a golpe de tuit. Una curiosa variante de estas últimas consiste en traspasar obras clásicas al formato Twitter. En 2007, por ejemplo, Booktwo.org publicó el Ulises de Joyce en 257 días, con una media de un tuit cada 15 minutos. Paradójicamente, la cuenta ya no existe y no queda ni rastro del proyecto.

   Por supuesto, El Quijote, la obra más emblemática de la literatura española, no ha estado ajena a este tipo de empresas. Evidentemente no puedo tener conocimiento sobre todas las cuentas que hayan intentado escribir la inmortal obra de Cervantes tuit a tuit, pero sí conozco algunas de las experiencias más relevantes. Y tengo que decir que, a día de hoy, ninguna de ellas ha conseguido tuitear la última frase de la novela. Pero, ¿de qué sirve publicar El Quijote en Twitter? ¿Acaso hay alguien que vaya a leerlo en este formato? ¿Qué puede aportar algo así a esta red de microblogging? Me gustaría detenerme una a una en esas cuentas para ver con qué propósito surgen.

   Uno de los proyectos más interesantes ha sido El Quijotweet, a cargo de la agencia de publicidad García. En el verano del 2012 se publicaban en todo el mundo 400 millones de tuits al día, lo que equivale a 17 millones de tuits por minuto. La inmensa mayoría de ellos, un 80% según la propia agencia, es contenido irrelevante: mensajes sin ningún interés, frases ñoñas, conversaciones que solo interesan a los afectados –y a veces ni eso‒, SPAM, etc. Solo un pequeño porcentaje de lo que se tuitea llega a tener cierto valor. En este contexto, tuitear El Quijote es una forma de aumentar el porcentaje del contenido relevante –eso sí, véase el matiz humorístico‒. En principio parecía una cuenta muy prometedora porque empezó con muchas ganas, pero el proyecto se detuvo en mitad del capítulo VII, por lo que solo se ha tuiteado una mínima parte de la novela.

   El Twijote nació con un espíritu puramente social de la literatura. En este caso no es una cuenta de Twitter sino una aplicación. Basta con loguearse en la página y cualquier usuario tendrá la posibilidad de tuitear un fragmento de la novela. Para garantizar que el resultado sea lo más plural posible la aplicación solo permite un único tuit por usuario, así que piénsate bien qué es lo que quieres tuitear porque no tendrás segundas oportunidades. En este segundo caso se ha llegado un poco más lejos, al capítulo IX, pero sigue siendo insignificante con respecto al total de la obra.

   Un Quijotweet completamente distinto al primero es el que planteó Sergio Tejero, profesor de Lengua en el instituto Ekialde de Vitoria, con sus alumnos de 2º de ESO. Para fomentar la lectura entre los más jóvenes a través del uso de las nuevas tecnologías, en este proyecto los alumnos resumían cada capítulo del Quijote de manera que pudiera entrar en un solo tuit. En este caso sí se llegó a completar la novela, aunque de forma muy sucinta, lo que no quita ni un ápice de mérito al valor educativo de la propuesta.

   Personalmente, la idea de tuitear El Quijote entero tiene algo de quijotesco que me ha cautivado por completo. Así que he decidido aportar mi granito de arena intentando tuitearlo yo mismo, algo que iré haciendo a través de la cuenta @elquijotuit. Me sorprende tanto que no se haya hecho que estoy convencido de que debo de dejarme en el tintero alguna cuenta que sí lo haya conseguido. Por si así fuera –y seguro que lo será‒ añadiré a la experiencia una condición más: completar toda la novela entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2014. Por supuesto que voy a hacerlo de forma manual, cuando pueda o cuando me apetezca, porque qué mérito tendría programar una aplicación para que fuera haciendo todo el trabajo de forma automática. Y dicho esto ya no me queda más que añadir, salvo aquello de «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…».

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